Sí, yo
entiendo que el tiempo en el cine es escaso y caro pero aún así… Más de una vez
me ha sucedido que apenas iniciada la película aparecen unas cuantas líneas que
procuran ubicar al espectador tanto en el tiempo como en el espacio en que tienen
lugar los acontecimientos, sin embargo en lo que a mí respecta de muy poco me
ha servido ese intento compasivo del director que me deja más confundido. En mi
opinión el problema se debe tanto a la velocidad con que transcurren esas
líneas en la pantalla (proeza inalcanzable aún para destacados alumnos en
cursos de lectura rápida) así como por la enorme cantidad de datos que manejan
(deben suponer que el público es muy versado en el tiempo histórico en que se
desarrolla la película).
Al leer
la experiencia de Wislawa Szymborska a este respecto experimenté una especie de
consuelo al sentirme acompañado en mis tribulaciones.
La
historia es una fuente inagotable de temas, por esa razón el cine bebe de ella
hasta saciarse y la utiliza de maneras muy diferentes y con distintos
objetivos. (…) Pero la razón principal para desconfiar de las películas
históricas son esas terribles introducciones en forma de subtítulo que tienen
que introducir al espectador in medias
res. Explicaciones que desaparecen siempre demasiado rápido, antes incluso
de poderlas terminar de leer o de retenerlas en la memoria.
A
continuación Szymborska ofrece un ejemplo del tema que nos ocupa.
Sin
embargo, dado que me parecen un subgénero significativo de la literatura
cinematográfica, trataré de dejarles aquí una muestra de su espíritu: “A la
enigmática muerte de Palliser XXIII, el último rey de los Homínidos, estalló
una sangrienta disputa por las Tierras Altas entre el antiquísimo linaje de los
príncipes del Pentágono y la camarilla palaciega, al frente de la cual se
encontraba el barón de Neanderthal, Cherep I el Chabacano, nieto de la
vengativa Filogenia, sobrina del decrépito Hundschwats, el triunfador del
valle. Mientras tanto, tras los muros de Shayba, en las orillas del Rubicón,
sitiados desde hace 117 años, ha estallado una terrible epidemia de diabetes.
Se han roto los tratados con los pequineses. La vida de Gibon el Epígono, el
monarca menor de edad de los Bumeranes, está en peligro. El pueblo comienza a
cuchichear y a partir para Baden-Baden”…
Se
ruega a los directores que tomen nota de las apreciaciones de tan notable escritora
y en lo futuro se compadezcan de quienes asistimos al cine.
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