Es hora de recordar a Gabriel Zaid haciendo referencia
a los demasiados libros, a la enorme cantidad de publicaciones en relación al escaso
tiempo de lectura (y de vida) del que se dispone. Ante ello no se si ya existen,
o estarán por aparecer, los coaching bibliográficos que brinden asesoría para
ayudar a escoger las obras pertinentes a cada quien de acuerdo a su edad,
circunstancias, gustos, profesión, ingresos, etc. Por lo pronto Schopenhauer,
citado por Simon Leys, brinda criterios que sería recomendable tener en cuenta.
Acerca de la manera sana de frecuentar los libros,
Schopenhauer ha hecho observaciones que siguen siendo de una pertinencia
turbadora: “El arte de no leer es muy
importante. Éste consiste en no interesarse en todo cuanto llama la atención
del gran público en un momento dado. Cuando todo el mundo habla de cierta obra,
recordad que todo aquel que escribe para los imbéciles no dejará de tener nunca
lectores. Para leer buenos libros, la condición previa es no perder el tiempo
en leer cosas malas, pues la vida es corta”. Y luego, dispara este dardo final
(…): “Sólo el que saca sus escritos directamente de su cerebro merece ser
leído”.
Con atrevimiento
me animo a cuestionar parcialmente esta última sentencia del maestro. Mis
reservas tienen que ver en primer lugar con la defensa de mi oficio de
compilador y en segundo porque tengo dudas respecto a si lo que sale de
cualquier cerebro merece ser leído. Asimismo me parece muy certero su concepto
del arte de no leer, aun cuando me
reconozco como lector desprolijo y asistemático, por no decir caótico.
Pero en fin,
volvamos al meollo de la cuestión que Luis Ignacio Helguera la plantea en
términos de cantidad vs calidad.
La
verdad es que la cuestión de la lectura no es de cantidad sino de calidad. ¿De
qué sirve leer y leer volúmenes si no se retiene nada de lo leído? Es tan
inútil como leer mucho pero los libros equivocados, o sea, literatura chatarra.
Leer y leer no sirve de nada si no se acompaña de una buena digestión
bibliófila. Más vale leer y releer pocos libros, bien escogidos, que pasar a
tontas y a locas por cerros de papel. Dicho de otro modo, más vale libro en
mano –bien leído y releído- que ciento volando, que andar volando por cien.
Finalmente, la
opinión de Kafka es terminante: “Creo que sólo debemos leer libros
que nos muerdan y nos arañen”.
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