martes, 17 de octubre de 2017

Ya no se lee


Con harta frecuencia se escucha el reclamo (en particular de parte de los docentes) en cuanto a que los niños y jóvenes de hoy ya no leen, que han perdido ese hábito. Según los estudiosos las causas de ello tendrían que ver, entre muchas otras, con la irrupción de las nuevas tecnologías; la cultura de la prisa; el cambio de intereses; el predominio de la imagen, la pantallización de la sociedad, que los padres no leen; etc. 

Sin embargo estas quejas no constituyen novedad alguna y, con ligeras variedades, se vienen presentando desde antes del invento de la televisión, tal como lo apunta Pescatore de Perle en un artículo de ¡1934! 

No, ya no se lee. Los libros no interesan. (...)
J. W. Draper nos cuenta que hasta fines del siglo XVII la mayoría de las personas en Inglaterra no sabían leer, y los únicos vehículos de cultura para el público eran el púlpito y el teatro. Hoy hemos llegado a una situación muy semejante: las nuevas generaciones desdeñan el libro, ignoran la biblioteca, huyen del estudio, y sólo conocen dos manifestaciones intelectuales: el cine y la radio. Y la explicación que se nos da es ésta: no hay tiempo para leer la Ilíada, el Quijote o los Viajes de Gulliver. El hombre moderno, ocupado todo el día en los menesteres de su oficio o de su profesión, en cuanto goza de unas horas de asueto se va a practicar el golf, a manejar su voiturette, a jugar al bridge o a ver la pelea de Primo Camera con Perico de los Palotes. 

Así las cosas, en aquel entonces se culpaba a la radio y el cine de perjudicar a la lectura. Hoy los reparos van dirigidos a la televisión, el teléfono celular y la computadora, lo que parece dar razón al dicho popular: la historia cambia más de protagonistas que de argumento.

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