Hay momentos en que uno se
siente fuera de sitio. Y esto puede suceder respecto a familia, grupo, estudio
o trabajo, ciudad, región, país, mundo… Esa sensación a veces tiene que ver con
los demás mientras que en otras circunstancias la cuestión es fundamentalmente
con uno mismo.
Es posible que algo de esto
viviera Octavio Paz cuando escribió:
Voy y
vuelo, me revuelvo y me revuelco, salgo y entro, me asomo, oigo música, me
rasco, medito, me digo, maldigo, cambio de traje, digo adiós al que fui, me
demoro en el que seré. Nada me detiene. Tengo prisa, me voy. ¿Adónde? No sé,
nada sé -excepto que no estoy en mi sitio.
Desde que
abrí los ojos me di cuenta que mi sitio no estaba aquí, donde estoy, sino en
donde no estoy ni he estado nunca. En alguna parte hay un lugar vacío y ese
vacío se llenará de mí y yo me asentaré en ese hueco que insensiblemente
rebosará de mí, pleno de mí hasta volverse fuente o surtidor. Y mi vacío, el
vacío de mí que soy ahora, se llenará de sí, pleno de ser hasta los bordes.
Tengo
prisa por estar. Corro tras de mí, tras de mi sitio, tras de mi hueco. ¿Quién
me ha reservado este sitio? ¿Cómo se llama mi fatalidad?
Tal vez el poeta está diciendo
de otra manera lo que en México el saber popular define con el conocido: “no me
hallo”.
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