jueves, 4 de enero de 2018

El poder mágico de las flores


Uno de los misterios que la ciencia no ha podido resolver es por qué algunas personas tienen “buena mano” para las plantas y el cuidado de las flores, mientras que a otras nomás no se les da. Sabido es que hay que hablarles pero el secreto parece estar en el tono, en la forma, en lo que se les cuenta. Tal vez algún día la ciencia pueda aclarar el punto.

Hay quienes consideran que tener flores en casa es cuestión superflua, mientras que para otros es algo esencial, imprescindible, porque la cosa es fácil de entender: sin ellas la vida simplemente no es. 

Y es que a veces las flores traen buenos recuerdos y curan la soledad, como tal vez sucedía a aquel viejito francés al que nos remite don Atahualpa Yupanqui.

Así como ese viejito francés que usted ve ir al mercado y compra dos tomates, tres zanahorias, midiendo sus centavitos porque gente que pasó la guerra sabe lo que es economía, pero que guarda unas monedas para llevarse un bouquet de violetas; un viejito francés que no quiere comer sin flores. 

Algunos no dudan de su poder curativo, como las flores de Bach o a las de California que son muy conocidas pero también hay que considerar –de acuerdo a un texto atribuido a Stephen Gilligan- a las violetas africanas de Milwaukee. 

Una mujer mayor experimentaba una fuerte depresión que la tenía encerrada en su casa imposibilitada para pedir ayuda. 
Su familia estaba muy preocupada y pidieron al psiquiatra Milton Erickson que fuera a visitarla a su casa. Aunque desconfiaban de la terapia, ya que la mujer era reacia a aceptar la situación que estaba atravesando. 
Ella pertenecía a una comunidad religiosa local aunque en esa época no acudía a ningún acto de culto. 
Cuando Erickson acudió a su casa para entrevistarse con ella se dio cuenta de que cultivaba Violetas Africanas, una rara especie difícil de mantener en Milwaukee. El terapeuta centró la conversación sobre estas flores aludiendo a la habilidad que se necesita para cultivarlas. Hablaron de lo agradable de contemplar flores tan exóticas de unos colores tan extraordinarios. 
Erickson sugirió a la mujer que estuviera atenta a las personas de su comunidad y que podría dedicarse a regalar una violeta cuando considerara que esto podía agradar o ayudar de algún modo a alguno de sus vecinos. 
El psiquiatra no habló en ningún momento acerca de cómo se encontraba ella, sino que se fijó en una capacidad que la mujer tenía y que aparentemente no intervenía en la cura de su depresión. 
La mujer mejoró cultivando las Violetas Africanas de Milwaukee. 

Finalmente recordemos aquello de que hay flores para todas las ocasiones, tal como lo refiere Franz Hessel: “(...) el pálido letrero de una jardinería comercial [en Berlín de comienzos del siglo XX] hace el efecto propio de canción popular: ‘Flores para la alegría y el dolor’.”

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