Se
aproximan las vacaciones, es buen momento para regresar al tema de los libros y
los viajes. Ya nos hemos referido a ello (http://habladuriacronicasdelocotidiano.blogspot.mx/2012/08/cuando-los-libros-se-van-de-viaje.html)
y en aquella ocasión mencionamos la importancia de no exagerar en la cantidad
de libros que cargamos. Aun teniendo en claro que para los aficionados a la
lectura no es fácil partir y dejar los libros, habrá que hacer una selección de
material de lectura para el tiempo que dure la ausencia. Para quienes no lo
logren, las opciones serán permanecer para no despegarse de los libros o viajar
con todos tal como dicen le sucedía –de acuerdo a lo narrado por Manuel J.
Prieto- a Abdul Kassem Ismael.
Este hombre, sabio y gran visir persa, nacido en el año
936 y muerto en el 995, viajaba siempre acompañado de su biblioteca. Y no
podemos decir precisamente que esta fuera pequeña, ya que estaba formada por
unos ciento diecisiete mil volúmenes. ¿Cómo transportaba tal cantidad de obras?
Las ruedas de aquella biblioteca, si se pueden llamar así, eran cuatrocientos
camellos que marchaban en perfecta y ordenada fila india. Y remarco lo de
ordenada, ya que cada camello tenía su posición concreta. De ese modo los
libros seguían clasificados y colocados a pesar de encontrarse en tránsito y
los bibliotecarios podían llevar a su señor cualquier obra que pidiese en cualquier
momento.
Han
pasado los años y tenemos otros medios de transporte que propician la lectura.
A esto se refiere Carlos Illescas “(…) el a veces calumniado camión
de pasajeros, el vagón de ferrocarril o el avión, en su caso, resultarán en
lugar de celdas carcelarias, gratas y móviles estancias, sobre todo por lo que
aportan de complicidad a los afanes lecturales (perdonando el casi neologismo)”.
Por cierto que Illescas recomendaba que para seleccionar los libros que llevaremos
de viaje, además de tener en cuentas los días que pasaremos fuera, habrá que
considerar el clima en el lugar de destino.
A
propósito de lo último deberá efectuarse la selección con la finalidad de que
si se va a un ambiente frío se impone el libro altamente belicoso pero
moderadamente erótico para evitar contratiempos, o al revés; y si el asunto se
presenta al contrario, entonces se precisa de la frígida elegancia de un
ensayista inglés. Pero si se quisiera no ser tan obvios, la elección recaería
en México, país en el que también sobrenadan muchos témpanos ilustres, cuyas
páginas ayudarían a conllevar con alivio la soflama tropical.
En caso
de que el lector previese el desierto en su recorrido le conviene elegir al
pronto autores cuya espontaneidad florida lo metan en poblados bosques los
cuales las aves repiten a García Lorca y los arroyos a Neruda, sólo por decir
algo.
Aunque con estas cuestiones
del cambio de clima no será fácil seguir las sugerencias del maestro Carlos
Illescas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario