jueves, 11 de enero de 2018

Libros para el viaje


Se aproximan las vacaciones, es buen momento para regresar al tema de los libros y los viajes. Ya nos hemos referido a ello (http://habladuriacronicasdelocotidiano.blogspot.mx/2012/08/cuando-los-libros-se-van-de-viaje.html) y en aquella ocasión mencionamos la importancia de no exagerar en la cantidad de libros que cargamos. Aun teniendo en claro que para los aficionados a la lectura no es fácil partir y dejar los libros, habrá que hacer una selección de material de lectura para el tiempo que dure la ausencia. Para quienes no lo logren, las opciones serán permanecer para no despegarse de los libros o viajar con todos tal como dicen le sucedía –de acuerdo a lo narrado por Manuel J. Prieto- a Abdul Kassem Ismael.

Este hombre, sabio y gran visir persa, nacido en el año 936 y muerto en el 995, viajaba siempre acompañado de su biblioteca. Y no podemos decir precisamente que esta fuera pequeña, ya que estaba formada por unos ciento diecisiete mil volúmenes. ¿Cómo transportaba tal cantidad de obras? Las ruedas de aquella biblioteca, si se pueden llamar así, eran cuatrocientos camellos que marchaban en perfecta y ordenada fila india. Y remarco lo de ordenada, ya que cada camello tenía su posición concreta. De ese modo los libros seguían clasificados y colocados a pesar de encontrarse en tránsito y los bibliotecarios podían llevar a su señor cualquier obra que pidiese en cualquier momento.

Han pasado los años y tenemos otros medios de transporte que propician la lectura. A esto se refiere Carlos Illescas “(…) el a veces calumniado camión de pasajeros, el vagón de ferrocarril o el avión, en su caso, resultarán en lugar de celdas carcelarias, gratas y móviles estancias, sobre todo por lo que aportan de complicidad a los afanes lecturales (perdonando el casi neologismo)”. Por cierto que Illescas recomendaba que para seleccionar los libros que llevaremos de viaje, además de tener en cuentas los días que pasaremos fuera, habrá que considerar el clima en el lugar de destino.

A propósito de lo último deberá efectuarse la selección con la finalidad de que si se va a un ambiente frío se impone el libro altamente belicoso pero moderadamente erótico para evitar contratiempos, o al revés; y si el asunto se presenta al contrario, entonces se precisa de la frígida elegancia de un ensayista inglés. Pero si se quisiera no ser tan obvios, la elección recaería en México, país en el que también sobrenadan muchos témpanos ilustres, cuyas páginas ayudarían a conllevar con alivio la soflama tropical.
En caso de que el lector previese el desierto en su recorrido le conviene elegir al pronto autores cuya espontaneidad florida lo metan en poblados bosques los cuales las aves repiten a García Lorca y los arroyos a Neruda, sólo por decir algo.

Aunque con estas cuestiones del cambio de clima no será fácil seguir las sugerencias del maestro Carlos Illescas.

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