jueves, 22 de febrero de 2018

¿Está bien atendido?


Hay prácticas comerciales propias del servicio de atención al cliente que seguramente surgieron de la innovación propuesta por algún especialista en marketing (quien seguramente hizo mucho dinero con ello). No dudo que en sus inicios se trató de algo amigable. Con el paso del tiempo -en el mejor de los casos- aquello concluye en una gimnasia automática tal como sucede, por ejemplo, con el cajero que con indisimulable sonrisa fingida pregunta: “¿encontró todo lo que buscaba?”.

Pero ahora me refiero a quienes en los locales de diversas cadenas de restaurantes tienen asignada la función de pasar preguntando: “¿está bien atendido?”, “¿les hace falta algo?”. Con un tempo adecuado esta práctica de cortesía resulta simpática pero me da la impresión que en tiempos recientes ha degenerado en barroco recargado por lo que el funcionario encargado de ello pasa, con una frecuencia digna de mejores causas, con su pregunta cortés a interrumpir lo que hacen los clientes, sea comer, platicar, leer.

Sin embargo, ¡qué equivocado estaba al suponer que esta cortés, molesta y fastidiosa costumbre es propia de nuestros tiempos!

Encuentro un texto en el que ya en 1866 Ferdinand Kürnberger (traducción y compilación de Francisco Uzcanga Meinecke) se quejaba de ello.

Llego al restaurante. (…) Un camarero con frac me da la bienvenida. “Sopa de arroz, sopa de gallina, sopa de verduras”. “Sopa de verduras”. Se acerca otro: “Sopa de arroz, sopa de gallina”. “Ya he pedido”. Un tercero me susurra: “Sopa de arroz, caldo de gallina”. “Ya he pedido”. Tintinea una fuente, el maître del hotel me ofrece una pizquita con la convicción de estar anunciando algo novedoso: “¿Sopa tal vez?”.
Estas escenas insufribles se desarrollan a diario en todos los restaurantes de Viena, sin que a un solo camarero se le ocurra que todo podría hacerse de forma mucho más sencilla, y, de hecho, en el resto del planeta habitado todo es mucho más sencillo.

Ayer como hoy este intenso interrogatorio no siempre va acompañado de eficiencia en el servicio, tal como le aconteciera a don Ferdinand: “Mientras medito sobre la bendita costumbre nacional de servir la comida con esta incesante zalamería, llega el primer camarero: ‘¡Aquí tiene, sopa de arroz!’. ‘Pero yo he pedido sopa de verduras’. ‘Perdón, pensaba que sopa de arroz’. Y la sopa sólo es el comienzo.”

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