En el
género de la literatura de dos palabras, la expresión “oveja negra” ocupa un
lugar destacado. Sabido es que en diversos idiomas se recurre a esta figura
para aludir al descarriado, a quien tomó un camino distinto, al que se aparta
del clan. Lo que resulta menos conocido es la existencia de encargados de
vigilar la continuidad para que esa tradición no se pierda. Heinrich Böll
aborda la cuestión
Es evidente
que he sido designado para cuidar de que la cadena de ovejas negras de mi
familia no quede interrumpida en mi generación. Uno u otro tenía que ser, y he
sido yo. En un principio, nadie lo habría dicho, pero el caso es que he sido yo.
Las personas sensatas de nuestra familia aseguran que el tío Otto ejerció sobre
mí una mala influencia. El Tío Otto fue la oveja negra de la generación pasada,
y padrino mío. Alguien tenía que ser, y fue él. Naturalmente fue elegido para
apadrinarme antes de que se pusieran de manifiesto sus malas inclinaciones.
También a mí me eligieron para apadrinar a un niño de la familia, al cual,
desde que se me considera a mí la oveja negra, mantienen cuidadosamente a
distancia.
Esta
tarea es encomiable y digna de agradecimiento. “En realidad, deberían estarnos
agradecidos, pues una familia sin ovejas negras es una familia sin carácter.”
Da
curiosidad –afirma Böll- saber en cada generación quién será el sucesor, aquel
que mantenga en alto dicha tradición familiar.
Yo, por
mi parte, me dedico a pensar largamente quién será mi sucesor en la próxima
generación, cuál de estos hermosos, sanos y juguetones niños que mis hermanos y
hermanas han traído al mundo será la próxima oveja negra. Porque nosotros somos
una familia con carácter, y seguiremos siéndolo. ¿Cuál de estos niños será una persona seria hasta el momento
en que deje de serlo? ¿Cuál decidirá súbitamente dedicarse a otras actividades,
cuál concebirá un día planes infalibles? Me gustaría saberlo para poder
aconsejarle, pues, también nosotros, las ovejas negras, tenemos nuestra
experiencia, también nuestra profesión tiene reglas de juego, que yo podría
enseñarle a mi sucesor, ese que de momento aún es desconocido y se esconde en
el rebaño como el lobo vestido con la piel de una oveja.
Podría
darse el caso –concluye Heinrich Böll- que el sucesor permaneciera oculto
esperando la desaparición de su antecesor para tomar el relevo.
Pero
tengo el oscuro presentimiento de que no viviré lo suficiente como para
conocerle e iniciarle en los misterios de nuestra profesión. Saldrá a la luz
cuando yo muera, cuando llegue el momento mismo de tomar el relevo. Entonces se
presentará a sus padres con las mejillas encendidas y les hará saber que está
harto. Sólo espero que para entonces quede aún algo de mi dinero, pues he
modificado mi testamento y he dejado lo que reste de mi fortuna al primero que
muestre las inequívocas señales de ser el llamado a sucederme.
Y es que como dice Böll “una
familia sin ovejas negras es una familia sin carácter”.
1 comentario:
En mi familia yo soy la oveja negra. La que se salió del huacal, la rarita... Y lo asumo con todo mi ser!!
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