martes, 20 de marzo de 2018

Las ovejas negras de la familia


En el género de la literatura de dos palabras, la expresión “oveja negra” ocupa un lugar destacado. Sabido es que en diversos idiomas se recurre a esta figura para aludir al descarriado, a quien tomó un camino distinto, al que se aparta del clan. Lo que resulta menos conocido es la existencia de encargados de vigilar la continuidad para que esa tradición no se pierda. Heinrich Böll aborda la cuestión

Es evidente que he sido designado para cuidar de que la cadena de ovejas negras de mi familia no quede interrumpida en mi generación. Uno u otro tenía que ser, y he sido yo. En un principio, nadie lo habría dicho, pero el caso es que he sido yo. Las personas sensatas de nuestra familia aseguran que el tío Otto ejerció sobre mí una mala influencia. El Tío Otto fue la oveja negra de la generación pasada, y padrino mío. Alguien tenía que ser, y fue él. Naturalmente fue elegido para apadrinarme antes de que se pusieran de manifiesto sus malas inclinaciones. También a mí me eligieron para apadrinar a un niño de la familia, al cual, desde que se me considera a mí la oveja negra, mantienen cuidadosamente a distancia.

Esta tarea es encomiable y digna de agradecimiento. “En realidad, deberían estarnos agradecidos, pues una familia sin ovejas negras es una familia sin carácter.”

Da curiosidad –afirma Böll- saber en cada generación quién será el sucesor, aquel que mantenga en alto dicha tradición familiar.  

Yo, por mi parte, me dedico a pensar largamente quién será mi sucesor en la próxima generación, cuál de estos hermosos, sanos y juguetones niños que mis hermanos y hermanas han traído al mundo será la próxima oveja negra. Porque nosotros somos una familia con carácter, y seguiremos siéndolo. ¿Cuál de estos  niños será una persona seria hasta el momento en que deje de serlo? ¿Cuál decidirá súbitamente dedicarse a otras actividades, cuál concebirá un día planes infalibles? Me gustaría saberlo para poder aconsejarle, pues, también nosotros, las ovejas negras, tenemos nuestra experiencia, también nuestra profesión tiene reglas de juego, que yo podría enseñarle a mi sucesor, ese que de momento aún es desconocido y se esconde en el rebaño como el lobo vestido con la piel de una oveja.

Podría darse el caso –concluye Heinrich Böll- que el sucesor permaneciera oculto esperando la desaparición de su antecesor para tomar el relevo.

Pero tengo el oscuro presentimiento de que no viviré lo suficiente como para conocerle e iniciarle en los misterios de nuestra profesión. Saldrá a la luz cuando yo muera, cuando llegue el momento mismo de tomar el relevo. Entonces se presentará a sus padres con las mejillas encendidas y les hará saber que está harto. Sólo espero que para entonces quede aún algo de mi dinero, pues he modificado mi testamento y he dejado lo que reste de mi fortuna al primero que muestre las inequívocas señales de ser el llamado a sucederme.

Y es que como dice Böll “una familia sin ovejas negras es una familia sin carácter”.

1 comentario:

Unknown dijo...

En mi familia yo soy la oveja negra. La que se salió del huacal, la rarita... Y lo asumo con todo mi ser!!