La
experiencia sugiere a quien guste mucho de los libros y la lectura que no
debería meterse a librero, tal como se desprende de lo que cuenta Émile Faguet –citado
por Juan Domingo Argüelles- “(…) Millevolle, en su juventud, era dependiente de
librería. Su patrón lo sorprendió leyendo: ‘¡Leéis, joven!, ¡Nunca seréis
librero!’”.
Si el
librero tiene alta estima y consideración por los libros que posee, no le será
nada fácil desprenderse de ellos. José Luis Melero –verdadero conocedor del
tema y poseedor de una gran biblioteca- presenta un caso por demás ilustrativo,
protagonizado por José Pedro Vindel miembro de una familia con larga tradición
en el oficio
El gran
Pedro Vindel (1865-1921), tal vez el más importante librero español de todos
los tiempos (…) Tuvo tres hijos libreros: Pedro, Francisco y Victoria. (…) Un
nieto de Vindel ha sido también librero: José Pedro Vindel. Y un librero muy
raro y peculiar, pues nunca quiso vender sus libros.
Para
lograr tal objetivo “inventaba cualquier pretexto (…), ponía unos precios
desproporcionados para que nadie se los comprara y apenas abría la tienda”.
Tanto sus colegas como los bibliófilos –siempre siguiendo a Melero- especulan en
relación a las joyas bibliográficas que aun se encontrarían en esa peculiar
librería con vocación de pocas ventas.
Este
nieto del fundador de la saga aún vive (…) Tiene la que fue su librería –en la
calle del Prado, número 7- cerrada desde hace más de 20 años y todos los
libreros hacen cábalas sobre las maravillas que puede haber allí y sueñan con
joyas bibliográficas heredadas del primer Pedro Vindel.
Concluye
José Luis Melero: “La isla del tesoro en el centro de Madrid”.
Interesados
en el tema, quedan avisados.
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