jueves, 19 de abril de 2018

La gravedad del momento


Alcanza con asomarse al balcón para tomar conocimiento de los muchos focos de peligrosa tensión que se presentan en el mundo actual. Tanto que cada vez son más quienes dada su impotencia para remediar los males, optan por dejar de leer el periódico o ver las noticias.

Sin pretender que ello sea consuelo de nada (¡faltaba más!), está claro que no somos la única generación que ha atravesado por situaciones de este tipo; para muestra un botón. El autor español Luis de Zulueta en su libro La nueva edad heroica (en 1942, plena Segunda Guerra Mundial) señalaba:

(…) la hora presente es tenebrosa. La humanidad, por la primera vez desde los tiempos de Caín, presencia una guerra universal, una guerra que abarca el universo entero y se extiende a la vez hasta las cinco partes del globo. Todo se altera, lo mismo las fronteras de las naciones que las líneas de los conceptos o los límites morales de lo justo y lo injusto, lo veraz y lo mendaz, lo digno y lo deshonroso. Nada hay estable, nada firme y respetado; ni bienes, ni vidas; ni hogares, ni altares; ni realidades seculares, ni máximas y principios milenarios. Si el mundo de los hechos está confuso, el mundo de las ideas es caótico.

Es así como a de Zulueta le invadía esa misma sensación de confusión que hoy nos es tan familiar. “La nota característica del mundo actual es, en efecto, la confusión. ¿A dónde va el mundo?” Y también desconfiaba –tal como nos sucede a muchos de nosotros hoy- de quienes presumían de ver claro.

En medio de este colosal torbellino nadie ve claro. Quien cree ver claro, quizás ve poco. Contempla sólo una pequeña parte del panorama, aunque se figure que su percepción es perfecta, porque capta las realidades próximas, inmediatas, con la riqueza de pormenores de la mirada miope.

Ayer tanto como hoy.

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