La cotidianidad está repleta de
historias, tan solo hay que saber hallarlas. Quienes le saben al oficio
encuentran su principio de interés en múltiples lugares: algo observado en la
calle, un sucedido que les contaron, una charla que escucharon en forma
involuntaria, un periódico, una revista, etc.
En relación a ello, Gabriel García
Márquez presenta lo que le aconteció en cierta ocasión.
El otro día, hojeando una revista Life,
encontré una foto enorme. Es una foto del entierro de Hirohito. En ella aparece
la nueva emperatriz, la esposa de Akihito. Está lloviendo. Al fondo, fuera de
foco, se ven los guardias con impermeables blancos, y más al fondo la multitud
con paraguas, periódicos y trapos en la cabeza; y en el centro de la foto, en
un segundo plano, la emperatriz sola, muy delgada, totalmente vestida de negro,
con un velo negro y un paraguas negro. Vi aquella foto maravillosa y lo primero
que me vino al corazón fue que allí había una historia.
¿Cuál era aquella historia? ¿Tendría que
ver con la esposa de Akihito? ¿Con la tristeza que la lluvia daba agregaba al
entierro de Hirohito? El escritor continúa enfocando el zoom.
Una historia que, por supuesto, no es la
de la muerte del emperador, la que está contando la foto, sino otra: una
historia de media hora. Se me quedó esa idea en la cabeza y ha seguido ahí,
dando vueltas. Ya eliminé el fondo, descarté por completo los guardias vestidos
de blanco, la gente... Por un momento me quedé únicamente con la imagen de la
emperatriz bajo la lluvia, pero muy pronto la descarté también.
Aquella historia apareció en un sitio
inesperado, tal como lo narra Gabriel García Márquez: “Y entonces lo único que
me quedó fue el paraguas. Estoy absolutamente convencido de que en ese paraguas
hay una historia.”
¿Cuál era aquella historia? No lo sé, ya
no tuve noticias.
O tal vez tan solo sea una muestra de la
técnica empleada para encontrar un paraguas con historia.
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