jueves, 6 de septiembre de 2018

Críticas despiadadas


Con el paso del tiempo hemos ido reuniendo algunos textos que tienen que ver con el ejercicio de la crítica (en particular la literaria); ello seguramente dará lugar a diversos artículos sobre el tema. En esta ocasión nos referiremos al gremio de los críticos recios (si estuviéramos hablando de lucha libre aludiríamos a “los rudos”, siempre distanciados de “los técnicos”), aquellos que se sitúan muy lejos tanto de la lástima como de la diplomacia a la hora de expresar sus opiniones de los textos reseñados.
Wislawa Szymborska –destacada representante de este grupo- en relación a una obra concluyó: “Es un libro fácil de digerir, aunque poco nutritivo” y en esa misma línea acerca de otro, sentenció: “El libro se lee bien pero no aporta demasiado.” Su opinión sobre Una esposa para el pretendiente de Peggy Miller es contundente: “Merece la pena leer el libro antes de quedarse dormido. Es lo suficientemente interesante para apartarnos de las preocupaciones cotidianas y lo bastante soporífero para que se te caiga de las manos en el momento justo.”
Si lo anterior resultara insuficiente para integrar a Szymborska al círculo de los duros, basta con recordar la respuesta inclemente –de la que da cuenta Bárbara Ayuso- que dio a una joven aspirante a poeta. 
Como muchas, la revista polaca Vida Literaria recibía decenas de manuscritos de sus lectores, aspirantes a escritores. En 1960 optaron por capitalizar todo ese material. A partir de entonces los redactores se encargaron de responder, públicamente, a los poemas de los lectores, ofreciéndoles consejo y valoración en la sección “Correo Literario”. La que décadas después se convertiría en Premio Nobel de Literatura, Wislawa Szymborska, era una de las encargadas de atender las dudas que corroían a los aspirantes, junto a Wlodzimierz Maciag. “Mi novio dice que soy demasiado guapa para escribir buena poesía. ¿Qué piensan de los versos que adjunto?”, preguntó una lectora. “Creemos que es usted, efectivamente, una chica muy guapa”, respondió Szymborska, que no escatimó jamás en audacia ni en ingenio.
No es posible dejar de considerar la crítica de la escritora polaca a la edición de Cuatro siglos de poesía sobre Varsovia: “La edición del libro es muy bonita, hasta el punto de que es un placer admirar la calidad del papel y la impresión. Puede servir para envolver regalos y, más aún, para una segunda edición ampliada.”
Fácil de imaginar el terror de los escritores ante la posibilidad que doña Wislawa hubiese puesto sus ojos en alguna de sus obras.
Ahora bien, por supuesto que hay otros integrantes en este grupo de críticos ácidos como lo es Peter S. Prescott quien según Eduardo Stilman
(…) no tenía pelos en la lengua. Así comentó Congo, de Crichton: “Si es cierto que somos lo que comemos, es una suerte que no seamos lo que leemos, porque si lo fuéramos, los lectores de ‘Congo’, de Michael Crichton, serían sacados a la calle por la mañana. Los científicos saben que el género basura comprende cuatro especies distintas, tres malignas y una benigna: la basura aburrida, la basura meretricia, la basura falaz y la basura entretenida. La mayoría de las novelas que son basura son una o la otra, pero la distinción de Michael Crichton consiste en que en su último libro combina las dos últimas.”
Hubo ocasiones en que la animadversión entre escritores se puso de manifiesto en el juicio emitido en relación al colega; un ejemplo de ello lo proporciona Simon Leys
Nabokov, para el que Malraux era “claramente un escritor de tercera categoría” (…) comentaba sobre La condición humana: “Recuerdo, desde la infancia, una inscripción dorada que me resultaba fascinante: Compagnie Internationale des Wagonslits et des Grands Express Européens. La obra de Malraux pertenece a la Compagnie Internationale des Grands Clichés”.
Veamos otro caso que presenta el mismo Leys
El novelista y ensayista Jacques Chardonne (…) identificó la raíz del problema del batiburrillo de Malraux (su galimatías): “He intentado leer a Malraux, y me he puesto furioso. No estoy dispuesto a hacer su trabajo por él. Que aclare primero sus propias ideas. Una vez que descubra qué es lo que piensa en realidad, ya será capaz de expresarlo mejor y más rápido”.
Simon Leys abandona su lugar de cronista para convertirse en protagonista del tema considerado, cuando en relación a cierta obra concluye “(…) lo que sigue no tiene mucho de reseña de libro. Pero, en fin, tampoco lo que se reseña tiene mucho de libro.”
Para concluir estas líneas nos reservamos una verdadera joya del género; se trata de la epístola de Mark Twain a un joven literato.
En efecto, Agassir recomienda a los literatos que coman pescado, en atención al fósforo que este alimento contiene. Pero yo no puedo indicarle a usted la cantidad de pescado que debe tomar. Si la obra que me ha enviado como muestra, representa lo que hace usted habitualmente, creo que por el momento le bastará con un par de ballenas. No es necesario que las elija entre las más grandes. Con dos ballenas de las medianas tendrá bastante.

Después de esto, imposible agregar nada más.

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