martes, 20 de noviembre de 2018

El primo Robert John, un observante del sabbat


Quien lee a Oliver Sacks siempre encuentra historias muy interesantes, sea de su campo profesional o de la vida cotidiana. A este último rubro corresponde la que ahora citamos.

Durante la década de 1990 conocí a un primo y coetáneo mío, Robert John Aumann, un hombre de aspecto impresionante, de complexión robusta y atlética,  y con una barba blanca que ya a los sesenta años le otorgaba un aspecto de sabio venerable. Es un hombre de una gran capacidad intelectual, pero también provisto  de gran ternura y calidez humanas, y de un profundo compromiso religioso; de hecho, “compromiso” es una de sus palabras favoritas. (…) 
Insistió en que yo colocara una mezuzá sobre mi puerta, y me trajo una de Israel. “Sé que no eres creyente”,  me dijo, “pero de todos modos deberías tener una”. No le llevé la contraria.

Comenta Sacks que en su primo se da una confluencia poco frecuente porque “aunque en su trabajo defiende la racionalidad en la economía y en los asuntos humanos, para él no existe ningún conflicto entre la razón y la fe”.

En una extraordinaria entrevista que concedió en 2004, Robert John habló de su vida académica, que había dedicado al estudio de las matemáticas y la teoría de  juegos, pero también de su familia: que iba a esquiar y a hacer alpinismo con algunos de sus casi treinta hijos y nietos (los acompañaba un cocinero de comida  kosher cargado de cacerolas), y que para él el sabbat era muy importante.

Y es que para Robert John –citado por Sacks- el respeto al sabbat va mucho más allá del cumplimiento de la norma. “La observancia del sabbat es algo en extremo bello (…) y es imposible si no eres religioso. Ni siquiera es una cuestión de mejorar la sociedad, sino de mejorar la propia calidad de vida.” Cuando recibió lo que seguramente fue el mayor premio en su vida académica, puso condiciones.

En diciembre de 2005,  Robert John recibió el Premio Nobel por su valiosísimo trabajo durante cincuenta años en el campo de la economía. No fue un invitado  especialmente cómodo para el Comité del Nobel, pues viajó a Estocolmo con su familia, acompañado de muchos hijos y nietos, y hubo que proporcionarles a todos platos, utensilios y comida especial kosher, y ropa de etiqueta especial que no  tuviera ninguna mezcla de lana y lino, algo prohibido por la Biblia.

Su observancia llega a tal extremo que si las circunstancias lo hubiesen obligado a elegir entre el sabbat y el Nobel, no habría tenido duda alguna. Continúa Oliver Sacks

(…) Ese mismo mes descubrí que padecía cáncer en un ojo, y al mes siguiente, mientras me encontraba en el hospital para seguir el tratamiento, Robert John  vino a visitarme. Me contó un montón de entretenidas historias sobre el Premio  Nobel y la ceremonia de Estocolmo, pero también insistió en que, de haberse visto obligado a viajar a Estocolmo en sábado, habría rechazado el premio.

Concluye Sacks: “Su compromiso con el sabbat, con esa sensación de paz absoluta y alejamiento de las preocupaciones mundanas, era más importante incluso que un Nobel.”

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