jueves, 29 de noviembre de 2018

La vaca y la psicología a domicilio


Hace ya unos cuantos años que ha cobrado gran difusión la llamada psicología a domicilio. Libros, revistas, radio y televisión tienen espacios dedicados a aconsejar al ciudadano común que enfrenta tal o cual problema. Las opciones son muchas y la calidad variable: van de lo sensato (que representa un apoyo de consideración para quienes no están en condiciones de acudir con un especialista) a lo disparatado; de un genuino deseo de ayudar a otros, al simple propósito de explotar un interesante nicho de mercado con fines exclusivamente comerciales. Como dice Wislawa Szymborska: “El negocio de la psicología a domicilio consiste en aportar buenos consejos. Es una manera de proceder que utilizamos prácticamente todos cuando tratamos con nuestros amigos. Por lo general, con la mejor de las intenciones y de un modo del todo desinteresado.”

Dale Carnegie fue uno de los autores más destacados en este rubro hace unos años y Szymborska publicó una reseña de su libro Cómo dejar de preocuparse y empezar a vivir.

Sin embargo, no a todo el mundo se le pasa por la cabeza que todos esos consejos pueden ser compilados y publicados. Pero al Sr. Dale Carnegie sí se le ocurrió y, por eso, tenemos entre las manos esta guía sobre cómo luchar contra esas preocupaciones que, no hace falta ni decirlo, nos arrebatan la salud, turban nuestros sueños y emponzoñan nuestro ánimo. Los consejos son bastante benévolos. A algunas personas, en circunstancias muy determinadas, hasta cierto punto y durante algún tiempo, pueden incluso llegar a serles útiles.

Aun reconociendo lo anterior, Wislawa Szymborska cuestiona dos aspectos en la citada obra de Carnegie. El primero tiene que ver con la contundencia del autor para referirse a situaciones complejas, desconociendo todo asomo de duda, incertidumbre o matiz.

Pero en el vocabulario del autor no encontraremos expresiones como “puede”, “parcialmente”, “algunas veces” o “si”. Su optimismo no desfallece en ningún momento y, en ocasiones, adopta un aspecto orgiástico. Creencias tan férreas como esas refuerzan de inmediato mi escepticismo y me llevan a pensar que la ausencia de toda inquietud es aún peor que la angustia. Pone de manifiesto una carencia de imaginación, sensibilidad y una cierta vulgaridad espiritual.

La segunda objeción apunta a los ejemplos cotidianos con que el autor pretende ilustrar sus consejos. “(…) Lo cierto es que debería dejar en paz a esta guía y desearle al menos que tenga algo de éxito con sus lectores, esos a los que les resulta más sencillo mantener el semblante serio. Yo tuve problemas. Sobre todo, mientras leía ‘los ejemplos cotidianos’ con los que el autor adorna sus reflexiones.” Y Szymborska escoge una muestra para argumentar su reparo: “Por ejemplo (…) Carnegie sugiere que la vaca es un buen ejemplo a seguir por las esposas que han sido engañadas, dado que ‘la vaca no enferma solo porque el toro se interese por otra vaca…’.”

Imposible no coincidir con la crítica de la escritora polaca.

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