jueves, 6 de diciembre de 2018

Cumpleaños


Por estos días andaré de cumpleaños. No seré demasiado original al decir cosas como: ¡me parece mentira!, ¡qué rápido se va la vida!, ¡parece que fue ayer que cumplí 40! y tantos lugares comunes por el estilo. Hace algún tiempo que integro el gremio de los sexagenarios.

Como la ocasión lo amerita traigo a colación algunas citas en relación al tema de los años de vida. Comencemos con Marguerite Yourcenar quien, en una carta dirigida a Jeane Carayon, dejaba en claro que se sentía de distintas edades según lo que estuviera haciendo.

Me atreveré a decirle que no pienso tanto en la vejez; nunca creí que la edad fuera un criterio. No me sentí particularmente joven hace cincuenta años (cuando tenía veinte, me gustaba mucho la compañía de la gente mayor), y no me siento "vieja" hoy. Mi edad cambia (y siempre ha cambiado) de hora en hora. En los momentos de cansancio tengo diez siglos; en los momentos de trabajo, cuarenta años; en el jardín, con el perro, tengo la impresión de tener cuatro años.

Por otro lado Josep Pla –entrevistado por Salvador Pániker- admite estar casi avergonzado de los años que sumaba: “Yo tengo una edad descarada, tengo sesenta y ocho años; una edad absolutamente escandalosa. A esta edad todo es diferente.”

Para Alfonso Reyes uno de los peligros de contar ya con cierta edad (o ser adulto mayor, gente grande, persona mayor, tener edad avanzada, o lo que usted guste y mande del nomenclator de nuestro tiempo) reside en tomarse demasiado en serio a sí mismo atribuyendo excesiva importancia al propio trabajo.

En rigor, los peligros de la “cierta edad” consisten en eso: en tomarse demasiado en serio a sí mismo, signo evidente de fatiga. Toda fatiga es gravedad, gravitación, pesantez, pesadumbre. El prudente, ¿o imprudente?, Bertrand Russell pide a los médicos que manden de vacaciones, que impongan una cura de aire y de reposo a todo el que cree demasiado en la importancia de su trabajo, porque éste es ya un primer síntoma de surmenage.

Tengo mucho que agradecer ante un nuevo cumpleaños y -retomando la sugerencia de don Alfonso en cuanto a evitar que con la edad enfermemos de importancia- concluyo haciendo mía la célebre salutación de cumpleaños enviada en cierta ocasión por Groucho Marx: “Si sigues cumpliendo años acabarás por morirte. Besos, Groucho.”

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