Hay
adjetivos de uso habitual que son huidizos a la definición certera. Es el caso
de excéntrico, que siendo pariente
cercano de extravagante y extrovertido, mantiene su distancia.
Jorge
Ibargüengoitia se propone precisar el concepto y para ello -antes que nada-
aclara lo que no es. “En primer lugar está el problema de saber determinar
quién es excéntrico y saberlo distinguir de un loco, por un lado, y por otro,
de alguien que es común y corriente, nomás que pintoresco.” Asimismo establece
diferencias entre los aburridos y aquellos que presentan algún atractivo. “Por
otra parte, ya dentro de la categoría de los excéntricos existe un gran
porcentaje de individuos cuyas características, siendo excentricidades, son
aburridísimas, y conviene, por consiguiente, relegar al olvido.”
Despejado
el terreno, ahora sí Ibargüengoitia acomete la tarea de caracterizar al
excéntrico y presentar algún ejemplo.
El
excéntrico es una persona que a nadie se le ocurriría meter en un manicomio,
pero que tiene ciertas peculiaridades que lo distinguen claramente del común de
la gente. Para ser excéntrico se necesita cierta iniciativa, cierta pasión
creadora, pero al mismo tiempo supone una falla o una deficiencia, que lo
separa fatalmente, al excéntrico, del artista.
Es
excéntrico, por ejemplo, el señor que un día descubre, gracias a algún
razonamiento bastante complicado, que la habitación ideal debe ser hexagonal, y
construye una casa de acuerdo con este principio, y vive en ella explicándole a
los visitantes las virtudes de su figura geométrica predilecta.
(…) Otra
cualidad indispensable del excéntrico es que el resultado de sus locuras debe
ser inofensivo para los demás. El único perjudicado debe ser él mismo.
En muchos
de sus textos es usual que Jorge Ibargüengoitia evoque acontecimientos y
personajes que le son familiares; esta no es la excepción.
El único
excéntrico que he conocido –y reconocido como tal- era un tío político mío. Uno
de los hombres más listos y más industriosos que he conocido.
La
profesión más antigua que yo le conocí fue la de administrador de una
fundición; cuando se aburrió puso una fundición artística –todo esto en un
pueblo en donde no había ni un solo escultor-; cuando cerró la fundición puso
una planta avícola en la sala de su casa –en su buró había un nido de palomas
mensajeras-; después abrió una fábrica de licores e inventó una crema, muy
parecida al chartreuse que se llama
“crema Vergine”; después compró un caserón y pasó varios años reformándolo –él
solo, sin ayuda de albañil- y cuando terminó la alberca, otro tío mío me dijo:
-¿Tu
crees que va a llenarla con agua de la llave? Nada de eso. Va a comprar un
tanque de oxígeno y dos de hidrógeno y va a producir su propia agua.
Finalmente,
para ser reconocido el excéntrico requiere estar rodeado de quienes lo sepan
valorar como tal. “Y aquí hemos llegado a otra característica de los
excéntricos que consiste en una capacidad fuera de lo común para inspirar
leyendas. Un excéntrico rodeado de malos observadores o de gente que lo
considera normal, está perdido.”
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