Basta con asomarse a los muchos
problemas que se advierten por todos lados para saber que no son buenos tiempos
–y tal vez nunca lo hayan sido- para la responsabilidad, para responder por los
propios actos. Mientras la responsabilidad y la culpa siempre se facturan al
otro (representado en una persona, partido, país, creencia…), la crisis se
agrava. Una crisis que tiene algunas facetas de caos (recordemos que Carlos
Fuentes decía algo así como que la palabra caos es la última frontera, por lo
que no admite plural). Cuando la responsabilidad siempre es del otro, lo de uno
será la inocencia; lo que Pascal Bruckner y otros autores identifican como la
tentación de la inocencia. Para el otro, el peso de la ley; para uno mismo, los
atenuantes y justificaciones.
Ahora bien, el asunto no es de ahora (lo que no niega que actualmente alcance dimensiones alarmantes) tal como Byron L. Sherwin lo pone de manifiesto.
Dios
ordenó a Adán y a Eva no comer del fruto prohibido, y, sin embargo, lo
hicieron. ¿Cuál fue su pecado? La mayoría de los comentaristas de la Biblia afirman que éste
consistió en desobedecer el mandato de su Creador. Sin embargo, existe otra explicación
posible. Cuando Dios preguntó a Eva si había comido del fruto prohibido, ella
respondió que fue la serpiente quien la forzó a hacerlo. Cuando Dios preguntó a
Adán, éste contestó que Eva lo había obligado a hacerlo. En realidad, el
auténtico pecado de Adán y Eva no fue desobedecer a Dios, sino echar la culpa a
otro de sus errores en lugar de asumir la responsabilidad de sus obras. Lo que
Adán y Eva le dijeron a Dios fue que no eran responsables de lo que habían
hecho, sino que alguien había decidido por ellos. En definitiva, el verdadero
pecado de Adán y Eva no fue otro que su falta de madurez.
Entonces pareciera que Manuel Rivas sabe de lo que habla cuando afirma que “el oficio más antiguo es mirar para otro lado”.
Sin embargo hay quienes se
rebelan ante ello y desde muy diversos lugares, desempeñando actividades
diferentes, no están dispuestos a desviar su mirada ni a permitir que otros lo
hagan, al poner en conocimiento público aquello que muchos quisieran mantener oculto.
Claro que, y tal como vemos
que sucede con frecuencia, los costos de arriesgarse a ello son muy altos. De
ahí la importancia de reconocer, agradecer, su valentía y compromiso que
seguramente no será en vano.
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