martes, 22 de enero de 2019

Teléfono vs cartas


Los avances tecnológicos presentan novedades que relegan al olvido algunas prácticas vigentes hasta ese momento; los ejemplos abundan: el cine pareció acabar con el teatro, la televisión con el cine, internet con la televisión, etc. Sin embargo los procesos de sustitución no son tan contundentes como aparentan porque lo que llega con soberbia de permanencia, también será pasajero, y lo que parece quedar en el olvido muchas veces encuentra dignos espacios de resistencia.

El advenimiento del teléfono desplazó a las cartas, al género epistolar que fuera tan importante a lo largo de los siglos. Este tema ya tiene sus ayeres y Frédéric Rouvillois cita a Jules Clarétie quien ya anuncia -en relación a Francia- lo que veía venir a fines del siglo XIX.

(…) Esas reglas minuciosas, ora obligatorias, ora poéticas, están sin embargo, hacia fines del siglo XIX, gravemente amenazadas por una gran innovación tecnológica, cuyas consecuencias el gran dramaturgo Jules Clarétie intenta imaginar no sin espanto: el teléfono. "Sé bien, escribe en 1880 en La Vie à Paris, que vivimos en un siglo en el que la ciencia marcha a pasos gigantescos; sé bien que es perfectamente ridículo opinar contrariamente a lo común a propósito de los nuevos inventos; eso está fuera de moda. (...) Pero creo que está permitido preguntarse qué modificaciones formidables traerá el progreso en nuestras costumbres, nuestra manera de decir, de sentir, hasta de pensar, y veo y preveo, a partir de hoy, por ejemplo, en la instalación de teléfonos y el uso de telegramas, la pérdida de todo un arte delicado y encantador, profundamente francés: el arte epistolar; esa conversación con la pluma en la mano.
"Es evidente que cuando se pueda conversar de un extremo al otro de París sin salir de su gabinete, el papel de cartas será perfectamente inútil. Aseguran que ya hay doscientos o trescientos teléfonos instalados alrededor de nosotros; son ochocientas o novecientas personas que pueden, hasta cierto punto, dejar su tintero vacío. Cuando tengamos dos o tres mil teléfonos surcando París, adiós la querida charla por carta: la gran ciudad parecerá una vasta asamblea de gente atacada de sordera e inclinada, de la mañana a la noche, sobre su tubo acústico. (...) Invención admirable, no lo niego, y de una utilidad vociferante, dicho sea sin juego de palabras (...). Pero no dejo de persistir en la creencia de que, si la conversación gana, el arte epistolar y la simple urbanidad perderán".

Pero para Jules Clarétie –siempre citado por Rouvillois- la llegada del teléfono no sólo desplazaría a las cartas sino también a las visitas que en aquel entonces era una costumbre de suma importancia en la sociedad francesa. “¿Para qué las visitas, por ejemplo, con el teléfono? Un simple deseo a través del espacio: '¿Estás bien? -¡Muy bien, gracias!' Está todo dicho. El instrumento queda otra vez silencioso y la cortesía ha sido hecha". Y concluye Frédéric Rouvillois: “Está hecha sin que haya sido necesario vestirse, desplazarse, saludarse, someterse a los ritos exigidos por la visita y sin tener tampoco, en reciprocidad, que verse obligado a recibir la visita de la persona en cuestión. Todo se acelera, ya no se pierde más tiempo.”

Muchos fueron quienes reconocían su pesar ante la desaparición de las cartas, entre ellos el humorista Miguel Gila.

Lamentablemente, los medios de comunicación de hoy están acabando, o han acabado, con esa hermosa costumbre de escribir cartas. Ahora todo se arregla con una llamada telefónica que, si bien tiene el valor de que podemos escuchar la voz de alguien a quien queremos, no nos da esa intimidad que nos ofrece la lectura de una carta y la posibilidad de leerla varias veces y de guardarla por muchos años.

Por su parte Aldous Huxley también se refirió al tema en un artículo con fecha 17 de septiembre de 1932. “¿La gente todavía escribe cartas? ¿O aniquiladores de distancia tales como el tren, el automóvil y el teléfono han impedido prematuramente el desarrollo de eventuales Horace Walpole y Mrs. Carlyle de este tiempo apresurado?” Consideramos que Huxley, que fuera tan visionario en tantos aspectos, en relación a esta cuestión equivocó en mucho su ejercicio de prognosis.

Mi propia creencia es que la producción de cartas interesantes no ha sido gravemente afectada por las nuevas técnicas de comunicación. (…) Porque el buen escritor de cartas es una persona con un don especial: una vocación por la correspondencia. Ejercitará su talento no importa qué obstáculos se le crucen en el camino bajo la forma de máquinas como el teléfono o el automóvil.

Su optimismo acerca de la pervivencia de las epístolas lo basaba en que la escritura permite una sinceridad que se pierde en el mensaje de viva voz.

Pero debemos recordar también que hay circunstancias especiales en las que la escritura de cartas es preferible a una conversación telefónica o una entrevista personal. De este modo, una cierta timidez vuelve difícil para la mayoría de nosotros expresar en palabras, cara a cara, sentimientos que estamos bastante dispuestos a dejar sobre el papel. De ahí las cartas de amor. (…) Hay razones profundamente psicológicas para la carta de amor, y es cauteloso profetizar que ninguna multiplicación de teléfonos o vehículos afectará alguna vez la producción de esta clase de correspondencia tan particular.

Con toda razón se nos dirá que estas notas huelen a viejo porque hoy habría que referirse no solo al correo electrónico sino también a Twitter, Facebook, WhatsApp y tantas otras posibilidades que ofrece la tecnología actual.

Es posible que en algún momento abordemos el tema.

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