jueves, 10 de enero de 2019

Ñ


En su caja de herramientas todos los escritores disponen de los mismos y escasos instrumentos de trabajo. Contando con ello algunos hacen libros memorables, otros… Cabe agregar que aun con los enormes avances tecnológicos en tiempos recientes, las letras se mantienen impertérritas y fieles a sí mismas; como dice Luis Melnik

Éstas son todas, las únicas, las letras que usaron Borges, García Márquez o Cervantes.
ABCDE 
FGHIJ 
KLMN 
ÑOPQR 
STUV 
WXYZ
(…) Con ese abigarrado paquete de letras y nada más que con ellas, se han construido las más grandes hazañas de la cultura humana. Esas figuritas han sido las armas de los grandes pensadores, del amor, de la plegaria, del poeta genial y el anónimo cancionero; de los científicos, los poderosos, los humildes, la educación, la historia.

Sin embargo hubo –y hay- escritores menos afortunados dado que una de ellas permaneció omisa a sus afanes por llegar a decir algo. Melnik también se refiere a ello

Una menos usó Shakespeare: la eñe. Decimosexta letra del abecedario español y decimatercera de sus consonantes. Representa un sonido de articulación nasal, palatal y sonora. Y los hispanohablantes luchamos por ella como el vestigio fundamental que el idioma global intenta borrar. La eñe es el molino de vientos de los quijotes modernos que cabalgan por los aires de las redes etéreas, lo que quizá requiera más imaginación que la febril del Caballero.

Resulta evidente que por estos –y otros tantos- rumbos la Ñ es marca de identidad. ¡Difícil imaginar qué sería de nosotros hispanoparlantes sin ella! Al decir de Melnik: “La eñe carga una nubecilla en su lomo. Es el signo de amor a la lengua española, con eñe, claro. Pequeña grande lucha por la gloria del idioma.” Y es que sin ella –concluye Melnik- “no habría España ni mañana ni niños”.

¡Casi nada!

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