En su caja de herramientas todos los
escritores disponen de los mismos y escasos instrumentos de trabajo. Contando
con ello algunos hacen libros memorables, otros… Cabe agregar que aun con los
enormes avances tecnológicos en tiempos recientes, las letras se mantienen
impertérritas y fieles a sí mismas; como dice Luis Melnik
Éstas son todas, las únicas, las letras
que usaron Borges, García Márquez o Cervantes.
ABCDE
FGHIJ
KLMN
ÑOPQR
STUV
WXYZ
(…) Con ese abigarrado paquete de letras
y nada más que con ellas, se han construido las más grandes hazañas de la
cultura humana. Esas figuritas han sido las armas de los grandes pensadores,
del amor, de la plegaria, del poeta genial y el anónimo cancionero; de los
científicos, los poderosos, los humildes, la educación, la historia.
Sin embargo hubo –y hay- escritores
menos afortunados dado que una de ellas permaneció omisa a sus afanes por
llegar a decir algo. Melnik también se refiere a ello
Una menos usó Shakespeare: la eñe.
Decimosexta letra del abecedario español y decimatercera de sus consonantes.
Representa un sonido de articulación nasal, palatal y sonora. Y los
hispanohablantes luchamos por ella como el vestigio fundamental que el idioma
global intenta borrar. La eñe es el molino de vientos de los quijotes modernos
que cabalgan por los aires de las redes etéreas, lo que quizá requiera más
imaginación que la febril del Caballero.
Resulta evidente que por estos –y otros
tantos- rumbos la Ñ es marca de identidad. ¡Difícil imaginar qué sería de
nosotros hispanoparlantes sin ella! Al decir de Melnik: “La eñe carga una
nubecilla en su lomo. Es el signo de amor a la lengua española, con eñe, claro.
Pequeña grande lucha por la gloria del idioma.” Y es que sin ella –concluye Melnik-
“no habría España ni mañana ni niños”.
¡Casi nada!
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