Difícil
encontrar ciudad, pueblo u oficio que no tenga su patrono de cabecera. Las historias
en relación a cómo quedaron asociados a determinado gremio no dejan de ser
asombrosas. Adolfo Bioy Casares da cuenta de una de ellas.
Santoral. San José de Cupertino. Nació en 1602,
en Cupertino, pueblito napolitano. Su familia era muy pobre. Porque no tardó en
demostrar incapacidad para el estudio, sus padres lo sacaron de la escuela y lo
colocaron de aprendiz de remendón; era tan desmañado que no logró aprender el
oficio. A los 17 años entró como hermano lego en un convento franciscano; al
poco tiempo lo despidieron, por inservible.
(Permítaseme introducir un largo
paréntesis sobre este punto ya que me llama la atención que haya sido expulsado
por los franciscanos y diré el por qué de mi asombro. Hace no mucho tiempo
coincidí en un evento con frailes franciscanos y pregunté a uno de ellos cómo
había ingresado a la orden. Me comentó que había sido aspirante al clero
secular pero fue rechazado sin contemplaciones en la prueba de admisión. Al ver
su desencanto, el maestro de seminaristas le dijo: “No te pongas triste: ve con
los franciscanos que ellos admiten a cualquiera…”. Y agregó: “Desde hace
cuarenta años soy fray Cualquiera, ¡para servirle!”).
Pero volvamos a la historia de San José
de Cupertino, siempre en versión de Bioy Casares.
Trató de ingresar en la orden de los
Capuchinos, pero lo rechazaron. En 1621, por la recomendación de un tío suyo,
lo admitieron en Santa María de Grosella, como oblato. Allá los padres
superiores comprendieron pronto que, en su caso, la santidad se escondía bajo
la rudeza y lo consideraron digno del sacerdocio. El estudio fue para él un
verdadero suplicio, porque sus facultades mentales eran escasas; sin embargo,
pasó los exámenes milagrosamente y fue ordenado el 18 de marzo de 1628.
Seguramente las muchas adversidades que
debió superar el patrono de los estudiantes por sus limitaciones, constituye un
aliciente para muchos jóvenes que reprueban en forma reiterada sus exámenes y
que no deben darse por vencidos emulando a su santo patrono.
Hasta aquí lo que tiene que ver con los
estudiantes. Pero… ¿y lo de los aviadores?; Adolfo Bioy Casares nos saca de
dudas.
Se retiró a orar. Durante los arrobamientos
permanecía en suspenso en el aire, en suave levitación; por esto y por los
milagros que le atribuyeron, intervino el Santo Oficio. Fue largamente
examinado y se llegó a la conclusión de que no había "nada censurable en
fray José". Murió, como lo había predicho, el 18 de septiembre de 1663.
Clemente XIII lo canonizó. Es patrono de los estudiantes y también, por ser
llamado el Santo Volador, de los aviadores.
Finalmente digamos que -debido a que
predijo con exactitud la fecha de su muerte- también pudo haber sido el patrono
de videntes y adivinos, aunque dudo mucho que la Iglesia preste cobertura a
este tipo de actividades.
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