Si no
fuera por José Jiménez Lozano jamás me hubiera enterado de su existencia.
Una vez,
hace años, oí decir a un guarda del pinar de un pueblo de Burgos que en su
familia todo había ido de mal en peor desde que a un tatarabuelo suyo le habían
sentado “en la Caucana”, y cuando le pregunté que qué era la Caucana, me
contestó: “una silla que al que sentaban allí ya no levantaba cabeza”; pero no
pudo dar más explicaciones.
Como Jiménez
Lozano no es hombre de darse por vencido así nomás, decidió prestar atención al
asunto y descubrió que la Caucana fue un procedimiento que permitió aliviar la
forma de castigos usuales en el pasado.
Ahora,
viendo papeles del XVIII, me encuentro con que un clérigo reformador del
Seminario de Orihuela, que tomó posesión de su cargo, el 9 de julio de 1738,
hizo algunas recomendaciones sobre los castigos corporales: la disciplina, la
férula y la palmeta, prohibiendo que se dieran “puñadas” y pellizcos. Y añade
que, en vez de esos castigos físicos, se podrá “muchas veces” emplear “la
afrenta y el sonrojo”, y señala la manera: “haciéndolos poner una corona o
carma, o que se sienten en el banquillo llamado Caucana y que allí les canten
algunos versos de mofa y afrenta”.
Cabe
recordar que durante mucho tiempo los pugilatos académicos constituyeron un
procedimiento escolar para alcanzar lo que hoy llamaríamos la excelencia
académica. Pues bien, a los vencidos en estas lides también se los sentaba en
el referido banquillo.
A
partir de aquí –de acuerdo con Jiménez Lozano- todo son preguntas en relación
al tema.
¿Se
llamaría también en otras partes “la Caucana” a un procedimiento de afrenta
pública? Y lo tremendo es que, como se ve, era el viento del espíritu ilustrado
que venía si no a desterrar sí a regular los castigos físicos y a sustituirlos
por una afrenta: afortunadamente “las orejas de burro”, se imagina uno, poco
más que pura chacota entre estudiantes de la que el primero en reírse sería el
que ocupaba “la Caucana”.
¿Se
llamaba así al banquillo de los acusados inquisitoriales en alguna parte? No lo
he encontrado nunca, aunque tenemos pocos testimonios de los autillos de pueblo
y, por lo que conocemos, parece que consistieron en acudir a misa en el
presbiterio, sentados en un banquillo como de zapatero, desde luego, y con una
vela en la mano.
Al fin
que todos los días se aprende algo nuevo y seguramente usted ya tiene una
amplia lista de personajes cuyos actos los convierten en serios candidatos a
ser enviados a la Caucana cívica emplazada en diversos lugares con amplia
concurrencia de público.
No hay comentarios:
Publicar un comentario