jueves, 25 de julio de 2019

Escalofriante


Antes que nada una advertencia. Esta historia es sumamente dolorosa, si cree que no está en buen momento para tomar conocimiento de ella, por favor no siga leyendo.

En el artículo anterior nos aproximamos –guiados por Michel Tournier- a la situación de algunos desaparecidos por voluntad propia en Francia, quienes en muchos casos terminan viviendo en las calles como vagabundos o indigentes.

Eso me llevó a recordar que hace años encontré en la prensa una nota estremecedora y que de alguna manera está relacionada con el tema. Acudí al Almacén, encontré aquel breve texto (publicado en julio de 2002) que nunca pude olvidar en los años transcurridos desde que lo leí.

Es altamente probable que presuntos integrantes de grupos armados de los años 70 se encuentren aún recluidos en prisiones clandestinas, a más de dos décadas de ocurrida la llamada guerra sucia, e incluso que algunos de los detenidos hayan sido puestos en libertad por sus captores, pero ya afectados de sus facultades mentales, por lo que es necesario elaborar un registro nacional de indigentes, afirmó el fiscal especial para desaparecidos, Ignacio Carrillo.

Quiero resaltar que allí no se expresaba una conjetura de organizaciones independientes sino del propio fiscal especial designado por el gobierno para indagar la situación de los desaparecidos.

Recuerdo que durante muchos meses cuando en la calle me cruzaba con algún indigente, enseguida calculaba su edad y me preguntaba si no pudiera ser uno aquellos casos a los que aludía el fiscal Carrillo.

Tiempo después, en un libro de Refugio Bautista Zane encuentro información aún más escalofriante al respecto.

Carlos Francisco Castañeda de la Fuente fue un hombre que quiso asesinar al presidente Gustavo Díaz Ordaz, pero falló en el intento. Al ser detenido por elementos de la Dirección Federal de Seguridad, uno de los policías era Miguel Nazar Haro, "...le amarró los testículos con hilo de cáñamo, de un jalón lo arrodilló y lo obligó a rezar". Pasó 23 años recluido en un hospital psiquiátrico sometido a estudios, interrogatorios y a una vigilancia permanente. Ingresó al hospital el 4 de junio de 1970 y salió el 23 de diciembre de 1993, convirtiéndose en indigente. 
La policía lo sometió a golpizas y fuertes interrogatorios. El mismo Castañeda relata algunas de las preguntas y torturas a que fue sometido: ¿Quién te pagó, quién te ordenó, quién te mandó? ¿Qué quieres que te saque un ojo, un diente o una uña? ¿Cómo quieres morir, fusilado o quemado? Él siempre contestó que su intento de matar al presidente, fue “... por la matanza de Tlatelolco”. Lo curioso del caso es que en 1993, la Secretaría de Gobernación buscó su expediente legal, y no encontró ningún documento que aclarara por qué fue enviado a ese hospital. En su expediente clínico tampoco se aclaraba qué autoridad lo envió y en qué calidad jurídica.

Refugio Bautista Zane relacionaba este caso con lo que pudiera haberle pasado a otras personas y concluía en lo mismo que la nota de inicio.

El caso de Carlos Francisco, refuerza la hipótesis del titular de la Fiscalía para Movimientos Sociales y Políticos del pasado, quien no descartó “que algunos miembros de los movimientos armados de los años 70 y 80 del siglo XX, hayan sido recluidos en hospitales y cárceles clandestinas y que tras resultar afectados de sus facultades mentales se hubieran convertido en indigentes”. (La Jornada, 17 a 20/4; 5/9/2004)

Una vez más queda de manifiesto que la denominación guerra sucia constituye un suave eufemismo para identificar lo que se hizo y que no tiene nombre.

A los desaparecidos por motivos políticos hay que sumar a quienes en años recientes lo han sido en tanto víctimas de secuestro, narcotráfico, redes de prostitución, tráfico de personas, etc. (cuyas familias siguen buscándolos por cielo y tierra porque ya se sabe que la esperanza es terca).

Al recordar el artículo anterior solo nos resta pensar: ¡qué suerte tienen los franceses!

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