Diversos
autores han asociado la genialidad con los diversos padecimientos y trastornos
que afectan a los artistas: que si algunos pintores han logrado destacar debido
a sus anomalías en la visión, que si Paganini sobresalió gracias a la
anormalidad de sus manos, etc. En este mismo espacio ya nos hemos referido a
ello.
Una
nota titulada “En la música de Beethoven sonaría su arritmia cardíaca” publicada
en el periódico Clarín (17/1/2014, p.
63) nos permite volver sobre el tema.
Se
ha dicho tantas veces que la música viene del corazón. Pero era una metáfora,
se entiende una manera de decir que hay una conexión interna entre el autor sus
sentimientos, ojalá sus ideas, y lo que suena. Siempre se dijo eso y ahora se
dice Ludwig Van Beethoven escribía siguiendo su corazón. Pero se está diciendo
otra cosa. No que seguía sus sentimientos: que su música tenía que ver con su
arritmia.
Para
que no se crea que todo se origina en una simple corazonada, la nota pasa a
referir la fuente así como algunos pormenores de la investigación.
Lo
dice un estudio llevado a cabo por tres científicos: Zachary Golderberger, del
departamento de Cardiología de Universidad de Washington (en Seattle); Steven
Whiting, del Departamento de Musicología de la Universidad de Michigan y Joel
Howell del Departamento de Medicina Interna de la misma universidad.
Los
investigadores tomaron la partitura como una especie de electrocardiograma. En
los ritmos punteados de Beethoven, en sus pausas repentinas, escuchan el eco
del corazón del compositor alemán.
Donde
otros vieron genialidad, ellos escucharon arritmia.
“Su
música pudo haber sido sentida en el corazón tanto en sentido figurado como
físico. Cuando el corazón late irregularmente debido a una enfermedad lo hace
de una manera predecible. Creemos que algunas de esas pautas se pueden escuchar
en su música”, explica Howell, según el The
Daily Mail.
Las
referencias a los problemas físicos de Beethoven habitualmente se han centrado
en su sordera; aquí aparece una nueva perspectiva.
Beethoven
empezó a perder el oído alrededor de los 30 años. Es decir que compuso gran
parte de su obra cuando los sonidos a su alrededor se iban apagando. Y obras centrales
fueron escritas con el autor completamente sordo ya. ¿Quizás escuchaba a su
corazón?
La
investigación se basó en tres obras: la Sonata para piano en Mi Bemol mayor, el
cuarteto de cuerdas número 13 en Si Bemol mayor y la sonata para Piano número 31.
Los
investigadores hablan de ritmos como de galope, de golpes irregulares, de una
suerte de taquicardia en algunos tramos.
Hasta
oyen, en las indicaciones para la mano derecha en la Sonata para piano, algo
similar a una disnea.
“La
sinergia entre nuestras mentes y nuestros cuerpos moldea la forma en que
experimentamos el mundo. Esto es evidente en el mundo de las artes y la música,
que refleja las experiencias más íntimas de la gente”, añade Howell.
Para
abundar en la pertinencia de su hallazgo, los estudiosos ejemplifican con otra
composición del extraordinario músico.
Una
de las obras en la que los investigadores ven su hipótesis es en la Cavatina
del Cuarteto de cuerda en Si Bemol mayor Opus 130.
En
medio del cuarteto, la tonalidad cambia a do bemol mayor, lo que implica un
ritmo desequilibrado que evoca desorientación y que incluso ha sido descrito como
una “falta de aire”.
Claro
está que lo anterior representa un enorme desafío para los buenos ejecutantes
que siempre buscan sentir lo mismo que el compositor.
En
las instrucciones para los músicos hay una sección marcada como beklemmt, una palabra alemana que se
traduce como “pesado de corazón”. Los autores apuntan que dicho término podría
querer indicar tristeza, pero no descartan que quisiera describir la sensación
de presión, un sentimiento que se asocia con la enfermedad cardíaca.
Me
imagino que no falta mucho para que se de a conocer –en la ingenuidad de
suponer que aún no se ha hecho- la investigación que confirme que las
partituras de Beethoven son mucho mejor interpretadas por aquellos músicos que
tengan su mismo padecimiento.
Al
tiempo.
Finalmente
ante este tipo de estudios no sobra recordar que la gran mayoría de personas
que sufren de arritmia ni siquiera alcanzan la categoría de músicos mediocres y
que somos muchos quienes sin ser sordos definitivamente tenemos muy mal oído.
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