martes, 15 de octubre de 2019

Eufemismos a la mexicana


Existen situaciones que no se quiere reconocer, otras que se procura pasen de contrabando con el objetivo de conservar privilegios obtenidos a la mala; para ello se controla el lenguaje teniendo a disposición un conjunto de eufemismos, que dicen sin decir. Así, para Sara Sefchovich

Cuando se ha conseguido apoderarse de la palabra, no solamente se puede decir lo que se quiera, inventar, exagerar o minimizar, ocultar o tergiversar, sino que las palabras se pueden voltear y hasta cambiarles su significado y darles el que se desee con tal de que lo que se dice no suene tan mal como realmente es. 

Los eufemismos están de moda por cualquier rumbo hacia donde se mire. No son exclusivos de México, sin embargo Sara Sefchovich cita los más usuales en estas tierras. 

Con tal de no llamar a las cosas por su nombre, se usa una retórica enrevesada, como cuando el presidente de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos acusa a unos policías de que "probablemente hayan transgredido el derecho a la vida" para decir que son sospechosos de haber matado a alguien o cuando la Secretaría de Gobernación habla de "hechos violentos que afectaron vidas humanas" para informar sobre un montón de heridos en alguna refriega. 

La lista es extensa y Sefchovich proporciona ejemplos provenientes de diversos ámbitos del entorno político-social.

Entre nosotros, a los inválidos se les llama "con capacidades diferentes", a los viejos "adultos en plenitud" (me escribe un lector: "¿En plenitud de qué? Será de enfermedades de incapacidades de problemas"), a las cárceles “centros de readaptación social”, a las guarderías “centros de desarrollo infantil”, a la lucha contra la corrupción "renovación moral", a la prostitución "sexoservicio", a los niños que no tienen casa donde vivir, “en situación de calle”. 

Pero como decía el clásico, “aún hay más”.

Entre nosotros los arraigos se “conceden”, las órdenes de aprehensión se “obsequian” y las investigaciones se “atraen”. Entre nosotros, a cualquier campaña que quieren hacer, sea para que no se desperdicie el agua o para que se recoja la basura, [la convierten en] "una cultura": "por una cultura del agua", "por una cultura de la limpieza", por una cultura de "la legalidad", por una cultura de lo que sea. Como dice un estudioso, "es un modo de decir o sugerir con disimulo ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante" (…)
Otra "reformulación retórica" fue la desaparición en 1999 del rubro llamado "partidas secretas" del presupuesto, porque era necesario adaptarse a las nuevas obligaciones que imponía la transparencia. Pero, inmediatamente después, surgió uno nuevo llamado "gasto discrecional". ¡Todo consiste en hacer un cambio de nombre y listo, ya parece como si se tratara de otra cosa!

En síntesis -concluye Sara Sefchovich- como afirma un escritor "todo es cosa de atribuirle un nombre diferente a las cosas y ya por eso creemos que las podremos mejorar", o también en el decir de Enrique Dussel, el eufemismo tiene "una intención de maniobrar con las palabras para decir exactamente lo contrario de lo que realmente es".

No hay comentarios: