viernes, 25 de octubre de 2019

Viajes hacia uno mismo o las aventuras de los adentros



De un tiempo a esta parte el viaje de placer se ha puesto de moda. Claro que desde siempre se ha viajado, pero no al nivel masivo en que se hace actualmente. Mucho tiene que ver en todo esto la reducción de tiempos de traslado, el abaratamiento (según temporadas) de los pasajes, la posibilidad de alojamientos más austeros, los viajes como indicador de estatus social, vivir en un mundo más globalizado, la promoción de destinos de moda, etc.

Pero también están los otros, los viajes hacia uno mismo. Es muy importante vivir mirando hacia afuera pero conviene no olvidarse de los adentros. Hay momentos especiales en la vida en que este viaje interior es imperioso y tal vez por ello Aleksandr R. Luria afirmaba que “(...) recuperar la historia de uno mismo es una forma de curación.”

En opinión de Julio Llinás aun los viajes por otros rumbos, se convierten inevitablemente en recorridos por uno mismo: “He viajado bastante, pero los míos siempre han sido viajes a través de mí mismo acompañado por lugares, ciudades y personas.” Por su parte, Gastón Bachelard –citado por Ruben Loza Aguerrebere- coincide con que los viajes siempre terminan siendo hacia adentro: “(…) viajar significa un cambio interior permanente a través de la variabilidad continua del entorno”.

Nada menos que un viajero infatigable como lo fue Ryszard Kapuscinski, subraya la posibilidad de viajar sin tener que moverse. “Confucio ha dicho que como mejor se conoce el mundo es sin salir de casa. Y no le falta razón. No es imprescindible desplazarse en el espacio; también se puede viajar hacia el fondo del alma.”

Porque finalmente no son pocos quienes coinciden con el Maître de Santiago, de Henry de Montherland, al creer –la cita es de José Jiménez Lozano- “que las grandes aventuras son siempre de los adentros”.

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