viernes, 31 de enero de 2020

Amistad y política


Sucede con frecuencia que las discrepancias ideológicas ponen en graves riesgos a la amistad. De ahí que ciertos grupos de amigos, con el fin de llevar la fiesta en paz, llegan a un acuerdo: no hablar ni de política ni de religión (y hay quienes agregan fútbol).

Pero cuando se trata de personajes públicos cuyas ideas son conocidas, el problema se vuelve más complejo. En esos casos es usual que la llama de la amistad se apague, por lo que quienes tuvieron vínculos estrechos –a veces, durante muchos años- pasan a tener un trato lejano, distante.

Y en algunos casos hasta se vuelven invisibles.

Esto le sucedió a Max Aub, quien el 23 de febrero de 1952 redactó la siguiente misiva.

Carta a un comunista que hizo lo posible por no saludarme en el entierro de don Enrique González Martínez.
Mi querido amigo,
Te vi, me viste e hiciste que no me veías, distrayendo la mirada, fijándola más allá de donde me encontraba. El porqué es claro: no te gusta lo que escribo estos últimos años. No se trata de la calidad (no se deja de saludar a los malos escritores -lo que tal vez sería saludable-), no, sino que supones -crees, voy a admitir- que mi literatura "no está en la línea" del partido político al que perteneces.
Lo siento, porque te tenía, te tengo, por mi amigo. Y, ¿qué es un amigo? Por lo visto existe un concepto comunista de la amistad que no admite la divergencia de ideas. Es una lástima. Porque sabes que creo que lo más probable es que, en un tiempo más o menos lejano, los comunistas regirán el mundo y me sabe muy mal que con ellos venga a imponerse este nuevo concepto de la amistad, ese afecto desinteresado que, por lo visto -y no visto en esta ocasión- sí es, en vosotros, interesado, con lo que, sencillamente, deja de existir.

Hasta ahí la dolida carta de Max Aub.

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