miércoles, 29 de enero de 2020

Cuando el escritor quiere pasar a la acción


Hay momentos en la vida de algunos escritores que sienten cierta insatisfacción por lo que perciben como su falta de acción. Así, aparece el cansancio por la soledad de su labor, por limitarse a emitir opiniones y juicios acerca de los demás, por ver las cosas de fuera, por existir en el entorno de la teoría; en definitiva, por no jugársela más.

Algo de esto le sucedió a Giovanni Papini.

El saber no me bastaba ya; quería actuar. No me satisfacía plenamente escribir; quería proyectar mi voluntad en las cosas y en los espíritus. Ansiaba salir de esta contemplación sin límites, de este desgranar palabras y conceptos sin vida, de estos fuegos de artificio de efímeras ideologías, de cohetes paradójicos y de  girándulas fantásticas. Estaba harto de permanecer a la expectativa, de comentar  y de juzgar lo que hacen los demás; de criticar y destruir solamente. El mundo puramente cerebral, vertebral y de papel en que me debatía se me aparecía árido y sin esperanza. Era preciso emprender alguna empresa más amplia, más fecunda, más concreta.

Para Papini había mucho de pasividad en su dedicación de tiempo completo a la lectura y la escritura. Quería pasar a la acción, sin embargo no le convencía cualquier tipo de activismo.

Pero no para  lanzarme en la vida primordial y animal de todo el mundo, en los negocios habituales, en las tareas ordinarias, en la acción que se reduce a una  fiera repetición, en la lucha que no es más que la lucha por el pan y por el techo, por el dinero, por la mujer y por la autoridad. 

¿Por dónde siguió su vida?, ¿qué tipo de acciones decidió emprender?, ¿llegó a ese mayor compromiso que tanto anhelaba?

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