Quién
sabe cuándo empezó la costumbre de representar al amor mediante un corazón. La
corteza de un árbol, el teléfono público, un pupitre de escuela, la pared…,
todo es bueno a la hora de querer dar carácter público –en algunos casos sin
perder el debido anonimato- del amor entre dos adolescentes. Tarjetas, globos,
envases de chocolates, toman forma de corazón para no dejar dudas acerca del carácter
amoroso del obsequio.
¿A
quién se le ocurrió que el mejor órgano para representar el amor es el corazón?
Diversas
fuentes ponen en cuestión tal supuesto. Es el caso de Miguel Mandujano quien lo
localiza en otras partes menos románticas –hígado, riñones, aparato
respiratorio, etc.- de la anatomía.
El amor no es una cosa del corazón; es, más bien, una
cuestión de hígado y riñones. La confusión se debe a que diversas expresiones
culturales se han empeñado en representar el amor con el órgano motor central
de la circulación, lo cual es una arbitrariedad.
El estado del enamorado común arroja la participación de
órganos, podríamos decir, algo más viscerales. El enamoramiento afecta
primeramente al estómago, que es donde revolotean aquellas famosas
“maripositas”, imperceptibles a la vista pero de innegable presencia, a razón
de sus efectos. Incluso, hay suficientes razones para pensar que la aceleración
de la respiración y la aparente falta de aire se deben no a la taquicardia
(ausente en ocasiones) sino al ensanchamiento del estómago o panza; lo mismo
ocurre con la pérdida del apetito y la consecuente sensación de vacío.
Como
era de esperar en un profesional vinculado a las neurociencias, Facundo Manes
no duda en apuntar al cerebro.
El amor
modifica nuestro cerebro. (…)
En otras
palabras: la corteza frontal, vital para el juicio, se apaga cuando nos enamoramos y así logra que se suspenda toda
crítica o duda.
Finalmente Michel Tournier
presenta otra opción cuando afirma que “(…) el amor enturbia la mirada y el
espíritu.” De allí la valentía que lo caracteriza, puede con todo: “No
retrocede ante nada: la fealdad, la cobardía, la suciedad.” Por eso para
decirlo todo de una vez: “Cuando amas a alguien, amas también sus verrugas.”
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