miércoles, 19 de febrero de 2020

Oliver Sacks y la bendición de llegar tarde


Ya nos hemos referido al testimonio de Oliver Sacks en relación al difícil periodo de su vida en que fue adicto a las drogas, en particular a las anfetaminas. Cuenta que por aquel entonces lo invitaron a una singular fiesta.

Polvo de ángel, ¡qué nombre tan dulce y atractivo! Y también engañoso, pues sus efectos estaban muy lejos de ser dulces. Dado que en la década de 1960 era un impulsivo consumidor de droga, estaba dispuesto a probarlo todo, y, conociendo  mi curiosidad peligrosa e insaciable, un amigo me invitó a participar en una “fiesta” de polvo de ángel en un loft del East Village.

El azar, los imponderables de la vida, la casualidad o el destino –como quiera llamársele- hicieron que aquel día llegara tarde y describe el panorama con el que se encontró.

Llegué un poco tarde -la fiesta ya había comenzado- y cuando abrí la puerta me encontré con una escena tan surrealista, tan delirante, que el té del Sombrerero Loco parecía, en comparación, un ejemplo de cordura y decoro. Había casi una docena de personas, todas ellas sonrojadas, algunas con los ojos inyectados en sangre, varias se tambaleaban. Un hombre profería gritos estridentes y saltaba sobre el mobiliario, quizá pensando que  era un chimpancé. Otro “despiojaba” a su vecino, arrancándole insectos imaginarios del brazo. Uno había defecado en el suelo y jugaba con las heces, haciendo dibujos en ellas con el dedo. Dos de los invitados estaban inmóviles, catatónicos, y otro hacía muecas y balbuceaba un fárrago que sonaba como las “ensaladas de palabras” de los esquizofrénicos. Telefoneé a urgencias, y todos los participantes fueron trasladados a Bellevue. Algunos tuvieron que permanecer hospitalizados durante semanas. Me alegré enormemente de haber llegado tarde y no haber probado el polvo de ángel.

Concluye el relato con observaciones propias de su experiencia como neurólogo.

Tiempo después, cuando ya trabajaba de neurólogo en el Hospital Estatal del Bronx, vi a algunos pacientes a los que el polvo de ángel (fenciclidina, o PCP) había precipitado a estados pseudoesquizofrénicos que a veces duraban meses. Algunos también sufrían ataques, y descubrí que muchos mostraban un electroencefalograma muy anormal incluso transcurrido ya un año desde que probaran el polvo de ángel. Uno de mis pacientes asesinó a su novia cuando los dos estaban colocados de PCP, aunque no recordaba nada del hecho. (…)
El PCP se introdujo originariamente como anestésico en la década de 1950, pero en 1965 ya no se le daba ningún uso médico debido a sus espantosos efectos secundarios.

Polvo de ángel le llaman.

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