Ya nos
hemos referido al testimonio de Oliver Sacks en relación al difícil periodo de
su vida en que fue adicto a las drogas, en particular a las anfetaminas. Cuenta
que por aquel entonces lo invitaron a una singular fiesta.
Polvo de
ángel, ¡qué nombre tan dulce y atractivo! Y también engañoso, pues sus efectos
estaban muy lejos de ser dulces. Dado que en la década de 1960 era un impulsivo
consumidor de droga, estaba dispuesto a probarlo todo, y, conociendo mi curiosidad peligrosa e insaciable, un
amigo me invitó a participar en una “fiesta” de polvo de ángel en un loft del
East Village.
El
azar, los imponderables de la vida, la casualidad o el destino –como quiera
llamársele- hicieron que aquel día llegara tarde y describe el panorama con el que
se encontró.
Llegué un
poco tarde -la fiesta ya había comenzado- y cuando abrí la puerta me encontré
con una escena tan surrealista, tan delirante, que el té del Sombrerero Loco
parecía, en comparación, un ejemplo de cordura y decoro. Había casi una docena
de personas, todas ellas sonrojadas, algunas con los ojos inyectados en sangre,
varias se tambaleaban. Un hombre profería gritos estridentes y saltaba sobre el
mobiliario, quizá pensando que era un
chimpancé. Otro “despiojaba” a su vecino, arrancándole insectos imaginarios del
brazo. Uno había defecado en el suelo y jugaba con las heces, haciendo dibujos
en ellas con el dedo. Dos de los invitados estaban inmóviles, catatónicos, y
otro hacía muecas y balbuceaba un fárrago que sonaba como las “ensaladas de
palabras” de los esquizofrénicos. Telefoneé a urgencias, y todos los
participantes fueron trasladados a Bellevue. Algunos tuvieron que permanecer
hospitalizados durante semanas. Me alegré enormemente de haber llegado tarde y
no haber probado el polvo de ángel.
Concluye
el relato con observaciones propias de su experiencia como neurólogo.
Tiempo
después, cuando ya trabajaba de neurólogo en el Hospital Estatal del Bronx, vi
a algunos pacientes a los que el polvo de ángel (fenciclidina, o PCP) había
precipitado a estados pseudoesquizofrénicos que a veces duraban meses. Algunos
también sufrían ataques, y descubrí que muchos mostraban un
electroencefalograma muy anormal incluso transcurrido ya un año desde que
probaran el polvo de ángel. Uno de mis pacientes asesinó a su novia cuando los
dos estaban colocados de PCP, aunque no recordaba nada del hecho. (…)
El PCP se
introdujo originariamente como anestésico en la década de 1950, pero en 1965 ya
no se le daba ningún uso médico debido a sus espantosos efectos secundarios.
Polvo
de ángel le llaman.
No hay comentarios:
Publicar un comentario