miércoles, 25 de marzo de 2020

Cuando los escritores raros dejan de serlo


En un artículo que ya tiene sus ayeres, Luis Ignacio Helguera reconocía su interés por “explorar las personalidades y las obras de algunos escritores raros (Virgilio Piñera, Pedro F. Miret, Pita Amor, Saki, Roland Topor, Aloysius Bertrand, Charles Bukowski, entre otros) (…)”. Pero admite que lo que nunca imaginó es “que se desataría en estos desconcertantes inicios del siglo XXI un boom de interés en los raros”.

¿Cuál era el motivo de ir tras la obra de estos escritores marginales?  Helguera no deja lugar a dudas: “Mi inclinación por los raros era (es) una consecuencia natural de mi fobia a los bestsellers, a los autores que hay que leer, a las modas literarias.”

Sin embargo el poder de estas últimas resulta avasallador al infiltrarse por múltiples resquicios en el mundo de las letras.

Pero la moda no respeta nada: todo lo doma la moda (a la moda, dómala, debiera ser palindrómicamente). Hasta lo más raro, lo más singular, acaba, por lo visto, absorbido por esa frívola glotona, por esa gran puta.

Una vez más queda de manifiesto, como sostiene Javier Gomá Lanzón, que la moda termina incorporando las transgresiones, las vuelve parte del mercado.

Llegados a este punto, Luis Ignacio Helguera se interroga acerca del destino de los raros de otrora.

¿No eran acaso auténticos raros Horacio Quiroga, Felisberto Hernández o Juan Rulfo cuyas obras circulan hoy en idiomas y ediciones múltiples? ¿No era un raro Pessoa, sobre cuyos últimos días publicó recientemente Antonio Tabucchi, autor de moda, un librito de éxito?

Pero el carácter inequitativo de la confrontación no llevaría a Helguera a desistir de su compromiso con los raros. “¿Es una casualidad que el escritor raro José de la Colina y el que escribe estas líneas coincidamos actualmente en la impartición de cursos sobre escritores raros o extraños?”

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