La vida no es fácil, menos aún en
tiempos de apreturas materiales y emocionales. John Berger evoca de cuando niño la presencia de su madre
por medio de breves pincelazos que lo dicen todo.
Se volvía para que
no la viera llorar
¿A qué se debería aquella discreción
materna? Surge la primera respuesta posible.
Puede que lo hiciera
para no ponerme triste
Sabido es que en el terreno de las
conjeturas, siempre cabe más de una
(…) pero también porque sus lágrimas la
llevaban a otro tiempo, antes de que yo ni siquiera estuviera en sus
pensamientos.
El niño aprendía que todo lleva su
tiempo.
Yo esperaba mientras lloraba, como uno
espera en un paso a nivel a que termine de pasar un tren con muchos vagones.
Hasta que las lágrimas se iban y
regresaban las palabras.
Al cabo de un rato
se secaba las lágrimas y decía: Nos arreglaremos.
Pero para que ello fuese posible habría
que hacer milagros en lo cotidiano.
Sólo tenemos que
conseguir que un poco dure mucho.
Todo parece indicar que lo consiguieron.
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