jueves, 26 de marzo de 2020

La literatura erótica llega con retraso


Es posible que en tiempos de proliferación de imágenes y donde el concepto de intimidad vive cambios de consideración, la literatura erótica no atraviese por su mejor momento; no cabe duda que tuvo épocas mejores.

Las imágenes eróticas, por otra parte, vienen de larga data tal como lo señala Juan José Becerra.

(…) es un hecho que para que la escritura erótica tuviera sus chances, tanto formales como de mercado, antes debió pasar por el cadáver de las ilustraciones y las esculturas. La Venus de Willendorf tiene entre 22 mil y 24 mil años, y los dibujos eróticos sobre piedra de Fezzan tienen 7 mil.

A este respecto Karel Čapek tiene un texto –citado y adaptado por Víctor Roura- que no tiene desperdicio.

-Si no tienes nada qué hacer, muchacho –dice el señor López, pule un pedazo de piedra, pero no pintes el bisonte en la pared. ¿Para qué nos hacen falta esas tonterías?
La señora López aprieta severamente los labios.
-Si sólo fueran bisontes… -pronuncia al cabo de un momento.
-¿Qué más, pues? –pregunta el abuelo.
-Nada… -trata de defenderse la señora López-, me da vergüenza decirlo… -y de pronto-: bueno, para que lo sepas. Esta mañana he encontrado en la cueva un pedazo de colmillo de mamut. Estaba tallado como… como una mujer desnuda: senos y… lo demás, ¿sabes?
-¡No me digas! –se extraña el abuelo-. ¿Y quién lo talló?
La señora López dice, encogiéndose de hombros:
-¡Quién sabe! Alguno de los jóvenes. Yo lo he tirado inmediatamente al fuego. Pero tenía unos senos… ¡uf!

Tal vez por ello Becerra considera que “a la literatura se la puede considerar un arte rezagado”. Y argumenta

La aparición de su vertiente erótica sucede recién en la Grecia antigua y se asoma con tibieza (la huelga sexual de mujeres que representa Aristófanes en Lisístrata hace 2.300 años es más bien un uso político del erotismo por abstención).

Aun cuando el argumento de fondo se mantiene, cabe apuntar la existencia de textos –tanto religiosos como profanos- más antiguos que contienen pasajes de indudable contenido erótico.

En opinión de Becerra es la modernidad “la que revela la necesidad escondida de introducir en el arte literario una presencia sensible del cuerpo y la intimidad psíquica”.

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