lunes, 2 de marzo de 2020

Echar el muerto


Una vez más es preciso aludir al célebre dicho en cuanto a que si no es cierto está bien contado.

Nos referimos a la manera en que Luis Melnik describe el origen de la popular expresión echar el muerto.

La caloña era una pena pecuniaria que se imponía por ciertos delitos o faltas. Los municipios de algunas provincias de España debían oblar caloña cuando aparecía un cadáver en la vía pública resultado de un acto violento y los guardias civiles no eran capaces de encontrar al homicida. Los representantes de la ley, aturdidos ante la posibilidad de tener que pagar tributo, alzaban el cuerpo, lo transportaban y arrojaban a un municipio vecino. Acto que pasó a conocerse como echar el muerto y recogido por el tiempo como forma de desembarazarse de un problema y endilgárselo a otro.

En relación a lo anterior se imponen algunas reflexiones.

Por una parte recuerdo que no hace mucho tiempo al ser cuestionado por la cantidad de personas que tuvieron muerte violenta dentro de los límites del municipio en que se desempeñaba, el funcionario responsable del área contestó que muchos de esos muertos eran del municipio vecino y que eran abandonados en el suyo con el objetivo de disminuir las cifras de la violencia en la circunscripción vecina.

Por otro lado si las autoridades actualmente debieran oblar caloña por los crímenes no resueltos, es seguro que sus salarios no serían suficientes para cumplir con esa obligación.

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