Damos
inicio, lo que es inusual en este espacio, a una serie de siete artículos sobre
un mismo tema.
Antes
que nada permitamos que Juan Forn presente al personaje central de esta
historia.
Frigyes
es la manera húngara de decir Federico, pero a Karinthy todo el mundo lo
conocía por Fritzi o Frik. No había autor más popular en Budapest en los años
20 y 30; escribía tres columnas semanales, divertía y se divertía por igual, de
todo sabía y de todo opinaba (…)
F.
Oliver Brachfeld, prologuista y traductor al castellano de Viaje en torno de mi cráneo (Buenos Aires, Borocaba, 1954), alude
al interés que despertaban sus artículos.
(…) los
domingos, todos los jóvenes abríamos el grueso número del Pesti Naplo por la página donde aparecía su escrito semanal (…)
Todo cuanto él escribía, todo cuanto él pensaba o decía, llevaba aquel sello
inconfundible del genio, de su genio tan peculiar (…)
Por su
parte Marco Gonsen añade algunos otros datos
Nacido en
Budapest el 25 de junio de 1887, Frigyes fue un literato precoz, que escribió
su primera novela a los cinco años y a los 25 ya tenía al menos cinco libros
publicados. Identificado por sus textos satíricos, su pasión por la política y
un sentido del humor surrealista, también fue diestro en matemáticas y estuvo
activamente interesado en todos los aspectos de la ciencia.
El
propio Karinthy precisa el tipo de vínculo que mantenía con la ciencia aun
siendo un hombre de letras.
Soy un respetuoso admirador de la ciencia, pero exijo
de los representantes de la misma que a su vez respeten lo que yo llamo mi
concepción artística del mundo, mi modo de buscar la verdad, que empuja hacia
adelante el pensamiento más allá de la mera observación, con la fuerza de la
fantasía.
Gonsen apunta que además fue autor tanto de ensayos
filosóficos como de poemas y tuvo a su cargo la traducción de Winnie the Pooh a su lengua natal.
Su trayectoria fue ampliamente reconocida en su país y,
según afirma F. Oliver Brachfeld, “su compatriota Andor Németh le
ha dedicado una novela –aparecida en castellano con el título de Tertulia en Budapest- (…)”. Destaca su
curiosidad y espíritu aventurero.
(…) los
tiempos heroicos de la aviación, de la que Karinthy fue desde luego uno de los
primeros paladines, siendo sin duda el primer escritor húngaro que se atreviera
a subir en uno de aquellos frágiles aparatos de principios de siglo, en los que
piloto y pasajero arriesgaban la vida con loca osadía de “pioneros”.
Por todo
esto Karinthy –concluye Brachfeld- era un gran conversador que tenía como base el
Café Central de Budapest.
(…) era
un charlista de primer orden, no un charlista de salón o de velada para “niñas
bien”, sino un verdadero acróbata de aquel redondel de elevados rendimientos
intelectuales que resultaron ser los cafés literarios del primer tercio de
nuestro siglo (cuando aun existían).
Por si
no fuera suficiente con lo anterior queda otra información nada menor que acota
Juan Forn sobre el personaje: “fue el inventor de la famosa teoría de los seis
grados de separación con su cuento Cadenas
(en el que sostenía que no había persona en el mundo a más de seis amistades de
distancia de él) (…)” Frigyes Karinthy enunció está teoría que, mucho después,
Kevin Bacon la difundió; Marco Gonsen profundiza en el tema refiriéndose a su
breve relato Cadenas (1929).
(…) reflexiona
sobre cómo el avance de las comunicaciones ha convertido a la Tierra en un
planeta diminuto, en el que todos sus habitantes están cada vez más cerca unos
de otros. Para demostrarlo sugirió un experimento que consistía en seleccionar
a cualquier habitante de entre los mil 500 millones que entonces poblaban el
mundo, sin importar de donde proviniera. El reto consistía en ponerla en
contacto con otro individuo cualquiera, utilizando una red de conocidos que no
pasara de cinco personas.
Así, era
posible establecer líneas que unieran al protagonista del cuento con una
escritora ganadora del Nobel de Literatura, estando entre ellos el rey de
Suecia y un destacado tenista. Incluso, el propio Karinthy podría estar ligado
con un trabajador anónimo de la Ford Motor Company en tan sólo cuatro
mediaciones. Pero reconoció que enlaces de esta naturaleza sólo eran posible en
el mundo actual: el emperador romano Julio César, expuso, no habría contactado
a un sacerdote azteca ni en 300 pasos.
Sucedió
que mucho tiempo después, continúa Gonsen, hubo quienes se interesaron en dicha
conjetura.
Hace 50
años esta ocurrencia se tradujo en hipótesis científica y la formuló Stanley
Milgram en el ensayo The Small World
Problem, publicado en la revista Psychology
Today de mayo de 1967, en el que coincide con el número máximo de cinco
intermediarios para unir a dos individuos. A su vez, el dramaturgo John Guare
la convirtió en 1990 en el argumento de la obra teatral Six Degrees of Separation, cuya más reciente puesta en escena cerró
temporada en Broadway apenas el pasado domingo.
Pero este
concepto se masificó en 1994 gracias a tres alumnos del Colegio Albright de
Filadelfia, quienes crearon el juego de internet Six Degrees of Bacon, para determinar cuántos grados separan a
cualquier celebridad del protagonista de Footloose, la película que estaban
viendo cuando se les ocurrió el experimento. A la fecha, esta idea sigue viva
gracias al sitio The Oracle of Bacon.
Y, por
supuesto, la mejor muestra de la vigencia de Karinthy son las redes sociales.
Una de las primeras surgió hace 20 años y se llamó justo así, SixDegrees.com.
Fundada por el analista financiero Andrew Weinreich, fue pionera en combinar
perfiles personales, mensajería instantánea y listas de amigos.
Demasiado
adelantada a su tiempo, SixDegrees.com cerró en 2001, pero su modelo sería
retomado tres años después por Mark Zuckerberg en Facebook. Esta red, por
cierto, publicó (…) un estudio en el que revela que entre sus miles de millones
de usuarios no hay seis, sino sólo 3.57 grados de separación.
¿Qué
pequeño es el mundo? Más bien, qué pequeño es el muro.
Hasta
aquí algunos datos iniciales acerca de Frigyes Karinthy.
Ahora
bien, ¿por qué dedicarle varios artículos? Como veremos el personaje sufrió un
grave problema de salud dándose él mismo a la tarea de dejar constancia de lo
vivido durante ese proceso.
De eso
trata su libro “Viaje en torno de mi cráneo” (por cierto titulado “Viaje
alrededor de mi cráneo”, adaptación de Juan Forn de la traducción del húngaro
por F. Oliver Brachfeld. Buenos Aires, Tusquets, 2017) que, en palabras de
Marco Gonsen, constituye un “testimonio autobiográfico sobre su propia
experiencia como paciente de tumor cerebral”.
F.
Oliver Brachfeld enumera las virtudes del autor para llevar a cabo un
testimonio de este tipo.
Podríamos
considerar (…) a Karinthy como una especie de gran detective. Con la paciencia
de un benedictino y el entusiasmo de un adolescente, dedicóse a una
investigación formidable
(…) caracterizábale
ese cuidado del detalle que confiere como una visión microscópica al observador
atento de las vidas humanas.
Finalmente,
Juan Forn sintetiza el valor de la obra.
Karinthy
narra los hechos de manera extraordinaria: es testigo, víctima y narrador de lo
que le va sucediendo. Utiliza primero todas las argucias posibles para negar la
gravedad de su caso y luego se abisma en él para que su testimonio llegue lo
más hondo posible. Meticuloso y alucinatorio, burlón y emocionante, egocéntrico
y universal, su libro es simultáneamente una novela de intriga y un caso
clínico, un viaje al fondo del miedo y una bitácora de la resistencia, el
chisporroteo de un espíritu brillante y el anticipo del derrumbe del humanismo
que Europa padecería poco después.
Esperamos
que lo anterior ponga de manifiesto las razones para seguir con el tema.
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