miércoles, 11 de marzo de 2020

Frigyes Karinthy. Un perfil/1


Damos inicio, lo que es inusual en este espacio, a una serie de siete artículos sobre un mismo tema.

Antes que nada permitamos que Juan Forn presente al personaje central de esta historia.

Frigyes es la manera húngara de decir Federico, pero a Karinthy todo el mundo lo conocía por Fritzi o Frik. No había autor más popular en Budapest en los años 20 y 30; escribía tres columnas semanales, divertía y se divertía por igual, de todo sabía y de todo opinaba (…)

F. Oliver Brachfeld, prologuista y traductor al castellano de Viaje en torno de mi cráneo (Buenos Aires, Borocaba, 1954), alude al interés que despertaban sus artículos.

(…) los domingos, todos los jóvenes abríamos el grueso número del Pesti Naplo por la página donde aparecía su escrito semanal (…) Todo cuanto él escribía, todo cuanto él pensaba o decía, llevaba aquel sello inconfundible del genio, de su genio tan peculiar (…)

Por su parte Marco Gonsen añade algunos otros datos

Nacido en Budapest el 25 de junio de 1887, Frigyes fue un literato precoz, que escribió su primera novela a los cinco años y a los 25 ya tenía al menos cinco libros publicados. Identificado por sus textos satíricos, su pasión por la política y un sentido del humor surrealista, también fue diestro en matemáticas y estuvo activamente interesado en todos los aspectos de la ciencia.                                                                                         

El propio Karinthy precisa el tipo de vínculo que mantenía con la ciencia aun siendo un hombre de letras.

Soy un respetuoso admirador de la ciencia, pero exijo de los representantes de la misma que a su vez respeten lo que yo llamo mi concepción artística del mundo, mi modo de buscar la verdad, que empuja hacia adelante el pensamiento más allá de la mera observación, con la fuerza de la fantasía.

Gonsen apunta que además fue autor tanto de ensayos filosóficos como de poemas y tuvo a su cargo la traducción de Winnie the Pooh a su lengua natal. 

Su trayectoria fue ampliamente reconocida en su país y, según afirma F. Oliver Brachfeld, “su compatriota Andor Németh le ha dedicado una novela –aparecida en castellano con el título de Tertulia en Budapest- (…)”. Destaca su curiosidad y espíritu aventurero.

(…) los tiempos heroicos de la aviación, de la que Karinthy fue desde luego uno de los primeros paladines, siendo sin duda el primer escritor húngaro que se atreviera a subir en uno de aquellos frágiles aparatos de principios de siglo, en los que piloto y pasajero arriesgaban la vida con loca osadía de “pioneros”.

Por todo esto Karinthy –concluye Brachfeld- era un gran conversador que tenía como base el Café Central de Budapest.

(…) era un charlista de primer orden, no un charlista de salón o de velada para “niñas bien”, sino un verdadero acróbata de aquel redondel de elevados rendimientos intelectuales que resultaron ser los cafés literarios del primer tercio de nuestro siglo (cuando aun existían).

Por si no fuera suficiente con lo anterior queda otra información nada menor que acota Juan Forn sobre el personaje: “fue el inventor de la famosa teoría de los seis grados de separación con su cuento Cadenas (en el que sostenía que no había persona en el mundo a más de seis amistades de distancia de él) (…)” Frigyes Karinthy enunció está teoría que, mucho después, Kevin Bacon la difundió; Marco Gonsen profundiza en el tema refiriéndose a su breve relato Cadenas (1929).

(…) reflexiona sobre cómo el avance de las comunicaciones ha convertido a la Tierra en un planeta diminuto, en el que todos sus habitantes están cada vez más cerca unos de otros. Para demostrarlo sugirió un experimento que consistía en seleccionar a cualquier habitante de entre los mil 500 millones que entonces poblaban el mundo, sin importar de donde proviniera. El reto consistía en ponerla en contacto con otro individuo cualquiera, utilizando una red de conocidos que no pasara de cinco personas.
Así, era posible establecer líneas que unieran al protagonista del cuento con una escritora ganadora del Nobel de Literatura, estando entre ellos el rey de Suecia y un destacado tenista. Incluso, el propio Karinthy podría estar ligado con un trabajador anónimo de la Ford Motor Company en tan sólo cuatro mediaciones. Pero reconoció que enlaces de esta naturaleza sólo eran posible en el mundo actual: el emperador romano Julio César, expuso, no habría contactado a un sacerdote azteca ni en 300 pasos.

Sucedió que mucho tiempo después, continúa Gonsen, hubo quienes se interesaron en dicha conjetura.

Hace 50 años esta ocurrencia se tradujo en hipótesis científica y la formuló Stanley Milgram en el ensayo The Small World Problem, publicado en la revista Psychology Today de mayo de 1967, en el que coincide con el número máximo de cinco intermediarios para unir a dos individuos. A su vez, el dramaturgo John Guare la convirtió en 1990 en el argumento de la obra teatral Six Degrees of Separation, cuya más reciente puesta en escena cerró temporada en Broadway apenas el pasado domingo.
Pero este concepto se masificó en 1994 gracias a tres alumnos del Colegio Albright de Filadelfia, quienes crearon el juego de internet Six Degrees of Bacon, para determinar cuántos grados separan a cualquier celebridad del protagonista de Footloose, la película que estaban viendo cuando se les ocurrió el experimento. A la fecha, esta idea sigue viva gracias al sitio The Oracle of Bacon.
Y, por supuesto, la mejor muestra de la vigencia de Karinthy son las redes sociales. Una de las primeras surgió hace 20 años y se llamó justo así, SixDegrees.com. Fundada por el analista financiero Andrew Weinreich, fue pionera en combinar perfiles personales, mensajería instantánea y listas de amigos.
Demasiado adelantada a su tiempo, SixDegrees.com cerró en 2001, pero su modelo sería retomado tres años después por Mark Zuckerberg en Facebook. Esta red, por cierto, publicó (…) un estudio en el que revela que entre sus miles de millones de usuarios no hay seis, sino sólo 3.57 grados de separación.
¿Qué pequeño es el mundo? Más bien, qué pequeño es el muro.

Hasta aquí algunos datos iniciales acerca de Frigyes Karinthy.

Ahora bien, ¿por qué dedicarle varios artículos? Como veremos el personaje sufrió un grave problema de salud dándose él mismo a la tarea de dejar constancia de lo vivido durante ese proceso. 




De eso trata su libro “Viaje en torno de mi cráneo” (por cierto titulado “Viaje alrededor de mi cráneo”, adaptación de Juan Forn de la traducción del húngaro por F. Oliver Brachfeld. Buenos Aires, Tusquets, 2017) que, en palabras de Marco Gonsen, constituye un “testimonio autobiográfico sobre su propia experiencia como paciente de tumor cerebral”. 




F. Oliver Brachfeld enumera las virtudes del autor para llevar a cabo un testimonio de este tipo.  

Podríamos considerar (…) a Karinthy como una especie de gran detective. Con la paciencia de un benedictino y el entusiasmo de un adolescente, dedicóse a una investigación formidable 
(…) caracterizábale ese cuidado del detalle que confiere como una visión microscópica al observador atento de las vidas humanas.

Finalmente, Juan Forn sintetiza el valor de la obra.

Karinthy narra los hechos de manera extraordinaria: es testigo, víctima y narrador de lo que le va sucediendo. Utiliza primero todas las argucias posibles para negar la gravedad de su caso y luego se abisma en él para que su testimonio llegue lo más hondo posible. Meticuloso y alucinatorio, burlón y emocionante, egocéntrico y universal, su libro es simultáneamente una novela de intriga y un caso clínico, un viaje al fondo del miedo y una bitácora de la resistencia, el chisporroteo de un espíritu brillante y el anticipo del derrumbe del humanismo que Europa padecería poco después.

Esperamos que lo anterior ponga de manifiesto las razones para seguir con el tema.

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