Hace unos días hablaba con una amiga y me comentaba
que ante tantos acontecimientos difíciles que vivimos en estos tiempos lo único
que faltaría sería una invasión de extraterrestres. Por mi parte comenté que tal
como andan las cosas por aquí, no tendría inconveniente alguno en rendirme con
una actitud muy poco heroica al no oponer ningún tipo de resistencia.
A partir de aquella plática evoqué la experiencia de
Wislawa Szymborska con el avistamiento de ovnis.
Todos nosotros sin excepción deseamos de vez en cuando
vivir una experiencia inolvidable. Ser testigos de algo o, al menos, ser uno de
los que afirma haber estado allí. Yo misma he asistido al nacimiento de tales
chismorreos. En una ocasión, hace ya tiempo, volvía con una persona del cine.
Era una noche muy hermosa y ya habían salido las estrellas; por eso, nos
detuvimos un momento y comenzamos a señalar dónde estaba la Osa Mayor, dónde la
Menor, o si aquello tan grande y brillante era Venus o Marte. Al poco nos dimos
cuenta de que, junto a nosotros, se había congregado un grupo de personas que
no paraba ad aumenta y que también
señalaba con excitación cosas en el cielo. Al día siguiente comenzó a circular
por Cracovia el rumor de que un OVNI había sobrevolado la ciudad, y que en Las
Wolski, un bosque cercano, aún se podía ver un hoyo tremendo en el suelo como
prueba del aterrizaje.
Pero
la llegada de ovnis, según Woody Allen, es altamente improbable por el tan
actual tema del costo-beneficio.
El doctor Brackish Menzies, que trabaja en el
Observatorio del Monte Wilson, o que está bajo observación en el Hospital
Psiquiátrico del Monte Wilson (no queda claro en la carta) afirma que aun
desplazándose a una velocidad próxima a la de la luz, los viajeros necesitarían
millones de años para llegar hasta aquí, incluso desde el sistema solar más
cercano, y habida cuenta de los espectáculos que se representan en Broadway, la
excursión no valdría la pena.
Pero volviendo a lo que cuenta Szymborska, veremos que
el final es poco feliz.
La verdad es que se trata de una historia graciosa y
un tanto triste al mismo tiempo. ¿Hace falta realmente creer en los OVNIS para
detenerse alguna vez a observar el cielo? Sin los extraterrestres, el cielo
sigue siendo el mayor espectáculo que la vida puede ofrecernos.
La invitación queda formulada.
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