Sucede que a veces las heridas de guerra de la vida,
que de una u otra manera todos tenemos, van agravándose con el paso del tiempo.
En otros casos acontece al revés y de ahí la tan reiterada afirmación de que el
tiempo todo lo cura. Con esto último se identifica -en El último encuentro de Sándor Márai- el general cuando le dice a Konrád:
(…) los celos, el desengaño, la vanidad pueden hacer
mucho daño, causar un inmenso dolor. Más tarde, todo pasa… pasa de una manera
incomprensible; no de un día para otro, no, la ira no disminuye con los años,
pero al final pasa, de la misma manera que la vida.
(…) uno no puede sino aceptar la realidad. Yo ya he
aceptado la realidad. Y el fuego purificador del tiempo ha extraído de mis
recuerdos toda la ira.
Y usted improbable lector, ¿en qué equipo juega?
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