Diferentes son las formas de expresar los sentires. Hay quienes
prefieren (muchos de ellos, a su vez, son elegidos) hacerlo por medio de las letras,
pintura, música, escultura, dirección o actuación, danza, orfebrería, gastronomía,
deportes, etc. También están aquellos que manifiestan sus interioridades en
silencio, con lágrimas, con compasión y solidaridad.
Hay artistas que se mueven en diversos terrenos a un mismo
tiempo: pintores cuyas obras parecen que hablan, escritores que en sus obras
también pintan personajes, aconteceres. Volveremos con más detenimiento sobre
el tema pero ahora simplemente queremos referirnos al momento en que la pintura
y la letra no mantienen una relación, por decir lo menos, armónica.
Está clara la necesidad de ponerle ¿nombre?, ¿título? a los
cuadros. La museografía así lo demanda (y seguramente el mercado del arte
también). Aunque tal vez en lugar de letras pudieran usarse números para identificar
la obra de un artista, lo que ya habrá hecho más de uno e incluso no poner nada.
A ello alude Luigi Amara cuando concluye que “la palabra no es la mejor aliada
de la pintura”. Y añade: “La misma abundancia de obras pictóricas sin título
habla de cierta desconfianza a conectar la imagen con una idea, con una
interpretación unívoca o, lo que es peor, con una explicación. El texto parece
una intrusión en el orbe autónomo de la pintura (…)”
Pero a veces sucede que al ir a una exposición encontramos una
mancha de colores sin forma alguna (ahora no interesa si nos gusta o no) y
debajo o al costado leemos: “Mono albarracín de tipo albino al caer de la tarde
en tiempos difíciles”. En otros casos damos con lo obvio al observar un cuadro
en el que claramente se advierte la presencia de una casa blanca con techo a
dos aguas y la nota -con clara vocación burocrática- se limita a señalar: “Casa
blanca con techo a dos aguas”.
Otra cosa es el tamaño habitual de la letra, en lo que se
vuelve una paradoja dado que por razones más que entendibles no hay que
acercarse a los cuadros pero si quienes peinamos canas, o ya no peinamos nada,
queremos leer las notas deberíamos pegarnos a la obra.
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