Todo parecería indicar que la justicia y la belleza tienen mucho que ver la
una con la otra. Es más, que la justicia representa una manifestación de la
belleza.
Sin embargo, José Jiménez Lozano no coincide con ello.
Las gentes
incendiaron bellezas arquitectónicas, murales, iconos, objetos preciosos en la
guerra civil española, sin ir más allá, con la furia de Savonarola o de los
movimientos “quiliásticos” medievales: para destruir la corrupción, por
puritanismo y vindicta.
No vaya a pensarse -continúa Jiménez Lozano- que este desencuentro es cosa
del pasado. “Y el equívoco continúa: el amor de la justicia excluye al de la
belleza, y el de la belleza no parece sensible a un rostro desfigurado por la
desgracia.”
Finalmente pregunta y contesta. “¿Se soluciona todo renegando de ambas? Eso
parece pensar nuestro mundo, y así se resuelve esa ‘dialéctica’ en la ‘platitude’
más absoluta.”
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