Mucho se ha hablado -y se seguirá haciendo- sobre la
utilidad del arte y qué función cumple. Las opiniones al respecto son diversas
y llegará el momento de abordar la cuestión con más detenimiento, ahora
simplemente enunciaremos el punto.
Antes que nada, conviene recordar
que hay quienes niegan su existencia y a ellos responde José Bergamín: “No
acaban nunca de repetir como periquitos que el arte es mentira. Y es de miedo
que le tienen a su verdad.”
Por su parte Pío Baroja,
posiblemente en uno de sus muchos días de malhumor, sostiene que: “El
arte tiene muy poco valor en la vida. Es un adorno sin ninguna trascendencia.” Y
no mejora mucho el estado de su opinión cuando se refiere a su incidencia en el
ámbito moral.
Yo no sé de dónde ha
salido esa idea ridícula de que las obras artísticas tienen una gran influencia
en la moral social. Yo creo que tienen muy poca o ninguna. En épocas de la
historia italiana en donde se hicieron obras de arte importantísimas, se
asesinaba a la gente con una tranquilidad asombrosa y florecían las peores
pasiones del hombre.
Para el carácter ético
del individuo el arte tiene muy poco valor.
Por supuesto que hay autores que se encaminan hacia
otros rumbos; entre ellos Simon Leys
(…) nuestro equilibrio interior es siempre precario y
está amenazado, pues somos constantemente el blanco de pruebas y agresiones de
la realidad cotidiana: la resultante de las luchas de la vida es siempre incierta
(…)
Es posible que algún improbable lector esté pensando
que nos salimos del tema pero no, fue una simple vuelta para regresar al punto;
continúa Leys
(…) y, en resumidas cuentas, es quizá un personaje de
Mario Vargas Llosa el que ha dado la mejor descripción de nuestra condición
común: “La vida es un tornado de mierda, en el que el arte es nuestro único
paraguas”.
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