A veces necesitamos la mirada de otros para ver lo siempre visto y nunca observado.
Es lo
que me aconteció en relación con el pimiento cuando di con un breve texto de
Cristóbal Serra: “El pimiento a grandes rasgos”.
Comienza
la descripción con sus aspectos relevantes.
“El
pimiento no posee una gama de colores muy nutrida, pero sus superficies son tan
espectaculares, tan bellas, tan cerúleas a veces, que (…)” Y este que
anticipa un cambio en el curso de la descripción
(…) que cuando
se arrugan, el pimiento pasa a ser un desperdicio, una especie de pescado
secándose bajo el sol.
Su
tragedia consiste en que su piel tersa, lozana, dura tan sólo un estío, y a
veces ni esto, pues el sol canicular le somete muy pronto a insolaciones
abrasantes. Por ello, los hay que se cogen ya abrasados, víctimas del
inmisericorde sol. Éstos son como párvulos que mueren en los albores de la vida
y que merecen una pavana triste.
Y es
que como dice Serra “la vida vegetal también tiene sus tragedias”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario