jueves, 9 de enero de 2020

El árbol de la obediencia


Ya hemos presentado en este mismo espacio una lectura crítica de las órdenes (http://habladuriacronicasdelocotidiano.blogspot.com/2015/05/elias-canetti-acerca-de-las-ordenes.html) así como también un elogio a la desobediencia (http://habladuriacronicasdelocotidiano.blogspot.com/2014/09/elogio-la-desobediencia.html).
Ahora toca la otra cara del asunto y para ello recurrimos a una historia narrada por J. Lacarriére, estudioso de la vida ascética (en los siglos IV y V).
(…) ¿qué hace este otro anacoreta? Riega un palo seco, en pleno desierto, con el  agua que acarrea de un pozo situado a tres kilómetros de allí. Se trata de Juan el  Pequeño (él mismo se da este apelativo por modestia), famoso precisamente por haber llevado a cabo este milagro de obediencia y de perseverancia: ¡regar durante dos años, por orden de un “antiguo”, un palo seco en pleno desierto hasta  que reverdeciera! Y el palo, dice Paladio, reverdeció, en efecto. 
Cabe destacar que al mencionar a un antiguo el texto refiere a un monje o anacoreta mayor, con más experiencia en la vida ascética. Prosigue Lacarriére 
Cuando Juan  Coppin visitó los monasterios de Wadi Natrún, le llamó la atención, “entre todas  estas construcciones, una pequeña cúpula que formaba parte de una iglesia  dedicada a Juan el Pequeño y, al lado de ella, se muestra aún el árbol producido por el palo que él regó durante dos años por orden de su superior. Se le ha dado  el nombre de Chadgeret el Taa,  que significa el Árbol de la Obediencia”.   
Fue así como adquirió sentido la obediencia y perseverancia de Juan el Pequeño ante una orden que a todas luces parecía disparatada. 
Asimismo no puedo dejar de manifestar mi simpatía ante el hecho de que tantos siglos después estemos hablando de la vida de Juan el Pequeño (en un mundo en el que ya estamos cansados de tantos grandes).

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