En otras ocasiones ya nos hemos referido a Pío Baroja
(por ejemplo en http://habladuriacronicasdelocotidiano.blogspot.com/2015/08/destinatario-equivocado.html
y http://habladuriacronicasdelocotidiano.blogspot.com/2014/06/cartas-perdidas.html).
En esta ocasión y guiados por José Luis Melero nos asomaremos a su reconocido mal
carácter que se hace manifiesto en los conceptos demoledores que vierte sobre el
reconocido médico e investigador Santiago Ramón y Cajal.
Solo vio Baroja al de Petilla de Aragón dos veces: una
en el acto de lectura de su tesis doctoral, “El Dolor. Estudio de Psicofísica”
–presentada en mayo de 1896 y con la que obtuvo el grado de doctor en
Medicina-, pues el aragonés estaba en el tribunal, aunque no le hizo “ninguna
pregunta ni observación”; y la otra en un café de la calle del Prado, donde
Cajal “parece que estaba allí de conquista con una rubia gorda, y al vernos a
nosotros se levantó bruscamente y se fue”.
Esos escasos contactos no fueron impedimento alguno
para que Baroja se despachara con la cuchara grande a la hora de aludir a
Cajal; continúa Melero
Dice que tenía un aire “huraño y desabrido” y que
“como filósofo de la Medicina, no era cosa mayor. Sus ideas científicas no creo
que fueran de gran envergadura”. No contento con esto, para Baroja “Ramón y
Cajal era hombre hosco, de aire huraño y brusco. Había en él algo de gran
rabino”.
Recurre también al habitual procedimiento de buscar aliados
a la hora de apuntar al adversario.
Nos recuerda que Unamuno no le tenía simpatía: “No sé
qué ha hecho en Histología, pero en lo demás no dice más que vulgaridades”,
escribió el autor de La tía Tula.
Baroja le da la razón y asegura que Cajal “tenía un localismo y una patriotería
un poco absurda”, que era “arbitrario” y que todavía en la vejez se le notaba
la libido.
Federico García Sanchiz, por otra parte, describe a
Pío Baroja como el malhumorado nacional
e intenta salir en su defensa al señalar que “gruñe para que lo mimen”.
Pero aun aceptando que cada quien busca el afecto a su
manera, por lo menos en lo que hace a su forma de aludir a Santiago Ramón y
Cajal no se puede más que estar de acuerdo con José Luis Melero cuando concluye:
“Baroja siempre haciendo amigos”.
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