viernes, 20 de mayo de 2011

Los conflictos del pasado

Ilustración: Margarita Nava

Deberíamos evitar que las experiencias amargas del pasado se hayan fosilizado en nuestra vida hipotecando de esa manera el porvenir; en ocasiones seguimos tomando parte de conflictos que sólo persisten en nuestra imaginación.
Cuentan que en las Islas Salomón se halló un reducido grupo de nonagenarios que portaban armas antiguas al tiempo que llevaban con orgullo sus uniformes en harapos. Al sentirse descubiertos se sobresaltaron. Cuando los calmaron y les preguntaron qué estaban haciendo y por qué se veían así, los soldados respondieron que estaban en guerra y que hacía mucho tiempo se habían perdido de su pelotón. Al ser informados que ya tenía años que el conflicto bélico había conluido, replicaron que ¡no!, que de ninguna manera, que no podía ser… y quisieron retomar su marcha para proseguir con su guerra

Muchas veces nos conducimos como estos viejos soldados, cuando los dolores, desengaños y frustraciones se quedan – sin solicitar la autorización correspondiente – a vivir en uno y se apoderan de nuestra vida. No debemos ignorar la existencia de lo que Janus Korczak identifica como las heridas infectadas cuya curación exige tiempo además de paciencia y que dejan cicatrices prontas a supurar nuevamente. De allí la pertinencia de quienes han preguntado: ¿cuánto pasado soporta nuestro presente?; por lo que es muy importante limpiar las propias heridas que devienen del ayer. Sin llegar al extremo de ignorar la trascendencia del pasado, no es conveniente subestimar las posibilidades de cambio que nos ofrece el presente, porque como afirma Kierkegaard la vida se comprende mirando hacia atrás, pero solo se vive mirando hacia adelante. 

Tomado del libro "La persona y sus desafíos
de Gerardo Mendive. México 2006 
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viernes, 13 de mayo de 2011

Imagen

Collage: Margarita Nava
(...) en algún momento a principios de los sesenta, a alguien en Televisa se le ocurrió hacer una telenovela de las vidas de Maximiliano y Carlota que sirviera para instruir a los mexicanos sobre los méritos de Juárez, de la revolución y, no casualmente, del régimen. Desafortunadamente, la historia de Maximiliano y Carlota resultó ser un maravilloso material para telenovela. En el fondo de su corazón Maximiliano era un hombre decente, tal vez un poco perdido en un país nuevo y extraño, pero no falso. Él y Carlota estaban enamorados. Entonces su historia tenía intriga y romance, mientras que su muerte proporcionó las lágrimas que toda telenovela necesita.

Así fue como, durante 1965, noche tras noche la novela tejió sus vidas en la caótica tapicería del México de mediados del siglo XIX y consiguió justo lo opuesto de lo que se proponía. "Los mexicanos nos identificamos con figuras trágicas enamoradas. Recuerdo que después algunas personas me decían que conforme los personajes de Maximiliano Y Carlota crecían, Juárez se achicaba", dice Zerón Medina. "Terminaron viéndose como víctimas, traicionados, con cierta ambición pero no mucha. Empezaron a verse como personas. La gente simpatizó con ellos." Juárez se convirtió en un personaje frío e impersonal, el villano del cuento, en contraste con la calidez que la telenovela virtió sobre el infortunado emperador y su esposa.

Sam Quinones 
(tomado de "Cotidianerías. apuntes desde una pedagogía del relato", 
compilación de G. Mendive. México 2002)

viernes, 6 de mayo de 2011

Justicia y Libertad, un horizonte complicado


Ilustración: Margarita Nava
Como forma de rebelarse ante la normatividad que procede del poder, desde siempre han existido propuestas que intentaron acercarse a "un ideal de justicia y libertad. Sin embargo, ya desde tiempos de Aristófanes, se podía percibir que la cuestión no resulta nada sencilla.
Las utopías sexuales siempre han perseguido el imaginario de las sociedades. Desde el origen, los hombres y las mujeres han soñado con una ciudad ideal donde nada contraríe sus deseos, donde prevalezcan el placer del cuerpo y su inocencia, Aristófanes, en La asamblea de las mujeres, trata de imaginar una comunidad de esta especie, gobernada -toda una señal- por las mujeres, Praxágora, la heroína, que arrastra a las atenienses a tomarse el poder, invoca un decreto que instauraba una comunidad de bienes y de sexos. Ya no habrá ni pobres ni ricos, y las mujeres se acostarán como quieran con todos los hombres. Pero Aristófanes está muy atento a la idea de justicia y comprende que tal asamblea conllevaría posiblemente una injusticia más grave: la que castigaría irremediablemente a los feos y a las feas, que quedarían descalificados ante la crudeza de los deseos libres, mientras los bellos y los fuertes se beneficiarían exclusivamente de una nueva libertad.(...)

La cabecilla de La asamblea de las mujeres, por afán de justicia entonces, hace adoptar una ley complementaria, que establece expresamente, en beneficio de los desgraciados y los torpes en el amor, lo que hoy llamaríamos una "discriminación positiva". Las mujeres podrán entregarse libremente a los bellos y a los grandes, pero sólo después de haber concedido sus favores a los pequeños y feos. Del mismo modo, los hombres deberán servir sexualmente primero a las viejas y feas. Admirable intuición griega que deja al aire nuestra torpeza contemporánea. (...) Aristófanes recuerda que en materia amorosa, como en otras cosas, una libertad demasiado ilimitada aumenta la iniquidad al desinhibir el egoísmo de los mejor dotados. (J.C. Guillebaud, La tiranía del placer)
Es importante subrayar que ética y justicia se encuentran estrechamente vinculadas. Una sociedad con mayor presencia de sus principios éticos se convierte en una sociedad más justa, a la que José Antonio Marina caracteriza como aquella "que más limita el poder de la casualidad y del destino, el haber nacido pobre o rico, sano o enfermo, en una clase pudiente o pobre".

Texto tomado del Libro " El mundo actual y sus desafíos" de Gerardo Mendive