viernes, 29 de septiembre de 2023

La piñata apaleada

 

Ser golpeadas es el destino de las piñatas que hacen lo que pueden por resistir a los embates, pero tarde o temprano alguien logrará abrir sus entrañas. Es una tradición que ha sobrevivido al paso del tiempo, a grandes cambios sociales, así como a muchas innovaciones científicas y tecnológicas.

La piñata también ha sufrido embates de consideración en tanto metáfora. Se habla de la piñata sandinista en Nicaragua cuando algunos líderes del movimiento revolucionario se apropiaron de las posesiones de algunos integrantes del sector dominante.

Asimismo, y en este mismo espacio aludimos a ello, el politólogo Luis Rubio adjudica a ella parte de nuestra escasa formación para vivir en democracia (https://habladuriacronicasdelocotidiano.blogspot.com/2013/04/los-juegos-de-la-democracia.html)

Pero la cosa no para allí. El filósofo español Javier Gomá Lanzón, en un artículo titulado “La gran piñata”, la vincula con la avidez y el deseo de posesión.

(…) Me refiero a la costumbre de amenizar los cumpleaños de nuestros hijos con una piñata. La rompe de un bastonazo el pequeño protagonista de la fiesta, los dulces se derraman y los chavales se arrastran tristemente por el suelo; a la vista de los regocijados padres, culebrean con avidez, luchan a codazo limpio por acumular, empujan y tiran de alguna posesión discutida y al final se retiran a un rincón para el recuento del botín. Una exacta metáfora de la avaricia competitiva del mercado, al cual no tardarán en incorporarse esos rapiñadores de golosinas. A la vista de las recientes reformas educativas, tardarán cada vez menos.

Más adelante Gomá Lanzón se refiere a las reformas que, de un tiempo a esta parte, se han venido implementado en los planes de estudios universitarios.

Ortega y Gasset dijo que las universidades deben cumplir tres misiones: enseñar una profesión, preparar investigadores y formar hombres cultos. Los bienes involucrados en cada una de ellas son distintos: se aprende una profesión por razones prácticas y en función de su utilidad social; la investigación académica persigue el conocimiento teórico; ser culto es un imperativo emparentado con la propia dignidad de ciudadano. Un buen sistema universitario debería saber conjugar los tres bienes de forma armónica y equilibrada. (…)

Las actuales reformas “a la boloñesa” de la universidad española postergan temerariamente la misión de formar hombres cultos en beneficio exclusivo de la preparación de profesionales. Oímos que la universidad ha estado demasiado alejada del mundo laboral y que lo prioritario ahora es crear puentes con la empresa. Por eso los nuevos planes prevén pocos años de estudio para obtener un título universitario, conocimientos técnicos especializados y aplicados, y muchas prácticas desde el primer curso. Mutilada la universidad de su misión educativa, el resultado previsible será la producción industrial de una masa abstracta de individuos preordenados para competir y producir, tan hipercompetentes como incultos (…) Empezarán a trabajar antes que nunca y se jubilarán más tarde que nunca, lo que, privados de conciencia crítica, romos en su visión del mundo, asegura más de medio siglo de dócil mansedumbre a las leyes del mercado, diciéndose a sí mismos lo que el cínico personaje de Galsworthy en su novela La saga de los Forsyte: “¿De qué le sirve al hombre salvar su alma si pierde sus propiedades?”. (…)

Llegado a este punto, el improbable lector podrá suponer que nos extraviamos al olvidar el tema de este artículo. No es así, ya que la pobre piñata reaparece en la conclusión del autor. “Protesto contra una universidad que parece haber sustituido aquel antiguo lema de la academia platónica –‘nadie entre aquí que no sepa geometría’- por este otro: ‘Prepárate para la gran piñata’.”

jueves, 28 de septiembre de 2023

Juicios sumarios

 

Es posible advertir -se lo ha señalado con frecuencia- que las opiniones que circulan en las redes suelen presentar juicios contundentes, descalificaciones, simplificaciones, etc., lo que dificulta el entendimiento, el intercambio de perspectivas. Es así como existen seguridades que atemorizan, certezas blindadas que encubren falacias.

Sin poner en entredicho lo anterior, es importante recordar que esta facilidad para emitir opiniones determinantes no es exclusiva de nuestro tiempo, ni de personas sin formación académica.

José Jiménez Lozano nos aproxima a ello y en un primer momento presenta el entorno del asunto.

El estilo ensayístico –incluido el ensayo filosófico e histórico- es cada día más contundente y seguro. Da un cierto miedo: está lleno de juicios sumarísimos y ejecuciones, ni una duda, ni ironía, ni melancolías. ¡Y eso que se habla de pensamiento débil!

Presenta un caso que permite ejemplificar la cuestión, teniendo como protagonistas a dos reconocidos intelectuales.

Me acuerdo de que Simone Weil dice que J. Maritain había deducido del famoso texto aristotélico sobre la esclavitud que nadie había condenado ésta en el mundo griego. Pero Aristóteles dice que algunos piensan que la esclavitud repugna a la naturaleza y a la razón, y entonces, la afirmación de Maritain es una calumnia contra toda una civilización, que habría que reparar, dice la Weil.

Una vez expuesta la situación, Jiménez Lozano concluye: “Y así es. Si no tenemos este escrúpulo, estamos perdidos: sólo serviremos para amonestar más palabras vacías o mortales, y hacer mayor la oscuridad.”

Finalmente digamos que hay un método infalible -muy recurrido en nuestro tiempo- para resultar victorioso en ciertos debates y que en pocas palabras explica Javier Ortiz: “(…) primero se dice que el contrario ha dicho lo que no ha dicho y luego se le condena sin apelación posible por haber dicho lo que no ha dicho.”

miércoles, 27 de septiembre de 2023

De los tiempos del reloj de bolsillo

 Uno es uno y sus objetos.

Hay objetos que nos definen, que son indisociables de la propia existencia; al tiempo que forman parte de los usos y costumbres de ciertos sectores sociales en una época determinada. 

Es el caso del reloj de bolsillo. Mi padre tenía uno que lucía con orgullo y cuidaba con esmero; se lo había regalado mi abuelo. Carlos Maggi presenta un perfil de aquel prestigioso objeto en el entorno montevideano.

(…) todo hombre de antes, de aquel entonces (…) usaba reloj de bolsillo, transportaba la hora en el chaleco, llevaba los minutos pegados al vientre, abrigados. Y por consiguiente, ese hombre tenía un tiempo dividido en buenos pedazos, un tiempo doble ancho que le permitía andar sin apurones.

El reloj de bolsillo, grande como un pan chico, y remolón, partía su esfera en largos minutos, durante los cuales el hombre antiguo podía ir a pie desde la Aguada hasta el Centro, o podía sentarse en un patio abierto, cerca de un árbol, o podía conversar con otros hombres antiguos que también tenían unas largas horas perezosas, como de aldea.

Aquellas horas eran otras horas que muy poco tienen que ver con las actuales.

El reloj de bolsillo constituía un monopolio de los hombres y según Maggi no es cosa menor el lugar donde se guardaba. 

Cuando un caballero sacaba solemnemente su reloj y lo mantenía un instante en observación, para luego meterlo otra vez en el bolsillito derecho del abdomen parecía que se controlaba la presión o la temperatura del hígado; en fin, el tiempo era un problema estrictamente personal, un asunto de uno consigo mismo, y no una imposición de los demás.

No es una tontería que se guarde el tiempo contra las vísceras y que, por tanto, casi sean ellas las que estén haciendo pulsar a su ritmo el tic tac de los segundos. El tiempo de caminar por placer, de pasear, el tiempo de estarse quieto o de dejarse estar, ese tiempo realmente humano es el que marcan la médula espinal y el páncreas, los pulmones y el corazón y la glándula tiroides, recientemente inventada.

La difusión del reloj de pulsera -señala el autor- significará un cambio radical.

En el ombligo está el eje de nuestras agujas y nadie tendrá tiempo, nadie tendrá su tiempo, si destierra el reloj a la muñeca, a la última frontera con la mano, que es la expresión más lúcida y racional de nuestro cuerpo. (…)

Para el hombre dueño de su tiempo, el suizo cegatón fabricó un reloj que se llevaba atado a una cadena, como un perro dócil. Para nosotros –troleybus, teléfono automático, cine continuado- inventó el reloj de pulsera que nos hace prisioneros él a nosotros, que nos cierra las muñecas como esposas. En cada relojería hay un coro de suizos fantasmales que se ríe de nosotros, y que tal vez nos compadece.

Para Maggi no estamos hablando de lo mismo cuando se trata de ver la hora en el reloj de bolsillo o en el de muñeca.

¡Qué dignidad había en aquel movimiento de mirar la hora en un reloj de bolsillo! Primero: desprenderse el saco; luego: hundir dos dedos; luego: retirar el reloj; luego: dejarlo sobre los cuatro dedos largos, con el pulgar de guardia saludando arriba; luego: saltar la tapa –todo si apuro-; luego: asomarse al brocal y estudiar las agujas –todo ritualmente y con atención profesional- mientras se mantenía la gravedad del tiempo sobre la mano abierta, como quien está sopesando el huevo frito de un animal desconocido.

Ahora, en cambio, mirar la hora es casi procaz: nos levantamos la manga del saco como para rascarnos. En el fondo, el gesto es exacto y representativo. Nuestro tiempo, chiquito, que avanza a saltos epilépticos, puede sentirse como una picazón siempre repentina, como un torpe e incansable aguijonazo; puede considerarse una fastidiosa pulga de tiempo.

Y concluye

Un reloj de bolsillo era como una tortuga redonda y filosófica que ovillaba horas lentas, horas de tortuga, bajo su caparazón de plata o de oro. El reloj de pulsera es una chata sanguijuela que, prendida a nuestro brazo nos va sorbiendo sangre, hasta sustituir con su urgente ritmo mecánico, nuestro pulso cordial. 

¿Qué diría Carlos Maggi de la costumbre -cada vez más común en nuestros días- de consultar la hora en el teléfono celular (dispositivo con vocación imperialista que en forma paulatina se va apropiando de más funciones)?

miércoles, 6 de septiembre de 2023

Maniqueísmo contemporáneo

 

Vivencias de ayer, realidades del hoy; como alguien ha dicho: la historia cambia más de protagonistas que de argumento.

El diccionario define al maniqueísmo desde dos perspectivas

1. Doctrina religiosa que tuvo su origen en las ideas de Manes (siglo III d. C.) y que se caracterizaba por creer en la existencia de dos principios contrarios y eternos que luchan entre sí, el bien y el mal.

2. Actitud o interpretación de la realidad que tiende a valorar las cosas como buenas o como malas, sin términos medios.

Es curioso que -en diversas presentaciones- ello siga presentándose en nuestros tiempos; tan modernos e innovadores para algunas cosas, tan antiguos en otras. Irene Vallejo invita a reflexionar sobre dualismos contemporáneos.

Azuzados por eslóganes dualistas, obviamos las coincidencias y proximidades. (…) Por tanto, quien me lleva la contraria no lo hace por razones válidas sino inmorales; no es alguien que piensa diferentes, sino el embajador del mal, y es lógico odiarlo.

El temor a la fragilidad, a la duda, a la contradicción se manifiesta en el anhelo de pisar tierra firme, procurando aferrarse a seguridades que no son tales en perspectivas próximas al fundamentalismo. Así es como según Vallejo

La vida sale con frecuencia de los raíles previsibles, y, frente a su complejidad e incertidumbres, nos alivian esas afirmaciones sin matices. Los discursos maniqueos apuntalan certezas, al reducir la realidad a dos categorías, una de las cuales promete cobijarnos: verdad o mentira, civilización o barbarie, éxito o fracaso, conmigo o contra mí.

Los llamados a cuestionar esta forma de ver las cosas -afirma Irene Vallejo- no son novedosos aun cuando siempre actuales y pertinentes.

San Agustín, maniqueo durante casi una década, reconocía en sus Confesiones el atractivo de esta mirada simplificadora: la lucha eterna de dos principios, uno bueno, simbolizado por la luz, y otro malvado, simbolizado por las tinieblas. Casi siempre, la división es falaz; y los matices, más reveladores.

Nosotros y ellos.

Nosotros los buenos, poseedores de la verdad, habitamos en lo cierto.

Ellos los malos, propietarios de la mentira, residentes en el error…

¿Será que no aprendemos?

lunes, 4 de septiembre de 2023

Trece años de Habladuría

 

En el mes de septiembre de hace trece años nacía este blog con un perfil más o menos definido (http://habladuriacronicasdelocotidiano.blogspot.mx/2010/09/entre-el-vicio-y-el-oficio-compilador.html) Desde mucho antes estuve compilando anécdotas acerca de muy diversos temas y diferentes lugares. Algunas las tomé de periódicos y revistas, la mayoría las hallé en libros adquiridos en librerías de viejo que he sabido recorrer con entusiasmo digno de mejores causas. Fue en aquel entonces que la extraordinaria artista Magos Nava sugirió la idea de abrir un blog y se dio a la tarea de diseñarlo. En los inicios sus ilustraciones acompañaron los artículos publicados.

En estos trece años las visitas han superado el número de 445.000. Difícil saber cuántas de ellas responden a seguidores del blog y cuántas a quienes llegan puntualmente y en forma azarosa por sus búsquedas temáticas. Me inclino a pensar que son muchas más las segundas que las primeras. También hay que tener en cuenta las visitas realizadas por robots que actúan en las redes.

El total de artículos que se han ido sumando al blog hasta el momento son 1.130. Algunos de ellos han sido publicados y citados en periódicos y revistas (ejemplo de ello es el artículo “¿El Ángel caído?” del Mtro. Eduardo Matos Moctezuma publicado en Arqueología Mexicana, No. 150). Asimismo he tenido noticias de menciones realizadas en distintos programas radiales. Ciertos textos han sido utilizados como material de apoyo en clases de preparatoria o universidad, así como en diversas instancias de educación no formal. He tenido la oportunidad de narrar en forma presencial algunas crónicas que integran este blog en diversas ciudades de México (Cancún, Chihuahua, Ciudad Juárez, Ciudad de México, Guadalajara, Guanajuato, León, Morelia, Oaxaca, Pachuca, Puebla, Querétaro, San Luis Potosí, San Miguel de Allende, Veracruz, Zacatecas, etc.) así como también en Buenos Aires y Montevideo.

En principio hay Habladuría para rato, dado que en el taller de armado dispongo de muchos “pies de artículos” que permiten aspirar a mantener este espacio. Tengo el anhelo de que parte de este material pase a ser libro, columna periodística o espacio radial. 

Quiero expresar mi profundo agradecimiento y reconocimiento a Magos Nava. Sin su apoyo este blog no hubiese sido posible.

Asimismo va mi agradecimiento a los lectores habituales de Habladuría, a los intermitentes y a quienes lo fueron en algún momento.

Y sean bienvenidos aquellos que se sumen a partir de ahora.                    

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Junto a este blog he desarrollado programas que se vienen implementado en diversas instancias (http://habladuriacronicasdelocotidiano.blogspot.com/2019/08/programas.html), entre ellos:

 

  • Mirar-nos con ojos ajenos. Una invitación al análisis y la reflexión a partir de pedacitos de historia. Este programa inició en el mes de junio de 2020. Los grupos se reúnen semanalmente en forma virtual los días martes a las 17 hr y jueves a las 12 hr. (horarios de Ciudad de México).

 

  • Leer para vivir. Un espacio donde la lectura nos convoca. Nos reunimos semanalmente en forma virtual los días miércoles a las 19 hr (horario de Ciudad de México).

                                                                                              

Asimismo he publicado diversos ensayos y compilaciones; entre otros: La educación familiar y sus desafíos (México, Paidós, 2005), Pedagogía del relato una tradición siempre joven (México, edición de autor, 2007), La escuela y sus desafíos (México, edición de autor, 2008), Diccionario de citas (México, Algarabía-Lectorum, 2013), Anécdotas (Madrid, Fundación Emmanuel Mounier, 2022), Breverías españolas (Madrid, Editorial Ygriega, 2023).

 

 

Gerardo Mendive

gemendive@yahoo.com.mx

5541262798 CDMX

www.gerardomendive.com