lunes, 23 de diciembre de 2019

Mensaje de Navidad de Gabriela Mistral


El 24 de diciembre de 1948 (desde Fortín de las Flores, Veracruz) Gabriela Mistral presenta sus reflexiones con motivo de la Navidad; el texto fue publicado al año siguiente en ábside. Revista de cultura mexicana.

El Nacimiento de Nuestro Señor ocurre en una ciudad pequeña, pero no en una casa –que todas se le negaron-, sino en establo arrabalero. Así Cristo echa el primer respiro cerca de majadas y entre los animales. El escándalo que dan las viejas estampas es éste de un hato de bestias despertadas, el vaho de los belfos, y un pasar y repasar de ángeles en ancho relampagueo, el coro de éstos baja vertical como una presa soltada desde las alturas. (…)
Y allí, en el lugar preciso y previsto, al medio de bueyes, y vacas, y asnos está la cosa más ligera y endeble de este mundo que es un Niñito, y hay un viejo barbado tan débil como Él mismo, y una mujer flaca como ambos en cuanto a “femina”.

Gabriela Mistral caracteriza al acontecimiento como disparatado a lo divino y por tanto difícil de comprender.

(A las gentes de la Razón con mayúscula, el cuadro les revuelve el seso. Pero todo en el Evangelio resulta una reversión del “Orden” y de la vieja Ley que va a caer en pedazos.) (…)
Celebramos eso, un Nacimiento el más absurdo y menesteroso que se haya visto. La escena de la noche (…) de rara se pasa a grotesca: hay en aquel establo el estiércol desparramado y el agua turbia, por servida, del abrevadero y brillan aquí y allá unas copas llenas de incienso, mirra y oro.
(…) Este suceso disparatado a lo divino no lo entienden mucho las ciudades; los rurales sí, y los vagabundos, en cuanto gente habituada al milagro que brota del planeta o baja de los cielos, a lo más natural y a lo más sorprendente. 
(…) Lo sobrenatural que manda en esa noche tiene un reverso natural y los asistentes aparecen asombrados pero sin miedo, y se azoran sin dar gritos. Todo en lo Cristiano se moverá dentro de esta manera parecida a la de los lagos que maravillan sin agitarnos.

Sin embargo -continúa la poetisa- hubo quienes no resultaron sorprendidos dado que estaban en espera de un quiebre de semejante trascendencia en el devenir del tiempo.

El buen lector de Historia –el no torcido- entiende que Esto tenía que llegar. Había habido ya reyes de más, capitanes de sobre, letrados greco-romanos y hasta hechiceros egipcios. Faltaba Uno que reinase sin reino, mandase sin espada y hablase recto, sin vicios ni culebreo de palabras.
Los que están allí velando esperaban a Éste, cada uno a su modo y por eso creyeron de golpe a los signos de la noche, a la estrella nueva, a los coros despeñados y al “no sé qué” del Niño tiritador.

Así fue como los convocados respondieron al llamado del nacimiento de Cristo desde la obediencia radical.

Hay una gran docilidad en este grupo nocturno, un saber y obedecer inmediatos, sin preguntar ni discutir, y en el aire delgado y la tierra gruesa ha debido haber este mismo acuerdo de aceptar y sentirse encantados. Nuestra lengua llama tal cosa, con cierto desdén, “milagrería”, pero hasta los laicismos suelen vivir por instantes tales “bodas del cielo con la tierra”, según la expresión de Blake, y esto en cierto día o cierta noche en que todo se permea de algún licor que no se probó con los labios pero que se paladea con el alma.

Gabriela Mistral considera que el acontecimiento de la Navidad no es cuestión del pasado, ni ajena a nuestras realidades.

Nos da vergüenza menor un Niño de horas, con el rocío de la noche en los cabellos, húmedo de tan tierno y de tan desnudo como Él está.
Y sin embargo, este Cuerpecillo echado en establo, sin más pañal que la intemperie, llegado y no recibido, con los animales en cuanto a hospedadores, nada tiene de sucedido fabuloso para los ojos nuestros. En donde acaban las calles enfiestadas, y se calla el tamborileo, y se corta la danza, existe un tendedero de desnuditos, semejantes, puestos en cunas que no lo son, y resobándose contra el pellejo del perro que los abriga, hambreados desde el vientre materno, mostrando su estropeo en el hueso y la carne y mirando con ojos opacos a su María y a su José que van y vienen por la pocilga oscura.
Eso de encarnar un Dios en tallo de sangre y aceptar con el vagido y el batir de la mano el aire y la Tierra y la infancia a medio pan y a medio techo, este misterio que habla con palabra directa vale en cuanto a alegato eterno y a quemante encargo sobre la infancia menesterosa y padecida. Sin palabras, con su pura cinta de imágenes, el Pesebre de Belén nos encomienda a todos y a cada uno de los niños que duermen bajo ramas de palmeras o planchas abolladas de zinc, y también al raso, como las cabras y alimañas del monte. No es mera estampa de yeso ni tarjeta de Noel lo del niño que duerme a la escarcha y a la ventisca. A lo largo del Pacífico, del Atlántico y del Caribe, yo me he visto entredormir de ese modo al chiquito indio, al mulato, al negro y al mestizo. Y pese a la Geografía, aquellos pesebres criollos se me juntaron todos en torno de la cuna judía y de aquella Madre de los albergues negados.

Finalmente, la escritora chilena convoca a vivir la Navidad respondiendo a los muchos pesebres que encontramos en el día a día.

Pongámonos a cancelar la vieja deuda no pagada y crecida que ya nos abrasa la conciencia. (…)
Allegarnos al Dios-Niño sería buscar los pesebres nuestros de Cordillera y selva adentro, por los caminos rurales y las playas no sospechadas, por todas partes de donde se escape un llanto chiquito que es el mismo de aquella Medianoche y se oiga además el rezo de la María indígena o mulata. (…) Y el lugar donde ocurre lo que digo (…) es la América nuestra de la abundancia botánica, del bosque maderero, del río amazónico y del sol más creador que conozcan los ojos humanos.

Entendemos que este texto, con muchos años en su haber, no ha perdido vigencia y es por ello que ahora nos permitimos transcribirlo.

¡Feliz Navidad!   

viernes, 20 de diciembre de 2019

Religiosidad popular


A lo largo y ancho de América se han ido abriendo espacios a la pluralidad religiosa al tiempo que sectores numerosos de la población no se identifican con ninguna creencia de este tipo, situándose en el espectro que va del agnosticismo al ateísmo. 

Hay casos en que esta clasificación no es tan precisa, por lo que existen algunos descreídos que se procuran apoyo de lo mismo en que descreen, como me contó mi amigo Eduardo que le sucedió en Cd. Juárez, Chihuahua. 

Se le acercó una pareja y ella le preguntó:
-¿Tú crees en Dios?
-Sí –contestó Eduardo.
-¿Le puedes pedir por nosotros?

Por estos rumbos, más allá que en años recientes -según datos que arrojan estudios en la materia- se han producido cambios muy significativos, la mayoría de la población se reconoce como católica.

El tipo de religiosidad que se vive en los diversos países -y dentro de ellos, en las diferentes localidades- tiene que ver con una serie de factores entre los que podemos ubicar: características e idiosincrasia de las poblaciones, sello propio que adquirió la evangelización en esa región, imagen que proyectan los religiosos, mayor o menor presencia de otras creencias, presencia de inmigrantes, características geográficas (como por ejemplo la proximidad o no a la costa), etc.

En los países donde la presencia indígena y/o la cultura negra es muy importante, las formas de religiosidad son muy otras que en los que carecen de ellas o son muy minoritarias. Mucho se ha estudiado los vínculos entre las creencias prehispánicas y el catolicismo, expresado en rasgos de sincretismo como la proximidad del culto a Tonantzin con la devoción a la Virgen de Guadalupe o el caso paradigmático de San Juan Chamula en Chiapas.

Aun sin que deje de ser un análisis muy esquemático, otra clasificación es la que separa a los países con una fuerte religiosidad popular de aquellos  donde existe mayor vínculo entre fe y razón. 

En México existen múltiples manifestaciones de religiosidad popular en las diversas regiones del país, aceptando que –como en tantos otros renglones culturales- norte, centro y sur constituyen realidades muy diferentes. Una paradoja de la religiosidad popular está dada porque por una parte el ritual y la liturgia suelen ser muy tradicionales, ortodoxos, pero el trato con Dios, la Virgen y los santos puede llegar a ser muy confianzudo, muy de entre casa. Al respecto sostiene el padre Joaquín Antonio Peñalosa

El mexicano se tutea con la Virgen, escoge sus santos como quien escoge a sus amigos, reza como si platicara en la intimidad del vecindario, recomienda la devoción a San Martín de Porres con el mismo desparpajo con que recomienda un remedio para el dolor de muelas, acude con éste o con otro santo según la necesidad que lo apremie, de la misma manera que va al Seguro Social a consultar al especialista ofrecido. El más allá tiene mucho de más acá. Lo invisible, en cuanto se puede, se le fuerza para hacerlo un poco visible. Dios mismo se vuelve cotidiano. El pan nuestro de cada día. 

A su vez, Carlos Castillo Peraza se refería al mismo punto descubriendo la presencia de una teología de altos vuelos en medio de manifestaciones de religiosidad popular.

Nuestro país, nuestra región y nuestra religiosidad son de lo más peculiares. Se parecen a las viejas peluquerías en cuyas paredes había un ciento de fotos de mujeres semidesnudas, alrededor de una imagen bien iluminada y floreada de la Virgen de Guadalupe. Así son también los muros de los talleres mecánicos. Así eran, aquí, las barberías de “el Cuino” y de “el Conejo”, y el solar aceitoso en que el “Mulix” reparaba automóviles. En estas materias, lo que acaba importando es qué ponemos en el centro. El pueblo lo entiende mejor que los teólogos y, a la hora de la verdad, falla menos que éstos. La gente común sabe muy bien dónde y cuándo arrodillarse. Sobre todo, ante quién. Muchos teólogos no tienen idea.

Asimismo Peñalosa ofrece otro ejemplo a este mismo respecto.

En el tablero [de un camión], una Virgen de Guadalupe iluminada con tres foquitos, el verde, el blanco, el colorado, la bandera del soldado, un encanto de foquitos que se encienden y apagan parpadeantes. Al lado una foto de Raquel Welch sin hábito talar, por supuesto, una foto cortada de algún magazín dominical, pegada con diurex codo con codo la carne y el espíritu, que al mexicano le nacen gemelos la devoción y la diversión, y detrás de la cruz está el diablo.

La educación en la fe se da principalmente a través de las mujeres dentro del ámbito familiar y además ellas suelen encargarse de la catequesis en muchas parroquias, por ello Joaquín Antonio Peñalosa afirma que en México existe un matriarcado religioso. 

Y como no podía ser de otra manera, la mujer mexicana adapta las vivencias de la fe a su propia manera de ser. En este sentido, hace ya unos cuantos años en el templo conocido como del Buen Tono en la ciudad de México, el padre Xavier González hablaba en el sermón acerca de la Pasión de Cristo. En un momento dado destacó el papel de la Virgen María, quien se limitó a permanecer junto a la cruz acompañando a Jesús. Señalaba el sacerdote que en los evangelios no se alude a que en ese difícil momento, la Virgen haya dicho algo. Simplemente María asumía su papel como madre; ahí estaba, acompañando amorosamente en silencio el dolor de su hijo.

Llegado a este punto del sermón el padre Xavier se preguntaba: ¿cómo habría sido la situación en caso de que María se hubiese conducido como una típica madre mexicana? El padre Xavier concluía. 

Sin duda allí habría estado, pero eso sí, recriminando:
-¿Para qué te metiste?, no puedes decir que no te previne, ¡te lo dije! y mira ahora por lo que estamos pasando...  

“Qué bueno –concluyó- que María no era mexicana porque de esa manera se evitó que el dolor de su hijo fuera aún más grande”.

jueves, 19 de diciembre de 2019

La música, constructora de paz


Mucho se ha insistido en la potencialidad de la música (aunque hay que aclarar, como sucede con las ofertas en algunos comerciales, que aquí también “aplican restricciones”) para calmar en momentos difíciles, para serenar cuando se atraviesan situaciones estresantes. Esto sucede tanto al público en general como a los propios artistas, como lo reconoce Concha Buika –entrevistada por Diego Manso- cuando revela que en su caso no sólo la calma sino que también le trae otro tipo de beneficios.
-¿Y compone todo el tiempo?
-Sí, mucho. Compongo para no odiar a nadie.
-¿Cómo es eso?
-Hace unos días me dejó mi chico. El chico con el que estaba desapareció. Yo puedo optar por odiarlo pero, aparte de que no sería justo, puedo ponerlo en una canción y me va a traer dinero. ¿Cómo puedo odiarlo si me he comprado un coche gracias a él? Yo canto para no volverme loca y compongo para no odiar…
Esta faceta de la música está muy lejos de agotarse en el ámbito personal o familiar, tal como queda de manifiesto en las reflexiones del reconocido director Daniel Barenboim quien pone de relieve el compromiso de la música con la libertad.
¿La música tiene un propósito, un propósito social? Y, si es así, ¿cuál es? ¿Es proporcionar consuelo y entretenimiento o es plantear cuestiones perturbadoras al intérprete y al oyente? Si piensas en el papel que la música y mucho más que la música –el teatro, la ópera- tuvieron en la sociedad y en los regímenes totalitarios, verás que era el único marco en el que podían criticarse las ideas políticas y la opresión social. En otras palabras, una interpretación de Beethoven, bajo los nazis o bajo cualquier tipo de régimen totalitario, sea de derechas o de izquierdas, asume súbitamente la llamada a la libertad, se convierte incluso en una crítica muy directa a la política de ese régimen y, por lo tanto, es realmente algo mucho más perturbador; al mismo tiempo, eleva el espíritu. 
Una diferencia con la literatura es que la música al no requerir traducción tiene un mayor campo de acción, tal como lo reconocía Mstislav Rostropóvich al tiempo que se quejaba por lo poco que se había aprovechado esa posibilidad: “Dios nos ha dado un sólo idioma, la música, para la que no hace falta traductores, pero no hemos sido capaces de usarla para unificar el mundo.” 
Hace ya unos cuantos años Daniel Barenboim y Edward W. Said (amigos unidos en sus muchas diferencias) decidieron pasar a los hechos promoviendo la formación de una orquesta juvenil integrada tanto por músicos palestinos como israelíes, lo que a todas luces parecía imposible. Los inicios no fueron sencillos –de acuerdo al testimonio de Barenboim- dado que cada quien llegó con sus prejuicios.
Lo que a mí me parecía extraordinario era la ignorancia que existía respecto al “otro”. Los chicos israelíes no podían imaginar que hubiera personas en Damasco, Amán y El Cairo que fueran capaces, realmente, de tocar el violín y la viola. Creo que los músicos árabes sabían que había vida musical en Israel, pero no conocían mucho de ella. Uno de los chicos sirios me dijo que nunca había conocido a ningún israelí antes; para él, un israelí era alguien que representa un ejemplo negativo de lo que puede pasar en su país y en el mundo árabe.
Una vez allí, convocados por una pasión compartida, tuvieron que acercarse para emprender la tarea común.
El mismo chico se encontró compartiendo atril con un violoncelista de Israel. Trataban de tocar las mismas notas, con la misma dinámica, con el mismo movimiento del arco, con el mismo sonido, con la misma expresión. Trataban de hacer algo juntos. Es así de sencillo. Estaban tratando de hacer algo juntos, algo que les importaba a los dos, algo que les apasionaba a los dos. 
Y claro que no hay como acercarse al otro para romper prejuicios; ya nada –concluye Daniel Baremboim- volvería ser igual para ellos. “Bien, una vez conseguido, ya no pueden mirarse de la misma manera, porque han compartido una experiencia común. Y para mí, esto es, de verdad, lo importante del encuentro.”
¿Qué si esto acabó con el conflicto? Por supuesto que no, pero… ¿ello invalida los esfuerzos realizados por Said y Barenboim así como por muchos otros grupos que procuran construir puentes enfrentando la opinión de tanta gente prudente?

miércoles, 18 de diciembre de 2019

Normas en la mesa


Mucho se ha insistido que el libro atribuido a Leonardo da Vinci sobre temas gastronómicos y de urbanidad, es apócrifo. Lo que nadie discute es el tono divertido del mismo y para ejemplificarlo transcribimos el apartado titulado “Acerca de los procederes indecorosos en la mesa de Mi Señor Ludovico”.
Hay ciertos procederes indecorosos que debe evitar todo invitado a la mesa de Mi Señor Ludovico (este catálogo está basado en observaciones que realicé a lo largo del último año entre los que se sentaron a esta mesa):
Ningún invitado se deberá sentar encima de la mesa, ni de espaldas, ni en la falda de otro invitado.
No deberá poner su pierna encima de la mesa.
No pondrá para comer su cabeza en el plato.
No tomará la comida de su vecino sin pedirle permiso antes.
No colocará trozos de su propia comida masticados a medias en el plato de su vecino sin primero preguntarle.
No limpiará su cuchillo en la ropa del vecino.
No tallará sobre la mesa con su cuchillo.
No pondrá comida de la mesa en su bolso ni en su bota para comerla después.
No limpiará su armadura en la mesa.
No morderá la fruta y la devolverá a la fuente.
No escupirá frente a él.
Ni tampoco a un costado.
No pellizcará ni golpeará a su vecino.
No dará codazos ni hará ruidos con la nariz.
No hará caras feas ni girará los ojos.
No se llevará el dedo a la nariz ni al oído mientras conversa.
No hará modelos, ni nudos, ni encenderá fuego sobre la mesa (a no ser que se lo pida Mi Señor).
No soltará sus pájaros en la mesa.
Así como tampoco escarabajos ni víboras.
No tocará el laúd o algún otro instrumento que pudiera molestar a su vecino (a no ser que se lo pida Mi Señor).
No cantará, ni hará discursos, ni gritará, ni dirá acertijos obscenos si a su lado hay una dama.
No conspirará en la mesa (a no ser que lo haga con Mi Señor).
No hará a los pajes de Mi Señor sugerencias lujuriosas ni jugará con sus cuerpos.
No se tirará encima de su vecino en tanto esté sentado a la mesa.
No golpeará a los sirvientes (sólo puede hacerlo en caso de su propia defensa).
Deberá abandonar la mesa si está por vomitar.
Y lo mismo si tiene que orinar.
En lo que no hay desacuerdo es en cuanto a que Leonardo da Vinci era aficionado a la buena comida como mucho tiempo después lo fue Julio Camba, quien también enunció algunas “normas del perfecto invitado”, de entre las que seleccionamos algunas. 
Si la esposa del anfitrión le da a usted a elegir entre muslo y la pechuga de un pollo, puede usted, según su confianza en la casa, interpretar el tema alegóricamente (…)
Tenga usted siempre un régimen alimenticio, un régimen contra la obesidad, contra la arterioesclerosis o contra cualquier otra cosa, y cuando le den a usted una mala comida, apóyese en el régimen. Es la mejor política. 
Cuando, en cambio, le ofrezcan a usted una comida excelente, mande el régimen a paseo. Lo mejor de cualquier régimen es el placer de quebrantarlo. (…)
Si no sabe usted pelar las frutas de un modo elegante, agárrese a la teoría de las vitaminas y renuncie a pelarlas.
Será cuestión de tener en cuenta estos consejos ahora que se aproximan las fiestas de fin de año.

martes, 17 de diciembre de 2019

El legado de un actor


Muchos son quienes dicen que para tener información mínima acerca de una persona a la que ven por primera vez observan detenidamente sus zapatos, que el estado de los mismos dice mucho de la persona que los porta.

Recuerdo lo anterior en oportunidad de encontrar un texto de Jorge Mejía Prieto en el que cuenta una peculiar historia.

En 1945 falleció el actor teatral norteamericano Conrad Cantzen, quien durante los últimos años de su vida había subsistido a costa de mendigar ayuda a la gente de la farándula de Broadway. Por ello fue una sorpresa para todos saber que el derrotado y solitario Cantzen dejaba un legado de doscientos veintiséis mil dólares para comprar zapatos a los actores en mala situación económica.

¿Fue aquello resultado de su avaricia?, ¿de su manía de acumular?, ¿de su desesperación por ahorrar?

No. Definitivamente no.

El mismo Mejía Prieto aclara el enigma.

En su conmovedor testamento, Cantzen dejó dicho: "Conozco por propia experiencia lo humillante y terrible que es para un actor caminar sobre zapatos viejos y deteriorados. Muchas veces he tenido que andar con zapatos así, y cuanto más desgastadas eran las suelas de mi calzado, menos valor tenía para enfrentarme a la búsqueda de trabajo. Por eso es que dejo el dinero que he logrado reunir con mil dificultades, para mis colegas que no tienen para comprarse zapatos. Cada uno de ellos puede pasar por un par de calzado cómodo y de buena calidad a la Asociación de Actores de Nueva York, sin importar que sus pagos estén o no al corriente. Les deseo felices caminatas".

Nada que agregar.

lunes, 16 de diciembre de 2019

Los trabajos indispensables


Existen trabajos poco reconocidos y que sin embargo hacen posible que la vida citadina no sea más caótica de lo que de por sí ya lo es. Cambian focos dañados, señalizan calles y avenidas, reparan el pavimento, riegan la jardinería, etc. Mauricio Sanders da visibilidad a una de estas cuadrillas nocturnas integrada por mujeres encargadas de la limpieza.
Barren el Periférico, en las madrugadas, cuadrillas de mujeres fosforescentes. Se protegen con anaranjado (…) Las mujeres con overoles barren con escobas de vara, las escobas más resistentes. Barren junto a la valla que separa a los que van de los que vienen. Con las escobas más resistentes las mujeres limpian de polvo y  basuras la vía rápida.
Las basuras del Periférico se clasifican en restos animales, restos de perros, de gatos, de roedores deslumbrados, perdidos entre las ruedas de los que van y los que vienen; papeles, cartones y celofanes; polvo, arenas de erosión, sedimentos  y cristales; llantas, vidrios rotos, esquirlas de plásticos amarillos y rojos. Las mujeres las barren, quitan con varas las basuras, el pellejo renegrido del gato, las hojas de eucalipto desprendidas por la granizada, el pedazo del espejo roto en un choque. Separan el pellejo de la hoja, la hoja del papel. Quitan las basuras mientras todos, menos los ebrios y los celosos, duermen.          
Momento de agradecer.

viernes, 13 de diciembre de 2019

Libros editados por el enemigo


Existen algunos libros de diseño espectacular al tiempo que de muy difícil lectura porque -entre otras incomodidades- el reflejo que producen al intentar leerlos es mucho peor que el de uno de esos días en que el sol brilla por unanimidad. Al cabo del tiempo he aprendido a mantenerme a prudencial distancia de ellos, aunque sea una descortesía hacia quienes los envían de obsequio con motivo de las fiestas decembrinas.

Pensé que era cosa mía hasta que di con dos breves comentarios al respecto firmados por dos reconocidas autoridades en la materia. El primero de ellos es de Gonzalo Celorio

Las instituciones bancarias hacen libros bellísimos, lujosos, espléndidos, que no se leen. En el mejor de los casos, desenvuelto el regalo, se hojean y se ojean. El papel couché, tan bueno para la reproducción fotográfica, lastima la vista del lector, que tiene que torear los brillos enceguecedores.

La otra nota corresponde a la autoría nada menos que de Gabriel Zaid

Muchos libros costosísimos que publican las grandes empresas para celebrarse a sí mismas, o como regalo de Navidad, siguen el mismo camino: de la celulosa convertida en papel impreso al papel impreso convertido en celulosa. Pero no importa. En los circuitos del aparato resonador, lo importante es que la celulosa reciclada una y otra vez genere resonancia, no lectura.

A este respecto me permito realizar una pequeña sugerencia. Si son publicaciones de casas bancarias, que en vez de editar estos libros bajen las tasas de interés. En caso que sean de instituciones públicas que en lugar de editarlos reduzcan los impuestos.

Al fin que los libros no se leen (aunque pensándolo mejor tal vez se trate de publicaciones para ver y lucir; no para leer).

jueves, 12 de diciembre de 2019

Polémicas en torno a la salud


Si para tener una vida sana usted o yo quisiéramos seguir al pie de la letra todas las recomendaciones que nos brindan los diversos especialistas, lo más probable es que nuestra salud –física y emocional- sufriría severos quebrantos. Horacio Radetich en su artículo “Banales dicterios” publicado en la revista Mira del 26 de junio de 1991 (al que ya aludiéramos hace algunos años http://habladuriacronicasdelocotidiano.blogspot.com/2014/10/vida-saludable.html) aclara la cuestión.
Médicos alópatas y de los otros, nutriólogos, naturistas, señoritas versadas y demás especialistas te abruman y asustan opinando sobre tu salud y, como sucede siempre en estos casos, las opiniones se vuelven contradictorias.
Unos insisten en que si quieres vivir mucho tienes que correr como galgo y otros te avisan que si corres vas a respirar al triple de ozono y plomo, con lo que tus pulmones –y tú también- envejecerán a una velocidad meteórica. Si decides no correr hay un montón de esbeltos que te amenazan con que vas a perder la forma y te vas a volver sedentario, como si eso fuera pecado. Ahí es cuando caes en las garras de unos musculosos que te inducen a cometer ridiculeces tales como hacer aerobics o pesas; pero vienen otros y te suplican que ni se te ocurra, porque si lo haces sin un control tipo NASA vas a quedar contracturado y en silla de ruedas por el resto de tu poco vivificante existencia. 
Algunos pronósticos son francamente desalentadores (“si fumas despídete, porque no llegarás al domingo; si fumas y bebes no verás el atardecer del jueves”). El cuidado de unos órganos lleva al deterioro de otros (“si te cuidas de la diabetes estás propiciando la desnutrición, y lo que ayuda a evitar la arteriosclerosis es pésimo para tu intestino”). Las informaciones cruzadas, continúa Radetich, no acaban allí. 
Con una voz seductora una señorita comunicadora te dice que tengas mucho cuidado con eso de andar haciendo el amor porque las taquicardias pueden ser fatales; y si tienes bien la circulación, ojo, porque las enfermedades venéreas está a la orden del día y eso sin hablar del Sida.  
Claro que si no haces el amor se te estropean el cerebro y las conductas. 
Por si fuera poco con lo anterior, nunca falta la nota informativa que comienza diciendo: “Un grupo de científicos de la Universidad de………. situada al norte de ……………. han hallado que…
Momento de apagar la radio o pasar a otra noticia.

miércoles, 11 de diciembre de 2019

Intelectuales de buen diente


No es novedad para nadie que muchos intelectuales no solo aprecian la cultura libresca sino también la culinaria. Amplia es la lista de quienes su pasión por la buena mesa compite con sus desvelos intelectuales. Fueron muchos quienes, por decir lo menos, no militaron en las filas de la moderación y ello los llevó a severos quebrantos de salud e incluso a la muerte.

El primer caso lo ilustramos con lo que narra Rafael Barajas, El Fisgón, en relación a Carlos Pellicer.  

Cuentan que en una ocasión Carlos Pellicer fue invitado a una cena lujosa y abundante. El poeta era glotón y comió mucho más de lo que su cuerpo podía aguantar; se indigestó tanto que se puso mal y tuvieron que llamar una ambulancia; mientras los enfermeros subían al paciente a la camilla, él susurraba, desesperado, unas palabras ininteligibles. Uno de los camilleros se acercó para escuchar lo que bien podían ser las últimas palabras del Poeta de América y pudo descifrar que decía: "No me lleven... No me lleven... me falta el postre... me falta el postre..."

En cuanto a situaciones donde la muerte pudo haber estado estrechamente vinculada al exceso en la ingesta, nos guiamos por lo que cuenta Edgardo Cozarinsky  en sucesos ocurridos en ambos márgenes del Río de la Plata.

Adolfo Bioy Casares solía recordar las muertes por gula que habían coronado la vida de algunos intelectuales. En la Argentina el historiador Carlos Alberto Erro falleció después de haber vaciado en medio de la noche el contenido de su heladera y el profesor de Filosofía Francisco Romero, después de haber ingerido el asado organizado en su honor por un grupo de intelectuales uruguayos.

Finalmente Cozarinsky –tomando nuevamente como fuente a Bioy Casares- alude al caso de otro reconocido intelectual.

Entre las "últimas palabras" menos prestigiosas que registra la Historia, mencionaba las pronunciadas por el gran poeta católico Paul Claudel: "¿Qué opina, doctor? ¿Habrá sido el salchichón?".

Llegados a este punto nos quedaremos con la misma duda que Claudel ya que la fuente no menciona nada respecto a la respuesta del galeno.

martes, 10 de diciembre de 2019

De campesinos y esclavos, a monjes y ermitaños




En otras circunstancias ya hemos tratado el tema de los anacoretas en el siglo IV (http://habladuriacronicasdelocotidiano.blogspot.com/2019/03/la-historia-de-pacomio-las-aceitunas-y.html). Conducidos por J. Lacarriére veremos ahora por qué este tipo de vida resultaba tan atractiva a los campesinos de la época.

(…) en el Egipto del siglo IV, las condiciones económicas favorecían en altísimo grado la génesis y el éxito de esta experiencia de  “sociedades  artificiales”. En la vida cotidiana de un fellah copto del siglo IV, nada  podía incitarle a aferrarse a las  instituciones del pasado ni a un sistema social del que él era la principal víctima. La tierra, por supuesto, no le pertenecía; prácticamente no era más que un esclavo al servicio de un terrateniente (a menudo extranjero, griego o romano) y sus condiciones de vida como aparcero no ofrecían en absoluto mayores ventajas que aquéllas que podía tener dándose al  anacoretismo.

En un breve testimonio, en el que Lacarriére cita la Vida de san Arsenio, se pueden apreciar las diferencias de origen social de quienes coincidían en los monasterios.

Numerosos pasajes de las Vidas de santos del desierto aportan sobre esta cuestión no pocos informes. ¿Qué dice, por ejemplo, la Vida de san Arsenio? Arsenio era un romano, de origen noble, que fue durante algún tiempo  alto dignatario en la corte de Teodosio el Grande (por tanto, a fines del siglo IV),  tras lo cual, a la edad de cuarenta años, decidió consagrarse a la ascesis y se  trasladó a Egipto. Cierto día en que cayó enfermo, su discípulo le hizo acostarse sobre una cama y le puso una almohada bajo la cabeza. Un anacoreta vino a visitarle y se mostró escandalizado ante aquel “lujo”. Entonces, el discípulo de Arsenio le dijo:
“¿A  qué  te dedicabas antes de ser ermitaño?
-Era campesino.
-¿Y de qué vivías?
-Como en la actualidad: dormía en el suelo, comía cada día un poco de lentejas, pan y aceite. Pero mi alma no conocía el reposo.
-Pues bien -dijo el discípulo-, Arsenio, el que tú ves aquí era en otros tiempos preceptor de los hijos del Emperador, tenía mil domésticos a su servicio y dormía en un lecho suntuoso. ¡Que diferencia entre su condición de entonces y la tuya, tú que vivías peor que ahora! Al abandonar el siglo, tú has abandonado una vida penosa por una vida mejor, mientras que Arsenio ha dejado la opulencia por la pobreza.”

Aun reconociendo la existencia de casos excepcionales, es posible afirmar que la mayoría de quienes optaban por la vida monacal o eremítica provenían de condiciones de vida caracterizadas por la pobreza.

Se comprende entonces que, desde los comienzos del monaquismo -y excepción hecha de los “fundadores” que son todos de familia acomodada-, el reclutamiento de monjes se hiciera casi únicamente entre los aparceros del campo, los  pequeños artesanos, los aldeanos de las márgenes del Nilo y, de un modo general, entre las clases rurales y laboriosas. (…)
Y se comprende también el motivo que luego hubo de llevar a tantos esclavos a  buscar asilo en los monasterios y acabar, ellos también como monjes y ermitaños.

Luis Izquierdo agrega información relevante en torno al tema.

El número  de los anacoretas y monjes llegó a ser considerable. Paladio habla de unos cinco mil en las zonas desérticas paralelas al Nilo. Ahora bien, la vida del  fellah, campesino egipcio, era tan extremadamente dura que la vocación del  desierto no  le suponía  un  esfuerzo   extraordinario.  Esta  circunstancia, unida  al respeto  que  despertaba  en todos  los viajeros la visión de los ascetas, determinó  el crecido número de ermitaños y monjes. El fellah seguía un impulso  religioso, pero también se afirmaba como hombre: accedía a una consideración de la que había carecido en vida. Los mismos  patricios que, en el ejercicio de su labor, no reparaban en  su  existencia,  se  prosternaban ante el fellah, en  su  versión monástica.

Obviamente que tal estado de cosas –continúa Izquierdo- no fue bien visto por los poderosos.

Los terratenientes llegaron a protestar por la cantidad de labradores que les huían al desierto. En las postrimerías del s. IV, llega a afirmarse que el fellah, aunque llegue a hacerse monje, no podrá escapar de su señor.

Así fue como la Iglesia, a partir del siglo IV, se distancia de los pobres al aliarse con los privilegiados, tal como lo señala Izquierdo: “Para delatarle, intervendrán incluso signos denunciatorios venidos de lo alto: curiosa colaboración de Dios en la economía de los grandes propietarios agrícolas.” Por su parte J. Lacarriére profundiza en la cuestión.

El concilio de Gangres [Gangra], por ejemplo (tuvo lugar en el año 342), excomulga al obispo Eustato y sus discípulos por haber aconsejado a los esclavos abandonar  a sus amos a fin de hacerse ascetas. La Iglesia, por otra  parte, no tardaría en tomar la defensa del orden social y de los intereses de los esclavistas y de los poderosos. “No permitiremos jamás -dice un Canon de los santos Apóstoles del siglo IV- cosa semejante que causa pesar a los amos de esclavos y que siembra el desconcierto en los hogares...” Y un edicto del emperador Valente incluso ordena: “traer por la fuerza a los esclavos que se esconden entre los monjes”. Estas disposiciones acabaron por influir en la misma hagiografía, ya que un santo del siglo IV, Teodoro, “tenía el poder milagroso de ligar a los esclavos con lazos invisibles que hacían imposible toda fuga. Si, a pesar de esta precaución, el amo perdía su esclavo, le quedaba la posibilidad de ir a dormir sobre la tumba del santo, el cual le indicaba en sueños el lugar donde su esclavo se hallaba refugiado. Se ve claramente que san Teodoro prefería los amos a los esclavos.”

Una vez más queda de manifiesto que en la Iglesia siempre ha existido un enfrentamiento entre los que se encuentran más próximos a la perspectiva de Eustato y quienes optan por Teodoro.

Ayer como hoy.


lunes, 9 de diciembre de 2019

¡Mucha "merde"!


No sería demasiado original decir que las personas quisieran dedicarse a lo que les gusta y que, al mismo tiempo, ello les brinde certeza económica. Pero también es sabido que como las cosas no siempre son así (es más, por lo general no son así) al optar por ciertas ocupaciones se asumen riesgos de consideración.

El mundo del espectáculo no es ajeno a ello, tal como lo pone de manifiesto el actor Fernando Fernán Gómez al reconocer que el oficio de cómico (expresión que le es más querida que la de actor) es inseguro, “más aún, como es natural, en las épocas de crisis”. Y para darnos idea que esta crisis a la que se refiere es de siempre, comenta lo siguiente

(…) aunque no existen documentos que lo demuestren, es casi seguro que cuando Tespis en su famoso carro inventó el teatro, mientras recorría los caminos de la Hélade buscando donde detenerse a echar función, murmuraba: “¡Vaya crisis teatral que hay este año!”.

Por otra parte Margo Su, conocedora del medio tanto en calidad de artista como de productora, comenta sus vivencias al respecto.

Si me equivoco en la programación, el público no entra. Llega a la puerta del teatro, ve la cartelera, y regresa a su casa. El estómago me arde pues de todos modos debo pagar elenco y empleados. El teatro es más efímero que los jitomates: si no se consume el mismo día, se pierde. Envidio a los fabricantes de refrigeradores o de cerillos o de patines que si no venden sus productos hoy, los guardan en cajas hasta venderlos. No pierden.

En este contexto no está de más recordar que quienes forman parte del espectáculo (actores, directores, productores, escenógrafos, vestuaristas, tramoyistas, etc.) tienen –como narra Gustavo Barco- una forma muy curiosa de desearse mutuamente ¡éxito! a la hora de iniciar una temporada.

En el mundo del espectáculo, desear suerte a viva voz, paradójicamente, trae mala suerte. En su lugar, aconsejan recurrir al más elegante y conocido merde!, que también tiene su explicación histórica.
La costumbre se remonta a épocas en las que el caballo era el medio de locomoción por excelencia. En aquellos días, ver acumulado el excremento en la puerta de un teatro era sinónimo de que la sala estaba colmada, justamente, con los propietarios de esos animales.
Hoy, hasta se agradece efusivamente la costumbre, y no se considera a nadie un maleducado si, al desear buena suerte, lo que se escucha es la exclamación: “¡Mucha merde!”



viernes, 6 de diciembre de 2019

Novelas policiales


De mi padre he heredado muchas aficiones pero el gusto por las novelas policiales no ha sido precisamente una de ellas. Muy buen lector de distintos géneros, podía estar horas ajeno a lo que le rodeaba y pendiente exclusivamente de lo que sucedía dentro de los libros. Su predilección iba por el lado de las novelas policiales que adquiría o canjeaba tanto con amigos como en puestos que a ello se dedicaban.
Por mi parte, y lo confieso con cierta culpa, me parece recordar que nunca pude concluir la lectura de uno solo de estos libros por los cuales no siento la menor simpatía. Cuando me preguntan del por qué de mi aversión al género, no dispongo de razones convincentes. Bueno, no las tenía porque hace poco las hallé leyendo a Alejandro Zambra 
(…) nunca me han gustado mucho las novelas policiales. He leído dos o diez muy buenas, pero me parece cansador eso de andar por el mundo buscando al culpable y robándoles un tiempo sin duda valioso a los testigos. El asesino, finalmente, es siempre el autor, que en las últimas páginas de la novela confiesa lo que sabía desde un principio. 
Nadie quita –y Zambrano lo subraya- la sagacidad que exige desarrollar una buena intriga.
Escribir novelas policiales es un innegable ejercicio de destreza, y eso es lo que suele celebrarse de los grandes cultores del género: la virtud estratégica de distribuir las pistas, la capacidad de armar, con los elementos de siempre, una historia que sorprenda.
Contrariamente a lo que pudiera creerse, Alejandro Zambra parece encontrar un aire de familia entre la novela policial y la poesía.
Pienso en las novelas policiales porque representan un modelo limpio de escritura. Escribir una novela policial debe ser, en este sentido, parecido a escribir un soneto: la dificultad es, ante todo, técnica. Prevalece la tarea bien hecha y poco importa si el autor tenía o no tenía algo que decir.
Nada de esto compartirán los aficionados a la lectura de novelas policiales, mismos que seguramente encontrarán razones de mucho peso para contra-argumentar debidamente.
Mi padre hubiese sido uno de ellos.

jueves, 5 de diciembre de 2019

Me permito distraer su valiosa atención

Si bien hace rato que las academias de dactilografía han pasado a la historia, aún quedamos sobrevivientes que allí aprendimos a escribir a máquina. En mi lejana adolescencia asistí a la del coronel Aguirre en la calle Canelones, en la ciudad de Montevideo.

El material didáctico consistía en una carpeta que contenía diversos formatos de cartas comerciales que se debían transcribir –en aquellas inolvidables máquinas a prueba de cualquier mal uso- cada vez en un tiempo más breve y con menos errores “de dedo”. Los modelos de misivas cumplían escrupulosamente con las  reglas de cortesía en un lenguaje ajeno al habla cotidiana. Fabio Morabito narra su experiencia al respecto

Cuando tenía doce años mi padre se dio cuenta de que yo escribía mejor que él, así que me pidió que lo ayudara a redactar unas cartas a sus clientes. Había comprado un manual para ello, que me dio a leer para que me familiarizara con el lenguaje de ese tipo de correspondencia. En él se recopilaba un gran número de ejemplos de cartas comerciales, clasificándolas según diferentes criterios, uno de los cuales era cómo reconvenir a la otra parte negociadora por algún incumplimiento, porque una sección completa estaba dedicada a los reclamos, todo ello sin perder la pulcritud de una carta de negocios. 

Continúa Morabito con su evocación al tiempo que reconoce que aquella tarea no le desagradaba. 

Leí el libro de cabo a rabo y aprendí rápidamente a imitar el estilo desapegado de esas misivas, no exento de una fina obsequiosidad. Confieso que me emocionaban más que muchos libros de aventuras. Unos preámbulos me dejaban hechizado, como éste: “Con la presente me permito distraer su valiosa atención para notificarle que su pedido…, etc.”. Distraer su valiosa atención: ¡qué frase admirable! Yo sabía que nadie creía sinceramente en la valiosa atención de su destinatario, pero intuía que esta y otras fórmulas de esmerada cortesía debían de incidir de algún modo en una negociación, y me apresuré a incorporarlas en las cartas que escribía mi padre.

No estaría de más que algunos programas en los medios, así fuera por simple cortesía, retomaran estas viejas fórmulas: “nos permitimos distraer su valiosa atención”. 

Estoy seguro que en muchos casos al conocer de sus contenidos y secretas intenciones, contestaríamos: “no, no se lo permitimos”.

miércoles, 4 de diciembre de 2019

Cuando la respuesta debe ser inmediata


En la vida se presentan situaciones, problemas, coyunturas, en las que es posible tomarse el tiempo para reflexionar, valorar opciones, hacer las consultas del caso y decidirse por aquella que se considere más adecuada.
No es el caso de las urgencias en que se requiere ya no una respuesta, sino en todo caso la reacción inmediata. Sin embargo hay quienes ante la sorpresa de la irrupción de lo inesperado quedamos paralizados o entramos en especulaciones totalmente contra indicadas para el momento. Para ilustrar el punto nos servimos de un pequeño fragmento de Woody Allen –tomado de “Los condenados”- en el que con su humor habitual alude a la cuestión.  
Sus gritos desde el agua helada fueron oídos por Cloquet (…) La noche era oscura y soplaba el viento, y Cloquet tenía una fracción de segundo para decidir si iba a poner en peligro su vida para salvar la de un desconocido. Reacio a tomar decisión tan trascendental con el estómago vacío, se fue a un restaurante para cenar. Atormentado luego por el remordimiento, compró una caña de pescar y volvió sobre sus pasos para sacar a Brisseau del río. 
Hay quienes desempeñan trabajos y profesiones en que la emergencia es habitual, por lo que conviven con la toma de decisiones inmediata. No hay tiempo y se debe mantener la calma en situaciones en que resulta casi imposible lograrlo. Entre ellos –junto a tantos otros- encontramos a quienes se encargan de tareas de protección civil, a los médicos responsables de emergencias, a los intensivistas, etc. 
Nunca estaremos lo suficientemente agradecidos con ellos.

martes, 3 de diciembre de 2019

Cuando uno es el reclamo y otra la solución


Existen circunstancias en que la comunicación resulta imposible porque las personas que participan en ella se encuentran en frecuencias muy diferentes.

Un ejemplo de ello lo proporciona Michel Tournier y tiene que ver con algo que le ocurrió a Karl, quien fuera su mejor amigo. En primer lugar veamos el hecho en sí

(…) le ocurrió a él. De vez en cuando regresaba a su Austria natal, pero con sentimientos contradictorios. Los austríacos habían rivalizado con los alemanes en fanatismo nazi. Un día, de regreso de uno de sus viajes, se encuentra en la cartera unos billetes de chelines austríacos. Uno de ellos lleva grabada la efigie de Freud. Debajo, alguien había escrito con bolígrafo: Saujud! (¡Cerdo judío!).

Comenta Tournier que “Karl quedó vivamente impresionado” por lo que decidió protestar ante ello.

Redactó una larga carta en la que vació su corazón. Y la dirigió al presidente Kurt Waldheim con una fotocopia del billete.

Al cabo de unas semanas llegó la respuesta.

Procede del Banco Nacional de Austria. Han recibido su carta. Puede presentarse cualquier día de 9 a 12 y de 14 a 18, a la taquilla 13, donde le cambiarán el billete defectuoso.

Nota aparte requiere la mención de Kurt Waldheim quien fue nombrado Secretario General de la ONU a comienzos de 1972 por un periodo de cinco años. A pesar de que él lo ocultara, diversas investigaciones pusieron en evidencia su pasado nazi tal como lo consignó en su momento una nota de prensa.

Kurt Waldheim logró enterrar su pasado durante veinte años, pero la verdad acabó saliendo a la luz. (…) participó en las SA, la fuerza paramilitar del partido de Hitler antes de la guerra. Esto quería decir que había participado en crímenes durante la Segunda Guerra Mundial. Así lo evidenciaban unos documentos publicados por el periodista de investigación Hubertus Czernin en el diario Profil en 1986, durante la campaña para las presidenciales en la que Waldheim se presentaba como candidato. Hasta ese momento, el mismo personaje llegó a calificarse de ser un tipo respetable, un buen europeo e, incluso, un antibelicista.

Como afirma el popular eslogan: aunque usted no lo crea.

lunes, 2 de diciembre de 2019

Crítica al teatro experimental


Sin mayor conocimiento del tema es posible suponer que la puesta escena de una obra teatral puede ir desde una versión totalmente apegada al texto original, hasta una adaptación libre que –aun usando el guion como punto de partida- se permitió innovar a fondo, apartándose en mucho de la obra inicial.

Habrá quienes gusten más de las puestas ortodoxas y clásicas así como también los que prefieran la experimentación e innovación. Se podría suponer que en su mayoría los jóvenes se deciden por la segunda opción, mientras que las personas mayores lo hacen por la primera (claro está que con sus muchas excepciones).

Javier Marías reconoce que desearía que se le informara cuando se trata de una versión libre con el fin –es posible sospecharlo- de no llevarse sorpresas desagradables.

Es lícito “recrear” o “reinterpretar” a los clásicos, pero prefiero que se me advierta que voy a contemplar algo “inspirado” en ellos, y no Fuenteovejuna de Lope o Enrique V de Shakespeare. Hablo por mí –hay que insistir, cielo santo–, como espectador resabiado e ingenuo.

Y hablando de sorpresas desagradables veamos lo que sucedió a Álvaro Cunqueiro, quien inicia el relato de su vivencia con una breve introducción en relación a la obra que presenció.

Unos grupos de teatro, que ellos mismos dicen de lo que hacen “teatro experimental”, han representado, o experimentado, en una ciudad gallega, unas cuantas piezas teatrales. Y una de ellas, la Soldadesca de Torres Naharro. Uno tiene su memoria retórica, y de una lectura en días juveniles y universitarios le quedaron de la Soldadesca -acaso la mejor comedia del cristiano nuevo extremeño-, unos cuantos versos (…)
Pues, viendo anunciada la Soldadesca acudí a verla, es decir a ver representar la comedia de Torres Naharro y escuchar, dichos con la solemnidad, la agudeza, la versatilidad, el donaire que es menester, los versos de nuestro comediógrafo.

Sin embargo lo que Cunqueiro vio en escena estuvo lejos, muy lejos, de sus expectativas.  

Pero, por mor del experimento, del teatro experimental, la comedia consistió en ir y venir, brincar y gritar, y en vano esperé, en la barahúnda escénica, escuchar los párrafos que yo recordaba de la lectura de la Soldadesca. El texto literario se había transformado en un pretexto para la gimnasia corporal y bucal. Un texto, por otra parte, bastante sutil, e incluso político, y que merecía la pena ser escuchado.

Su enojo fue de tal magnitud que no dudó en dar un salto de consideración y a renglón seguido lanzarse contra el teatro experimental en general.

Pero, los experimentadores teatrales no van por ahí. Ahora, lo que priva en estos grupos es el teatro como jolgorio, que a esto llaman búsqueda. A una ciudad, como tantas provinciales de España, que solamente ven teatro por fiestas y ferias, les traen estos experimentos para que no terminen de enterarse de que existe eso, tan alta cosa, que se llama el teatro. La idea que tienen estos grupos experimentales, de que cada uno de ellos ha de traer una “novedad”, es nefasta cosa. Que una es servir la pieza, buscándole las cosquillas, los recónditos decires, el significado profundo, mostrando abierto su abanico, y otra el tomarla como pretexto para divagaciones de saltimbanqui. El teatro, para esos grupos, ha dejado de ser un género literario, literatura.

Don Álvaro concluye su crítica con palabras aciagas: “Y yo salgo de la representación preguntándome para qué necesitan un texto. Estoy firmemente convencido de que con tanto apetito de búsqueda, en el teatro, en la novela, en la pintura y escultura, estamos creando un laberinto del que no va a ser posible salir. Ni con el hilo de Ariadna.”

En su momento veremos la otra cara, la opinión contraria, de esta polémica.