martes, 20 de junio de 2023

Siguiendo pistas

 

Leer reseñas de Wislawa Szymborska que tratan de muy diversos libros es garantía de hallazgos insospechados. En una de ellas encontramos esta contundente afirmación: “Comparada con los éxitos de Sherlock, la historia real de la criminología parece sencillamente lastimosa.” Es así como, en su opinión, algunas técnicas modernas para el seguimiento de pistas llegaron con notorio retraso.

Ni siquiera el descubrimiento de la dactiloscopia apareció sin problemas. Hoy nos parece tan evidente que nos sorprendemos incluso de que no se utilizara cuando todavía hacíamos pinturas en las cuevas. Por el contrario, la humanidad debió esperarla hasta mediados del siglo XIX. Justo por entonces la toxicología, la ciencia de los envenenamientos y sus síntomas, empezó a gozar de un fundamento experimental sólido. Sucedía lo mismo con la balística, o todo lo que guarde relación con disparar, encargada de descubrir que dos proyectiles nunca son iguales, aunque provengan de revólveres de idéntica fabricación.

Según Szymborska aun con estas técnicas y diversos avances en la materia, los resultados de las investigaciones suelen generar incertidumbres de consideración.

Gruesos ficheros, miles de laboratorios, siempre centenares de imperfectos aparatos, penurias colectivas para identificar a un criminal y a sus víctimas y, no pocas veces, largos años de analizar las circunstancias y el patrón del asesinato sin poder desembarazarse casi nunca de la incertidumbre de si las conclusiones no estarían acaso equivocadas…

Aquí es donde la comparación resulta ampliamente favorable a las intuiciones de Sherlock Holmes.

¡Esa titánica intuición! ¡Esa enorme capacidad de deducción! De una huella de pisada sobre la arena era capaz de deducir que el asesino se dejaba crecer sus bermejas patillas, y por la manera en la que una dama miraba a través de sus anteojos concluía, infaliblemente, que su abuelo había muerto cincuenta años atrás en la India.

Ya que estamos en el tema, no dejemos de lado la notable intuición de Jorge Ibargüengoitia. “Estaba leyendo una novela policiaca en la que aparece una mujer guapísima, abnegada, inteligente, tierna... pero no bebe más que agua de la llave. Me dio mala espina.” Estaba claro que el desenlace confirmaría aquella mala espina: “Tenía yo razón. Era la asesina.”

sábado, 3 de junio de 2023

Tres años de Mirar-nos con ojos ajenos

 Hace tres años iniciábamos esta aventura en la que continuamos con entusiasmo inaugural.


¡Muchas gracias a quienes en algún momento se acercaron, a quienes permanecen y a quienes aún están por llegar!