lunes, 16 de noviembre de 2020

El anonimato de los artistas

 

Es sabido que durante mucho tiempo las obras artísticas fueron anónimas. En un inicio se debió a la inexistencia de la escritura. Luego a que en las pequeñas comunidades no costaba reconocer a sus autores. Posteriormente -y durante mucho tiempo- lo contrario hubiese revelado un gesto de soberbia ya que el artista únicamente representaba el medio, pero la autoría indiscutida de toda creación era atribuida a Dios. A Wislawa Szymborska le interesó el tema

Los artistas existieron y crearon desde el principio de los tiempos, pero solo se les recordaba en las pequeñas comunidades en las que vivían y, por lo general, hasta que dejaban de formar parte de ellas. Es lógico pensar que, hasta el nacimiento de la escritura, ninguno de sus nombres pasara a la posteridad. Pero ni siquiera las civilizaciones que sabían leer y escribir tenían la costumbre de recordar a sus escultores, constructores, pintores y a sus más excelsos artesanos. Antes de Grecia, esto solo sucedía en Egipto y muy de vez en cuando.

Así es como para Szymborska, quien en ello coincide con diversas fuentes, los artistas comienzan a ser identificados en Grecia. “Entre los inolvidables méritos de la antigua Grecia se encuentra también que consiguió arrancar al artista del anonimato.”

Pero, y aquí viene un punto muy interesante, discrepa en cuanto a que el anonimato fuera aceptado de buena gana.

Alguien podría decir que, dado que en ningún sitio existía dicha costumbre, los artistas no encontraban tan doloroso su anonimato. Pero yo no estaría muy segura de esta afirmación. No a todo el mundo, por ejemplo, se le daba igual de bien partir la piedra, y al que era diestro en ello, probablemente le gustara que, cuando lo hacía, el resto notase la diferencia. Tampoco los maestros del arte rupestre eran todos iguales.

Y como es frecuente en su forma de encarar los temas, Szymborska abre un resquicio de sospecha ante tal supuesto

¿Alguno de los investigadores actuales de estas pinturas pondría la mano en el fuego y afirmaría de manera rotunda que esos signos repartidos aquí y allá son fruto de la casualidad? Quizás expresasen algo que el autor no supo decir de otra manera: “¡Eh, atención, este enorme toro galopante y lleno de vida lo pinté yo, y os pido por favor que no lo confundáis con aquel otro, el de la pared de enfrente, rígido y mal acabado!”.

Así las cosas, esta disimulada identificación de autor tendría una doble intencionalidad: asumir la propia obra y deslindarse de los mamarrachos ajenos.

Ayer como hoy.

lunes, 9 de noviembre de 2020

El arte es un paraguas

 

Mucho se ha hablado -y se seguirá haciendo- sobre la utilidad del arte y qué función cumple. Las opiniones al respecto son diversas y llegará el momento de abordar la cuestión con más detenimiento, ahora simplemente enunciaremos el punto.

Antes que nada, conviene recordar que hay quienes niegan su existencia y a ellos responde José Bergamín: “No acaban nunca de repetir como periquitos que el arte es mentira. Y es de miedo que le tienen a su verdad.”

Por su parte Pío Baroja, posiblemente en uno de sus muchos días de malhumor, sostiene que: “El arte tiene muy poco valor en la vida. Es un adorno sin ninguna trascendencia.” Y no mejora mucho el estado de su opinión cuando se refiere a su incidencia en el ámbito moral.

Yo no sé de dónde ha salido esa idea ridícula de que las obras artísticas tienen una gran influencia en la moral social. Yo creo que tienen muy poca o ninguna. En épocas de la historia italiana en donde se hicieron obras de arte importantísimas, se asesinaba a la gente con una tranquilidad asombrosa y florecían las peores pasiones del hombre.

Para el carácter ético del individuo el arte tiene muy poco valor.

Por supuesto que hay autores que se encaminan hacia otros rumbos; entre ellos Simon Leys

(…) nuestro equilibrio interior es siempre precario y está amenazado, pues somos constantemente el blanco de pruebas y agresiones de la realidad cotidiana: la resultante de las luchas de la vida es siempre incierta (…)

Es posible que algún improbable lector esté pensando que nos salimos del tema pero no, fue una simple vuelta para regresar al punto; continúa Leys

(…) y, en resumidas cuentas, es quizá un personaje de Mario Vargas Llosa el que ha dado la mejor descripción de nuestra condición común: “La vida es un tornado de mierda, en el que el arte es nuestro único paraguas”.