viernes, 31 de julio de 2020

Un restaurante de altura


Hay quienes dicen que no se deben formular situaciones a las que uno nunca accederá porque es una forma de decretarlo (variedad de lo que se conoce como profecía autocumplida). Desoiré sus consejos al afirmar que me voy a referir a un lugar al cual jamás podré acceder (y entre nosotros, como que tampoco se me antoja). Se trata de un restaurante del que Yuriria Iturriaga nos ofrece el perfil.

Si hay un restaurante emblemático en Francia éste es sin duda la Tour d’Argent (Torre de Plata), fundado en el siglo XVI a la orilla del río Sena, en el barrio V de París. Original por haber situado sus salones en el sexto piso del edificio de este modo ofrecer a sus 100 lugares una vista incomparable de los contrafuertes posteriores de la catedral de Notre Dame y la isla de la Cité, fue fundado en 1582 por el gran chef Rourteau bajo el nombre L’Hostellerie de La Tour d’Argent, en una torre de estilo Renacimiento recubierta de lajas de piedra de filosilicato cuyo efecto brillante metálico le dio el nombre.

Hagamos un paréntesis para acotar que, según Jean-François Revel, en este caso también se cumple aquello de que los nombres llegan después que las realizaciones.

La palabra “restaurante” aparece por primera vez, o una de las primeras veces, en un decreto del 8 de junio de 1786 que autoriza a mesoneros y “restauradores” a recibir gente en sus salas y a dar allí comida.

Desde siempre los clientes de la Tour d’Argent -continua Iturriaga- fueron personas muy conocidas en los círculos sociales tanto de la política como de la cultura.

El rey Enrique IV de Francia fue un cliente habitual que gustaba de los platillos hechos con piezas de caza y Luis XIV, el Rey Sol, acudía desde Versalles con su corte. Richelieu comía ahí oca con ciruelas, aunque no se le debe a éste, sino al duque del mismo apellido, el platillo llamado boeuf Richelieu, producto de una treintena de recetas hechas cada una con un buey entero.
Madame de Sevigné tomaba chocolate en esos salones mientras escribía sus famosas cartas a su hija (…)

Claro que con la Revolución Francesa se alteraría la vida de tan selecto lugar que posteriormente seguiría prestando (bueno, es una forma de decir) servicio.

(…) y, aunque durante la Revolución Francesa este famoso establecimiento –inalcanzable para la mayoría de los parisinos- fue saqueado por huestes revolucionarias y estuvo cerrado largo tiempo, al ser reabierto también fue frecuentado por clientes como George Sand, Alfredo de Musset, Alejandro Dumas y Honorato de Balzac...

La crónica de Yuriria Iturriaga nos permite conocer que el recinto cambió de dueños en diversas ocasiones.

En 1890 fue comprado y reabierto por el maître de hotel, Frédéric Delair, quien inventó el platillo que se volvería tan célebre en el mundo como el propio restaurante: el canard a l’orange (pato a la naranja) numerado rigurosamente desde que, se dice, el primero fue servido al zar Alejandro III de Rusia cuando estuvo en París para inaugurar el puente sobre el Sena que lleva su nombre. Por cierto que en 2003 fue servido el pato con el número un millón.
Después de la Primera Guerra Mundial, durante la cual estuvo cerrada la Tour d’Argent, el nuevo propietario, André Terrail, le regresó su brillo con chefs notables y recibió clientes como Marcel Proust, Salvador Dalí y la nobleza y burguesía europeas y estadunidense. En 1933 obtuvo las preciadas tres estrellas Michelin y poco después añadió al antiguo edificio un sexto piso con ventanales. Su hijo Claude tuvo la precaución de construir un muro en la cava para encerrar 500 mil botellas de vino y licores, justo antes de que el estado mayor nazi se apropiara del restaurante en 1940. Luego se alistó en la división del ejército de resistencia comandado por Leclerc y al final de la Segunda Guerra tomó la dirección del famoso restaurante (...)

Me desdigo de lo señalado al inicio: aceptaría con mucho gusto la invitación a brindar con una de las 500 mil botellas (que alguna debe quedar) dando razón al conocido dicho de que “hombre prevenido vale por dos”.

jueves, 30 de julio de 2020

Reacciones gremiales: maquinistas


Hay quienes para defender su oficio terminan atacando -muchas veces en forma involuntaria- el de otros. Hubo tiempos en que ello fue práctica común y nadie protestaba.

Sin embargo, los tiempos han cambiado y hoy todos estamos más sensibles al respecto. De ello da cuenta una nota de prensa de octubre de 2005

Sttutgart, Alemania. (AFP) El sindicato alemán de maquinistas exigió ayer que el entrenador del Sttutgart, el italiano Giovanni Trapattoni, se retracte de declaraciones que formuló el miércoles y que los gremialistas consideraron ofensivas a su trabajo. Después de la derrota del Sttutgart ante el Hansa Rostock 2-3, Trapattoni afirmó que estaba acostumbrado a las presiones pues es parte de las exigencias de la profesión y remató: “si no pudiera soportarlo, sería un maquinista de tren”. Por tal motivo, ayer sábado el portavoz del poderoso sindicato alemán, Manfred Schell, dijo que invitaban al italiano a pasarse un día en los trenes para que aprenda.

Ya no supe si Giovanni Trapattoni aceptó la invitación.

miércoles, 29 de julio de 2020

Reseñas de exposiciones


Cada quien se gana la vida como puede y esto también comprende a los escritores que han tenido que desempeñar algún extraño trabajo o realizado en forma peculiar. Es lo que sucedió a Andrés Trapiello para quien llega el momento de la confesión pública.

Recuerdo con nostalgia aquellos tiempos en que yo escribía reseñas de exposiciones para ganarme el pan sólo mirando los catálogos. La de cosas que ha podido decir uno no ya de una fotografía. Eso es lo natural, lo fácil. No. Uno ha llegado a escribir una cuartilla entera, sólo mirando un catálogo de un pintor que no llevaba reproducción ninguna. Me bastaba el listado de cuadros: “Composición 25”, “Abstracción”, “Molloy”, “Sin título”. Eso y el nombre del pintor, que se llamaba siempre Modesto Iglesias, Astra o Benedicto. Era suficiente. Me concentraba en ese cartoncillo en silencio unos minutos. Nada como el silencio. Entonces empezaban a fluirme las palabras y destilaba altísimos conceptos: “La sensibilidad cromática, la aventura de la forma, la pincelada jugosa, el compromiso con la pintura, la pasión de pintar, la soledad del estudio, los grandes maestros, Velázquez, Poussin, lo goyesco”.

Es usual que para sacudir las culpas personales se apele a hurgar en factores externos que justifiquen las desprolijidades propias; ello no es ajeno a Trapiello quien confronta su mala conciencia con la vanidad de los artistas.   

Alguna vez me encontré con alguno de esos infelices, pasado el tiempo. Me saludaban emocionados, agradecidos. Yo me sentía un canalla, pero toda mi mala conciencia quedaba en nada comparada con la montaña de su vanidad. Hubiera querido decirles: “Todo aquello no fue sino un engaño, un camelo. He sido con vosotros una mala persona. Olvidad que os comparara con Twombly, con Rothko, con Matisse. Nunca he visto un cuadro vuestro”. De veras que hubiera confesado mi crimen. Pero generalmente me encontraba delante de sujetos a los que les parecía lo más natural del mundo que un tipo como yo les comparara con el mismo Apeles.

Concluye Andrés Trapiello: “En ese momento, yo sonreía. He sonreído mucho en la vida, porque ¿de qué sirve hacernos daño? ¿Y quién me dice que este silencio no me haya redimido, que nos haya redimido un poco a todos?”

Por lo pronto conviene no olvidar esta confesión de parte al leer reseñas de exposiciones…

martes, 28 de julio de 2020

Viejas y nuevas canciones


Constituye una paradoja el que los cantores -al igual que otros artistas- pueden ser víctimas de sus propios éxitos. Recuerdo que en tiempos de la dictadura en Uruguay, se presentó Daniel Viglietti en un recital de canto popular en la ciudad de México (en el Auditorio Nacional, si no me traiciona la memoria). Entre los asistentes nos encontrábamos muchos sudamericanos y también, por supuesto, mexicanos.

Da inicio su actuación y comienza a cantar algunos temas nuevos como el de “Las hormiguitas” pero el público pide a gritos sus antiguas canciones: “¡A desalambrar!”, “¡Niño mi niño!”… En un momento Viglietti interrumpe su presentación y visiblemente molesto comenta que es muy difícil componer nuevas canciones en el exilio y si luego de ese trabajo, no hay chance de presentarlas…

El público enmudeció. Viglietti cantó sus nuevas canciones y también las clásicas.

A ello también se refería Alfredo Zitarrosa, entrevistado por María Esther Gilio

En el momento en que una canción la cantaste cientos de veces se transforma en tu enemiga. La conocés por todos lados y sabés que es imposible aportar a ella nada nuevo. La frescura que tenía las primeras veces que fue cantada ya se perdió. Yo siento, cuando la canto, que ya no tengo nada que dar.

Pero -añade Zitarrosa- “en cambio… una canción nueva, fresquita, puede salvar todo un recital”.

lunes, 27 de julio de 2020

Reseña

No me hubiese gustado que Wislawa Szymborska se hubiera dado a la tarea de reseñar alguno de mis libros en el espacio que para ello disponía en la prensa polaca. Si una obra le gustaba no se andaba con chiquitas para elogiarla, pero… si el juicio era adverso las cosas se complicaban.

Una muestra de esto último es su crítica al libro Relajamiento: ciento un consejos prácticos (traducción del inglés, Varsovia, Ksiazka i Wiedza, 1998) de la que transcribo tres andanas de golpes.

El tipo de individuo que promocionan todos estos libros de autoayuda es simplemente el del sano idiota que ha dormido bastante. El único objeto de interés para él debe ser su propio cuerpo.

Para no caer en ambigüedades a continuación estima necesario aclarar aún más su opinión, en el afán de que no queden dudas respecto al valor de la obra.

Naturalmente, necesita un montón de información procedente del mundo exterior que los redactores (supuestos expertos) ya se encargan de ofrecerle. Información como que “el perro es un compañero fiel”, “la luz natural ilumina tu habitación”, “dispón tus muebles de tal manera que no te molesten”, “empápate de la belleza natural” o “deshazte de los productos caducados”.

El decisivo nocaut vendrá acompañado con la fina ironía que es tan habitual en Szymborska

Bien, pero ¿qué necesidad había de traducir todo esto del inglés? ¿Acaso nuestro producto nacional era incapaz de llegar a comunicados como “al respirar entra aire en los pulmones”? ¿Acaso hacía falta importar de la patria de Newton la noticia de que el cerebro se divide en dos hemisferios, de los cuales el izquierdo es el responsable de “las actividades que requieren pensar como, por ejemplo, resolver un crucigrama”? No tengo nada en contra de los crucigramas, pero que justamente aparezcan aquí como el único ejemplo de esfuerzo mental es muy significativo.

Difícil que después de leer la nota alguien quisiera salir corriendo a la librería más cercana para comprar el libro.

Poco en común tiene este tipo de reseñas con las que acostumbramos entre nosotros, en extremo complacientes e indulgentes, y que en no pocas ocasiones son financiadas por las propias casas editoriales.       

viernes, 24 de julio de 2020

De la regla de San Benito


El propósito de la regla de San Benito (siglo VI) reside en organizar y cuidar la vida de los monjes. Quince siglos después hay aspectos que conservan su lozanía, como algunas de las orientaciones -citadas por Jorge Sans Vila- dirigidas al abad.

El abad prefiera siempre la misericordia a la justicia...
Y en la corrección misma proceda con prudencia y en nada sea excesivo, no sea que queriendo raer demasiado la herrumbre, se quiebre el vaso; tenga siempre en cuenta su propia fragilidad y acuérdese que no debe quebrantar la caña hendida...
Procure ser más amado que temido...
Y ora se trate de cosas de Dios o del siglo, discierna y modere la tarea que asigna pensando en la discreción del santo Jacob, que decía: Si fatigare mis rebaños haciéndoles andar demasiado, morirán todos en un solo día.

Avisados.

jueves, 23 de julio de 2020

Reacciones gremiales: panaderos


Existen dichos populares y refranes que pueden considerarse ofensivos a la imagen pública de diversos sectores de la población: abogados, curas, docentes, sacerdotes, etc. Hubo tiempos en que ello fue práctica común y nadie protestaba.

Sin embargo, los tiempos han cambiado y hoy todos estamos más sensibles al respecto. De ello da cuenta una nota de prensa de mayo de 2017.

Más de 650 panaderos artesanos de toda España han lanzado una campaña para pedir a la Real Academia de Española (RAE) y al Instituto Cervantes que eliminen el refrán "pan con pan comida de tontos" de sus obras de referencia.
Los panaderos han recogido ya unas 3.500 firmas a través de la web Elpannoescomidadetontos y de la furgoneta en la que viajan desde hace una semana por toda España y que hoy ha parado en la estación de Sants de Barcelona. (…)
El maestro panadero del horno Massana de Cornellà de Llobregat (Barcelona) Francesc Massana ha explicado a Efe que los panaderos artesanos se han puesto en pie de guerra porque consideran que este refrán "no dignifica un oficio muy sacrificado". (…)
Los panaderos artesanos pondrán fin a su campaña el próximo 25 de mayo en Madrid con una entrega de las firmas conseguidas a los académicos de la RAE y al Instituto Cervantes, que también recibirán una barra de pan y una carta en la que se les retará a que acaben el día sin probar un bocado para que, ha remarcado Massana, "se den cuenta de que el refrán no tiene ningún sentido".

Ya no tuve noticias de cuál fue la respuesta de la RAE y del Instituto Cervantes ante el petitorio.

miércoles, 22 de julio de 2020

Faraones de la radiación


Como estamos acostumbrados a los grandes números hay noticias que pasan desapercibidas porque tratan de cifras menores pero hay quienes no están dispuestos a dejarse ganar por la resignación o la indiferencia. Un ejemplo de ello es José Jiménez Lozano para quien aquel suceso, seguramente publicado en un texto perdido en las páginas interiores del periódico, no pasó inadvertida.

En Brasil, dos cadáveres de personas, muertas de radiación atómica, en uno de tantos accidentes de las absolutamente seguras centrales nucleares, han sido enterrados en ataúdes de plomo a una gran profundidad.
Es posible que, en torno a su sepultura, por algún que otro fallo estadísticamente inevitable, se produzcan algún día fenómenos extraños. Pero, en cualquier caso, estos dos muertos serán dos testigos seguros, el Día del Juicio o Crisis de la estupidez y la iniquidad de este mundo.

El entierro de esas personas anónimas -prosigue Jiménez Lozano- remite al de grandes personajes de la historia debido a que “los ataúdes pesaban cada uno seis mil kilos: han enterrado a esos desgraciados con mayor cuidado y terror que a los antiguos Faraones.”

martes, 21 de julio de 2020

Reincidentes


No cabe duda de que este sí es amor del bueno y que Bill no tuvo titubeó a la hora de identificar por segunda vez a su media naranja. Una nota de prensa de agosto de 2019 da cuenta del suceso.

La historia de Bill y Anne Duncan ha emocionado a los británicos. No es para menos. Este romance tiene todos los ingredientes para tocar la fibra sensible de cualquiera. Bill, diagnosticado con una demencia en 2010, pidió de nuevo matrimonio a su mujer Anne, convencido de que ella era su nueva novia. La pareja se ha casado de nuevo rodeados de familia y amigos en una ceremonia sencilla en el jardín de su casa de Aberdeen (Escocia).
Según publica The Sunday Times, la pareja lleva 18 años de relación y 12 años casada, aunque Bill ya no recuerda nada de su romance ni de su primera boda con Anne. Sin embargo, Bill, de 71 años, ha querido volver a casarse sin saberlo con la misma persona a la que juró amor eterno hace más de una década.

Esta renovada solicitud de Bill fue aceptada por Anne, lo que dio lugar a una insólita situación.

Anne Duncan ha explicado al Times que cuando su marido le pidió matrimonio de nuevo no le dio demasiada importancia, pero que se lo empezó a tomar más en serio al ver que cada día insistía en el tema de la boda y volvía a repetirle que quería casarse con ella.
“Acudimos a una boda de un familiar a principios de mes y claramente emocionó a Bill. Después de la boda no paraba de decirme que quería estar conmigo para siempre. Finalmente accedí y nos casamos, 12 años después de nuestra primera boda, el pasado 17 de agosto”, ha explicado Anne.
Numerosos amigos y familiares ayudaron a la pareja a organizar la ceremonia. Algunos amigos decoraron el jardín, otros prepararon comida y una tarta nupcial y la hija de Anne convenció a su madre para que se comprara un vestido blanco. “La ceremonia fue muy emocionante. Me siento muy feliz de saber que, a pesar de tantos años luchando contra su demencia, todavía me quiere. Bill es un hombre extraordinario que ha llenado de alegría la vida de mucha gente con su carrera en el mundo del entretenimiento. A mí me encanta saber que seguirá llenado de alegría la mía también”, ha declarado Anne al Times. Bill tenía un conocido show de magia en el canal de televisión escocés Grampian TV en los años 90.

Concluye la nota subrayando que este tipo de noticias son necesaria en entornos tan problemáticos como los que se viven.

La historia ha conmovido a muchos lectores de la prensa británica. En The Sunday Times algunos usuarios han mostrado su entusiasmo por este tipo de historias. “Menos mal un poco de positividad entre tanto Brexit y tanta guerra”, decía un lector. “Vaya ejemplo de esperanza y felicidad cuando todo parece adverso”, escribió otro. Además, esta historia ha abierto un debate sobre la necesidad de no contradecir a las personas con demencia pues no logran recordar el pasado y solo puede llevarles a una situación confusión y nerviosismo.

Y una vez más queda de manifiesto que la fantasía y el genio creativo siempre corren detrás de la realidad.

lunes, 20 de julio de 2020

Reencuentros que no lo son


Juego en el equipo de quienes al mismo tiempo que disfrutamos de los reencuentros con amigos y compañeros del remoto ayer, también tenemos en relación a ellos temores bien fundados.

He tenido experiencia en ese rubro muy próximas al testimonio de lo que aconteció a Andrés Trapiello. “Me he encontrado ayer por la tarde en la calle con una compañera de la universidad. Al principio, en ambos, prendió cierto entusiasmo, que se fue marchitando vertiginosamente.” Y es así como la alegría devino en contrariedad compartida.

A los cinco minutos ya nos habíamos contado todo lo que le había sucedido a cada cual en los últimos doce años. Un silencio. Luego unas frases, unos coletazos de conversación y otro silencio. Ninguno de los dos quiso abordar la despedida, pero ambos la deseábamos.

Pero aquel desencuentro no había terminado por eso tantas veces dicho de que toda situación es factible de empeorar.

Cuando por fin decidimos decirnos adiós, comprobamos con espanto que los dos íbamos en la misma dirección. He leído en la expresión de su cara, como ella debió leer en la mía, que ninguno iba a decir aquello de “te acompaño”. Nos hemos dicho adiós, hemos caminado juntos cinco o seis manzanas de casas sin despegar los labios y en una esquina hemos vuelto a repetir el adiós a una distancia ya el uno del otro que impidiera volver a darnos un beso; levantando ligeramente la mano; mirando a la calzada, como el que pone toda su atención en cruzar una calle.

No es aventurado arriesgar que seguramente durante un rato ambos siguieron cargando esa mezcla de nostalgia, vacío y tristeza que a veces nos reencuentra.  

viernes, 17 de julio de 2020

Vivir el presente mirando al pasado y al futuro


Hay momentos en la vida en que se vuelve sumamente recomendable salirse del tiempo presente; según José Jiménez Lozano fue Bernardo de Claraval quien en el siglo XII hizo un importante aporte al respecto.

Entre tantas formulaciones maravillosas y mágicas de este hombre está la de llamar al Oficio, el canto de las horas, “memoria futurorum”: el recuerdo de las cosas futuras, cuya finalidad es que, con su belleza, aplaque la ansiedad de la espera y apunte algo del misterio de lo que se espera.

El mismo Jiménez Lozano presenta otro ejemplo, en este caso de su tiempo, donde la mirada se vuelve hacia el pasado.

La fórmula en cuestión la he recordado cien veces cuando me he acercado a gentes que se estaban contando cosas en la solana y, cuando les he preguntado qué hacían, me han contestado que contándose y recordando, porque ya eran viejos y sólo les esperaba la muerte y si, detrás, hay algo. Es decir: el recuerdo de vidas de hombres e historias de hombres como “memoria futurorum”, porque ese recuerdo se convierte en el presente y futuro de sus vidas. Quieren seguir viviendo en suma. Y, entonces, me he dicho: “tienes que hacer bien el oficio para aplacar la ansiedad, dulcificar la espera”.

Así tanto en el siglo XII como en el presente se trata, en palabras de José Jiménez Lozano, de “aplacar la ansiedad y dulcificar la espera”.

jueves, 16 de julio de 2020

Dispendioso pero no tanto


Siempre han existido quienes no se midieron en gastos a la hora de invitar a banquetes y ágapes en honor de ilustres personajes de su tiempo. Se trataba de halagar al personaje, claro está siempre con segundas intenciones de obtener privilegios y prebendas.

Fue el caso del senador de Génova quien, nos cuenta Wislawa Szymborska, brindó uno de estos reconocimientos públicos al monarca.

Leí en algún lugar sobre el festín que organizó el senador de Génova en honor a Carlos VI del Sacro Imperio Romano Germánico. Las valiosas vajillas en las que el emperador tuvo a bien comer y beber fueron arrojadas al mar al son de las trompetas. Un gesto eminentemente noble, pero…

Sabido es que el pero es una palabra breve que tiene el poder de cambiar el rumbo de una historia. Y esta -siempre siguiendo a Szymborska- no es la excepción

…lo que vino a continuación ya no lo fue tanto. Se extendieron sobre el mar redes invisibles con las que consiguieron, al día siguiente, recuperar todas las riquezas de las profundidades del mar.

¿Habrá llegado el desenlace de esta historia a oídos de Carlos VI? No tenemos noticia de ello.

miércoles, 15 de julio de 2020

Recalentado


Las cuestiones de gastronomía han ocupado, y ocupan, un lugar importante entre los tópicos debatidos en Francia. Uno de los más reconocidos especialistas en la materia fue B.A. Grimod de la Reynière, de quien Hinde Pomeraniec afirma que

La comida estaba marcada en su destino, tanto es así que su abuelo murió atragantado con foie gras, durante una cena, cuatro años antes de su nacimiento. El francés Alexandre Balthazar Laurent Grimod de La Reynière (1758-1838) fue un hombre creativo, temperamental; un sibarita extravagante a quien se reconoce como el primer periodista gastronómico de la historia.

En el distinguido paladar de tan singular personaje (del que otras fuentes señalan que falleció en 1837, lo que no le hace al tema que nos ocupa) no había lugar para el recalentado:

Como bien dijo Boileau:
«Una comida recalentada no vale nada».         
Hay que tener poco sentido de la organización para cocinar de una vez para ocho días cuando sólo estará bueno el primero.        
 
Por si aun quedaran dudas, en otro texto vuelve a arremeter contra lo que consideraba un incalificable despropósito del arte culinario estableciendo una comparación (im)propia de su tiempo.

Está comprobado que cada cosa en este bajo mundo ha de estar servida, cocida o comida en su punto, y desde la jovencita que sólo tiene un momento cumbre en su vida para mostrarnos su belleza en todo su frescor y su virginidad en todo su esplendor (…)

Claro está que la opinión de tan destacado sibarita va en sentido contrario a la sabiduría popular que no duda en admitir que existen comidas que quedan mucho mejor en “la segunda vuelta”, lo que vuelve tan apreciadas las invitaciones al recalentado de lo que quedó de la cena del día anterior.

Y es que para Grimod de la Reynière en la cocina, al igual que en la música, hay un tempo adecuado que debe ser respetado a rajatabla.

(…) hasta la tortilla que pide ser devorada al salir de la sartén, desde la perdiz cuyo justo aroma depende a menudo de la mortificación de una hora, hasta el plato de macarrones que debe saltar de la boca del horno a la del goloso, hay un momento preciso para cada cosa y tanto el retraso como la precipitación son funestos para los guisos.

No es difícil imaginar la cara de repugnancia con la que el especialista francés recibiría la invitación para asistir a un recalentado.

¡No sabe de lo que se perdió!

martes, 14 de julio de 2020

Reacciones gremiales: deportistas


Son frecuentes las declaraciones desafortunadas -por decir lo menos- de los políticos y también que cuando la quieren arreglar terminan por empeorarla. Esto le sucedió a Donald Trump según una nota de BBC Mundo de 11 octubre 2016.

La declaración que dio lugar a la polémica fue: "Puedes hacerles lo que quieras (a las mujeres) cuando eres una estrella", dijo Trump en una charla grabada en 2005. La afirmación fue dada a conocer más de diez años después. Ante el escándalo que ello ocasionó, pretendiendo arreglar la situación Trump se disculpó y señaló que esos comentarios simplemente son como de una "charla de vestuario". Pero no sabía en la que se metía dado que frente a ello -y tal como lo consigna la nota referida- vino la respuesta gremial de los deportistas.

Pero varios deportistas profesionales, en activo y retirado, están rechazando que ese sea un tipo de conversación que se escucha en las conversaciones entre atletas.
Jacob Tamme, jugador de fútbol americano, dijo a los medios que eso "no es normal, y aunque fuera normal, no está bien".
"El intento de normalizarlo como cualquier 'tipo' de charla es equivocado. Me rehúso a que mi hijo piense que así es 'como los hombres hablan'. La decencia no es una cosa partidista para mí", escribió en Twitter.
El basquetbolista Kendall Marshall dijo: "Anuncio de Servicio Público: tomar ventajas sexuales sin consentimiento NO es una charla de vestidor".
Algunas mujeres también han reaccionado, como Queen Harrison, atleta estadounidense de pruebas de valla y pista en los Juegos Olímpicos.
"Esta elección está dando a los sexistas, racistas, intolerantes y acosadores un impulso adicional en la confianza para salir de las sombras. ¡NO está bien!", dijo en Twitter. (…)
El jugador de fútbol americano Chris Conley también rechazó que sea una conversación que se escuche en los vestuarios.
"Los chicos que conozco y respeto no hablan así. Ellos hablan de chicas, pero no así. Punto", escribió en su cuenta de Twitter. (…)
Sage Rosenfels, exjugador de fútbol americano, dijo que hay que saber diferenciar entre una charla de "un chico inmaduro y gente que presume la agresión sexual".
"Fui un atleta de 5 deportes en el colegio. 5 años en el fútbol (americano) colegial. 12 años en la NFL. Los hombres no hablan así en los vestuarios", escribió en Twitter.
El futbolista Robbie Rogers, quien fue uno de los primeros jugadores en compartir que es homosexual, dijo: "Me ofende como atleta que Donald Trump siga usando lo de 'charla de vestuarios' como excusa".
El beisbolista Sean Doolittle, los basquetbolistas C. J. McCollum y Dahtay Jones, y el exbesibolista Frank White también rechazaron la idea de que las declaraciones de Trump sean una charla permitida en los vestuarios.
"Pasé 27 años en vestidores. Presumir la agresión sexual a mujeres porque eres un famoso no es una 'charla de vestuario'", dijo White.

Ante ello me imagino que Trump, reconvenido por sus asesores de imagen, ya no hizo otro intento de arreglarla.

lunes, 13 de julio de 2020

Invitación a un doloroso silencio


Hubo algunos integrantes de la iglesia católica así como de otras iglesias cristianas que durante el nazismo asumieron con valentía un papel muy digno, lo que en muchas ocasiones les costó la vida. Fueron minoría mientras que la gran mayoría -incluyendo al clero y la jerarquía- guardó una actitud pasiva, cuando no cómplice.

El teólogo Hans Küng, citado por Esteban López, alude a ello al transcribir pasajes de una carta que Konrad Adenauer (alcalde católico de Colonia depuesto por los nazis y futuro primer canciller de la República Federal de Alemania) escribió el 23 de febrero de 1946 al Dr. Bernhard Custodis Pastor de Bonn.

En mi opinión, el pueblo alemán, los obispos y el clero tienen mucha culpa en los acontecimientos que han ocurrido en los campos de concentración. Es posible que luego no se pudiera hacer gran cosa, pero la culpa se contrajo con anterioridad. El pueblo alemán, también los obispos y el clero en su mayor parte, condescendieron con la agitación nacionalsocialista. Se permitió ser manipulados casi sin oponer resistencia; a veces con entusiasmo. Ahí reside su culpa. Por otro lado, aunque no se pudo tener un conocimiento preciso de lo que sucedía en los campos de concentración, que la Gestapo, nuestras SS y, en parte, también nuestras tropas procedieron contra la población civil polaca y rusa con una crueldad sin precedentes. Los pogromos judíos de 1933 y 1938 tuvieron lugar a plena luz del día. Se dieron a conocer públicamente los asesinatos de rehenes en Francia. Por consiguiente, no se puede afirmar que la opinión pública ignoraba que el Gobierno nacionalsocialista y la dirección del ejército transgredían por principio el derecho natural, la Convención de La Haya y los preceptos humanos más elementales…

Otra pudo haber sido, según Adenauer, su actitud ante los acontecimientos de extrema gravedad que se vivían.

Opino que muchos obispos podrían haber evitado muchas cosas si todos juntos, en un día determinado, hubieran condenado públicamente, desde el púlpito todos aquellos desmanes. No se hizo eso, y la omisión no tiene disculpa posible. Si como consecuencia de una postura valiente, los obispos hubieran ido a parar en la cárcel o los campos de concentración, eso no habría sido dañoso, sino todo lo contrario.

Pero -concluía Adenauer- como “nada de eso se hizo” ahora “lo mejor es callar”.

viernes, 10 de julio de 2020

Dificultades para la convivencia


Ya nos hemos referido a algunos de los desafíos que implica educar para la ciudadanía (http://habladuriacronicasdelocotidiano.blogspot.com/2013/04/los-juegos-de-la-democracia.html). En lo que respecta a la democracia existe una gran diferencia entre cómo debería ser y cómo es, lo que genera un -por diversas razones- muy peligroso cansancio ciudadano.

Muchas fuentes coinciden en que la democracia siempre está en obra, en proceso, en construcción y, al igual que sucede con la libertad, nunca está en mayor peligro que cuando se da por hecha.

Y es que llegar a conformar sociedades respetuosas de las normas comunes, de la diversidad, justas y equitativas, tiene su chiste. Antonio Muñoz Molina subraya el carácter antinatural de la convivencia y a partir de su reflexión podemos concluir que:

  • lo natural no es la igualdad sino el dominio de los fuertes sobre los débiles
  • lo natural es el clan familiar y la tribu, los lazos de sangre, el recelo hacia los forasteros, el apego a lo conocido, el rechazo de quien habla otra lengua o tiene otro color de pelo o de piel
  • lo natural es la ignorancia: no hay aprendizaje que no requiera un esfuerzo; prejuicio vs saber
  • lo natural es la barbarie, no la civilización. El grito o el puñetazo y no el argumento persuasivo, la fruición inmediata, y no el empeño a largo plazo  
  • lo natural es que haya señores y súbditos, no ciudadanos (…) pasividad vs participación
  • la tendencia infantil y adolescente a poner las propias apetencias por encima de todo, sin reparar en las consecuencias que pueden tener para los otros, es tan poderosa que hacen falta muchos años de constante educación para corregirla (…) Lo natural es exigir límites a los demás y no aceptarlos en uno mismo. Creerse uno el centro del mundo   
Desconocer la complejidad del tema y aproximarse al mismo con una perspectiva ingenua es parte del problema.

En lo dicho, crear comunidad es tarea diaria y para siempre.

jueves, 9 de julio de 2020

De cuando un negro dejó de serlo


Hay situaciones en las que confluyen factores que interactúan entre sí creando la trama de la cuestión; tal es el caso del racismo en el que, entre otros, coinciden: educación, prejuicio, discriminación, nosotros y ellos, historia, poder, represión, uno y los otros,  rebelión, líderes, manifestaciones, reacciones, violencia, división, economía, trabajo, identidad, miedo, etc.

Hace relativamente poco vi el documental “Yo no soy tu negro” que se centra particularmente en los Estados Unidos e incluye diversos testimonios como el de James Baldwin.

La discriminación está asociada al nivel socioeconómico y -como lo afirman diversas fuentes- uno es el caso del migrante sin papeles y otro el de quien llega a invertir millones de dólares; aun cuando los dos son extranjeros a uno le espera la persecución mientras que al otro la más cordial de las bienvenidas. Hace algunos años, y para referirse a esta cuestión, Adela Cortina popularizó la expresión aporofobia.

Estos días recordé una historia que leí hace algunos años en versión de Octavio Aguilar de la Parra, el relato comienza identificando al protagonista

El señor Jean Pierre Audin, quien fungió durante algún tiempo como embajador de Haití en México, vivió una anécdota por demás interesante.
El señor Jean Pierre, destacado literato y diplomático, tuvo el rango de decano de dicho cuerpo (...). Radica actualmente en México bajo el amparo del derecho de asilo político que conceden nuestras leyes. Edita actualmente con éxito, una revista diplomática que lleva por nombre Missione internationale.

¿Qué sucedió al citado diplomático? De manera breve lo cuenta Aguilar de la Parra.

Hace algunos años, después de haber cumplido una comisión oficial de su país en Europa, regresaba a América a bordo del lujoso transatlántico “Ille de France”, Jean Pierre viajaba en primera clase pero así y todo fue apartado del resto de los pasajeros en el comedor, asignándole una pequeña mesa para él solo. (Debemos aclarar que el noventa por ciento de la población de Haití es de negros y un diez por ciento de mulatos de ascendencia francesa.) El diplomático, acostumbrado a estas cosas, no objetó esa disposición y tomó ese acto con indiferencia. De pronto vio venir hacia él una dama norteamericana, blanca por supuesto, quien le preguntó si hablaba inglés. Jean Pierre respondió afirmativamente, aclarándole que éste no era su idioma nativo, toda vez que su país era Haití.

Y así es como llegamos al desenlace de aquel acontecimiento.

La dama escuchó perpleja al diplomático y prodigando la mejor de sus sonrisas le dijo:
—¡Ah, entonces usted no es negro...! ¿Por qué no viene a sentarse con nosotros?

Queda todo dicho.

miércoles, 8 de julio de 2020

Chesterton y la radio / 2


Ya hemos visto que Gilbert K. Chesterton no observaba motivo alguno para que personas jóvenes y sanas quisieran tener contacto con la programación de las emisoras de radio. Para argumentar su opinión plantea curiosas comparaciones

Está muy bien ser “ojos para el ciego”, en el sentido de proporcionar lentes y hasta prismáticos a las personas cortas de vista. Pero, denotaría una falta de tacto insistir ante una hermosa dama, que posee una vista perfecta, en que use un par de grandes anteojos, u ofrecerle unos prismáticos, para que se mire al espejo. Respecto a todos estos puntales y protecciones especiales de los órganos de nuestro cuerpo, permitimos a la ciencia que supla las deficiencias, pero no le permitimos atribuir deficiencias, si éstas no existen. Una sociedad sana puede ver lo que es verdad acerca de nuestros órganos físicos, y también de nuestros sentidos físicos.

A los jóvenes –“comodones radioescuchas”- debería darles vergüenza recurrir a estos modernos aparatos cuando nada les impide asistir a conciertos o al teatro.

El joven atleta debiera verdaderamente avergonzarse de sentarse en su casa a escuchar un concierto, cuando con sólo andar un poco podría oírlo directamente. También debiera avergonzarse de disfrutar de sólo la mitad de una comedia o un drama, cuando caminando hacia el teatro, desde su casa, podría disfrutar de toda la obra. A tales personas se les critica frecuentemente como deportistas. Seguramente debieran ser más criticadas por comodones radioescuchas que por atletas, ya que ni siquiera lo son bastante como para caminar un poco y ser espectadores.

Con la ironía que lo caracteriza se pregunta Chesterton si no pudiera exigirse a las personas un certificado médico que las habilitara a escuchar radio.

Si los prohibicionistas solicitan certificado médico para tomar “brandy”, ¿por qué no va a poderse solicitar certificado médico para oír radio? (…) ¿no habrá forma de que la policía impida que gente que no sea coja use muletas? ¿No podría pedirse a los ciudadanos que hicieran algún esfuerzo, a fin de conservar las artes y las instituciones de la ciudad en su antigua forma cívica?

También llama la atención acerca de los efectos negativos que, debido a la innovación, enfrentan los espectáculos en vivo.

No pretendo saber mucho de música; pero tengo una comprensión elemental del patriotismo; y el fracaso de los conciertos del Queen’s Hall me parece que, para una gran nación, es verdaderamente una ignominia. Me han contado que el público dejó de asistir a ellos porque podía oír música por radio; pero Dios lo sabe que nunca es la misma clase de música. Ahora bien, no puedo creer que todos los oyentes del Queen’s Hall hayan sido atacados de parálisis, como no podría creer que todos ellos cojeasen ahora de una pierna. Y si creen que debe disfrutarse del arte en las condiciones más cómodas posibles, como si fueran las más inspiradoras, creo que están en un error sobre la psicología del arte.

Para Chesterton es muy diferente la actitud de quien cómodamente sentado escucha una función artística respecto a la de aquellos que se movilizan para asistir a dicho espectáculo.

Una persona que asciende una montaña para ver la salida del sol la ve de manera muy diferente de la que se muestra por medio de una linterna mágica, a un hombre sentado en una silla de brazos. Seamos piadosos con el hombre sentado en una silla de brazos, cuando éste está impedido; pero no demos por sentado que no existen cumbres que valga la pena ascenderlas, ni obras teatrales suficientemente buenas que no valga la pena ir al teatro a verlas.

Concluye evocando sus vivencias de infancia. “Yo recuerdo, aún, el enorme placer que experimentaba cuando siendo niño asistía al teatro; y uno de los más grandes placeres entre todos los que pudieran ofrecérseme era sencillamente ir al teatro.”

martes, 7 de julio de 2020

Chesterton y la radio / 1


Sabido es que cualquier invención de consideración debe enfrentar críticas y resistencias para imponerse a la sociedad de su tiempo. La llegada de las emisiones de radio no tenía por qué ser la excepción y una muestra de ello son los argumentos de Gilbert K. Chesterton (en un artículo titulado “Sobre la radiodifusión”) en cuanto a que el invento tenía destinatarios definidos: ancianos y enfermos.

Las repetidas discusiones acerca del problema de la radiotelefonía contienen algo de razón y mucho de absurdo, y también variedades, desde la admirable buena obra de procurar consuelo al anciano y al enfermo, hasta el disparate de transmitir espectáculos que, evidentemente, son creados para la vista y no para el oído. Cuando se anuncia: “se escuchará la botadura de un buque”, se me ocurre que lo mismo pudiera hablarse sobre la fragancia que exhala una famosa estatua, o acerca de comerse una sinfonía, o examinar un silencio con un microscopio. Escuchar los ruidos confusos y accidentales que acompañan un gran espectáculo visual debe causar, más o menos, la misma satisfacción que cerrar los ojos y oler todas las pinturas al óleo de la Real Academia. Por otra parte, el argumento más modesto es un argumento perfectamente justo y razonable.

De esta manera atribuye al invento una misión religiosa, un compromiso con la caridad.

Es verdaderamente cierto que la radiotelefonía puede emplearse para proporcionar placer a los que están impedidos de las actividades ordinarias, ya por su edad o ya por su enfermedad; y el deber de proporcionar ese placer, lejos de ser una chifladura científica moderna, ha de reconocerse como una manifestación de la misión, muy antigua, de la caridad humana. Es fruto del espíritu que se manifiesta en forma tan noble, en uno de los libros más antiguos del mundo: “Fui ojos para el ciego y pies para el cojo”; y no existe hombre alguno que, siguiendo esa tradición religiosa, pronuncie la menor palabra en contra.

Sin embargo, en una sociedad sana el uso de la innovación será necesariamente muy restringido; continúa Chesterton

(…) yo me inclino a pensar que una sociedad sana considerará estas transmisiones como destinadas en general a los enfermos. Está bien ser “pies para el cojo”, en el sentido de proporcionar piernas de palo y muletas a los que no pueden caminar de otra manera, pero, si le ofreciésemos a cualquier atleta joven conocido nuestro, una pierna de palo, posiblemente lo consideraría un insulto, si es que no lo tomaba como una broma. Seguramente no creerá que sea ningún adelanto en la evolución científica el andar con tres piernas.

Seguiremos con el tema.

lunes, 6 de julio de 2020

Reacciones gremiales: payasos


Hay quienes para defender su oficio terminan atacando -muchas veces en forma involuntaria- el de otros. Hubo tiempos en que ello fue práctica común y nadie protestaba.

Sin embargo, los tiempos han cambiado y hoy todos estamos más sensibles al respecto. De ello da cuenta una nota de Harper’s, junio 2013 citado en Nexos julio 2013.

En el mes de marzo Bernhard Paul, fundador y director del Circo Roncalli de Alemania, le envió esta carta abierta a Peer Steinbrück, el candidato socialdemócrata a la cancillería de Alemania, quien en febrero se refirió a los políticos italianos Beppe Grillo y Silvio Berlusconi como “dos payasos”:

Estimado Sr. Steinbrück:
No tengo nada contra usted o sus similares. Dicho esto, me sentí desdeñado por su comentario alusivo a los payasos en referencia a los resultados electorales en Italia. Me siento por lo menos tan insultado como el presidente italiano. El circo es una institución que ha luchado por sobrevivir en Alemania durante muchos años. Goebbels lo excluyó de la cultura durante el Tercer Reich y desde entonces ha existido a duras penas, a pesar de ser reconocido y apoyado como parte de la cultura en la Unión Europea. Pero no en Alemania.
El símbolo del circo ha sido siempre el payaso. Personaje con raíces en la comedia dell’arte, ha dado grandes nombres como Grock, Charly Rivel, Oleg Popov, y muchos otros. Los payasos han inspirado a autores de la literatura mundial desde Heinrich Böll a Arthur Miller, directores de cine desde Fellini a Ingmar Bergman, y pintores desde Toulouse-Lautrec a Picasso. Pero usted utiliza la palabra “payaso” como un insulto. Creí que vivíamos ya en un tiempo en que los políticos, para ser políticamente correctos, evitaban términos como Zigeuenerschnitzel (“schnitzel gitano”), cuando las reposterías prefieren llamarle a un Mohrenkopf (“cabeza de moro”) “merengue con antecedentes de inmigrantes”, y los libros para niños se han reescrito porque algunas palabras ya no se juzgan aceptables.
Y ahora usted, entre todas las personas posibles, un político de alto rango con amplia experiencia en taparse la boca, comete el faux pas de reducir la honorable profesión de payaso a un insulto. Supongo que usted trataba de ser divertido, lo cual en principio puede no ser una cosa mala para un político. Pero hay una enorme diferencia entre decir algo divertido y divertirse a costa de algo. Los comediantes son como los políticos, y como mi amigo Johannes Rau solía decir en estas ocasiones, citando a la Biblia: “Muchos son los llamados, pero pocos los elegidos”.
              Saludos de un payaso triste,
                        Zippo
              Alias Profesor Bernhard Paul
              En nombre de mis colegas artistas

Me imagino que con semejante respuesta el señor Steinbrück lo pensará mucho antes de referirse nuevamente en forma despectiva a ese gremio.

Por cierto, menos mal que Zippo no se enteró que -según nota de prensa de julio de 2019- Axel Kaiser (analista chileno de tendencia conservadora) señaló: “En política llega cualquier payaso y dice barbaridades”. Lo que no le hubiera dicho.

viernes, 3 de julio de 2020

Las musas


La sublime obra de los creadores en diversas ramas del arte y el saber fue atribuida en la cultura griega a la intervención de las musas. Según Carlos García Gual: “La invocación a la Musa ha devenido luego un cliché poético, pero no debemos dudar de la sinceridad con la que los primeros poetas griegos hablan de esa experiencia religiosa y personal.” En relación a ellas Luis Melnik precisa que

eran hijas de Zeus y Mnemósine. Vivían en el monte con Apolo y cada una de ellas tenía un deber y una misión:
Calíope, la poesía épica.
Clío, la historia.
Polimnia, la retórica.
Terpsícore, la danza.
Melpómene, la tragedia.
Talía, la comedia.
Urania, la astronomía.
Erato, la lírica.
Euterpe, la música

Quienes las invocan quieren contar antes que nada con el privilegio de su visita y luego lograr que permanezcan, para lo que –según Omar López Mato- han desarrollado diversas estrategias.

Las musas se escapan dejando las mentes en blanco, el cuadro inconcluso y los papeles abollados alrededor de la mesa. Cada artista recurrió a un truco o artimaña para retener la esquiva inspiración a su lado.
Dicen que Alejandro Dumas escribía con tinta verde sobre la misma mesa tambaleante, vistiendo una ostentosa bata china; que Mozart recurría al rítmico golpeteo de las bolas de billar para encontrar las melodías de sus obras. Schiller, necesitaba el aroma de manzanas podridas para acceder a un estado de ensoñación, cuidándose de tener a mano, en el cajón de su escritorio, esta pútrida inspiración. Goethe decía que podía discernir cuando Schiller escribía bajo ese "aromático" influjo.
Muchos poetas, pintores y compositores recurrieron a "trucos" para abrir sus mentes y sus sentidos a nuevas percepciones volcándolas en sus obras, que olían a alcohol y narcóticos.
El alcohol (…) abre a los artistas las puertas de la fantasía e imaginación.
"Yo lo usé... como un medio para que mi mente concibiera visiones que el cerebro sobrio... no podría concebir” dijo Schumann antes de terminar en un asilo para enfermos mentales (...)

Cabe aclarar que mucho antes Platón ya se había referido a ello: “En vano llama a la puerta de las musas quién está falto de vino.”

La presencia de las musas hace posible que tenga lugar el anhelado momento de inspiración, que según Simon Leys “es una noción indefinible, pero su presencia o su ausencia son realidades muy evidentes, sobre todo para el desventurado escritor que se desloma persiguiéndola.” Según Andrea Köhler “(…) a la musa no se la obliga, pero hay que prepararle el terreno, esperar.” Y en esa espera –prosigue Leys- es necesario saber honrar su visita

Todo artista creador es un hombre visitado. El paisajista chino Guo Xi (siglo XI), antes de pintar, realizaba unas abluciones, nos dice su hijo, y quemaba incienso “como si esperase a un invitado de postín”. Los poetas son particularmente conscientes de la importancia de ese estado de receptividad; así, Henri Michaux dice: “La poesía es un regalo de la naturaleza, una gracia, no un trabajo. La sola ambición de hacer un poema basta para matarlo”. (…)
Sin este éxtasis inspirado, no hay poema.

Sabido es que las musas son seres volubles, intempestivos, que se presentan en forma intermitente como lo deja en claro Raquel Lanseros

Aquí, estás siempre abajo, y el haber tenido algún acierto pequeño en el pasado no presupone que lo vayas a tener en el futuro, porque la poesía es tremendamente caprichosa y va y viene cuando ella quiera… Hay que tener una actitud de humildad, de trabajo y de apertura mental para poder recibirla cuando le apetece venir.

Esto genera incertidumbre y ansiedad en los creadores por lo que Jules Renard sostiene: “(…) escribo cuando me viene y siempre tengo miedo de que no me venga”. Este miedo es más que comprensible y solo los artistas –acota Simon Leys- saben lo que es sentirse en orfandad creativa.
El drama es que los momentos demasiado breves y demasiado raros en que el artista está “con Dios”, en que el poeta “es fulminado por el rayo”, crean en ellos una inagotable necesidad; y el agotamiento de su inspiración los deja inconsolables.
Asimismo llegan donde menos se les espera, mientras que cuando tienen todas las comodidades a su disposición brillan por su ausencia; Enrique Vila-Matas nos da un ejemplo de ello

Una vez conocí a un joven de familia muy rica que quería escribir. La familia le construyó un espacio maravilloso, circular, con vistas al mar… luego se sentaba a escribir y no salía nada. (…)
Creo que eso de la inspiración ya está pasado de moda. Tabucchi decía que las musas también tienen sindicato y se ponen en huelga.

Otra cosa: no es recomendable pretender que lleguen para quedarse porque como recuerda Chamfort: “El famoso Ben-Jonhson decía que todos los que se habían desposado con las musas se morían de hambre, y los que las habían tomado por queridas vivían muy bien.” No hay que esperar que den todo hecho y a ello alude Paul Valéry: “El primer verso nos lo dan (…), los otros hay que buscarlos.” Eso sí, no cabe duda que son muy generosas porque al decir de Joaquín Sabina “las musas no cobran derechos de autor”.

A las nueve musas reconocidas habría que agregar otras; la lista de candidatas es larga y gracias a Rosa Montero podemos conocer a una de ellas.

Así, viviéndose como musa en la mirada del hombre, Alma [Mahler] fue pieza fundamental en las vidas del compositor Gustav Mahler, su primer marido; del importante pintor expresionista Oskar Kokoschka, su tórrido amante durante tres años; del arquitecto Walter Gropius, su segundo cónyuge, fundador de la Bauhaus; y de Franz Werfel, el tercer esposo, un novelista hoy algo olvidado pero muy famoso y apreciado en su época.
(...) Y es que Alma era una especie de batería existencial, capaz de encender el mundo de colores.
Esa electricidad interior, esa potencia vital, se recargaba una y otra vez en el amor. Pero no en un amor simple y cotidiano, sino en la pasión más arrebatada. En ese sentimiento romántico y arrasador, producto de la imaginación, por el cual se busca la fusión absoluta con el otro, el alma gemela. Un objetivo inhumano, imposible, que lleva siempre a la repetición infinita de la búsqueda amorosa. (...) Cuando se enamoraba, inventaba en el otro la perfección; y su pareja, al verse reflejado como un dios en los ojos de ella, se apreciaba más a sí mismo: si una mujer tan bella, tan inteligente y tan brillante me considera divino, es que lo soy. Pero luego la torpe realidad iba socavando los pies de barro de sus príncipes azules, y Alma se iba desenamorando, se angustiaba, se deprimía. Necesitaba apasionarse nuevamente, volver a amar a otro, sentirse viva. Ahí empezaban los conflictos.

Por supuesto que en la consideración de este tema no puede faltar una mención a “Alimentando la musa”, artículo clásico en que Ray Bradbury aborda la cuestión.

No es fácil. Nadie lo ha hecho nunca de modo sistemático. Los que más se esfuerzan acaban ahuyentándola al bosque. Los que le vuelven la espalda y se pasean despreocupados, silbando bajito entre dientes, la oyen andar tras de ellos con cautela, atraída por un desdén cuidadosamente adquirido.
Por supuesto, hablamos de La Musa.
El término he desaparecido del lenguaje de nuestro tiempo. Las más de las veces sonreímos al oírlo y evocamos imágenes de una frágil diosa griega cubierta de helechos, arpa en mano, acariciando la frente de nuestro sudoroso Escriba.
La Musa, entonces, es la más asustadiza de las vírgenes. Se sobresalta al menor ruido, palidece si uno le hace preguntas, gira y se desvanece si uno le perturba el vestido.
¿Qué la aflige?, se preguntarán ustedes. ¿Por qué la estremece una mirada? ¿De dónde viene y adónde va? ¿Como lograr que nos visite por períodos más largos? ¿Qué temperatura la complace? ¿Le gustan las voces fuertes o las suaves? ¿Dónde se le compra el alimento, de qué calidad y cuánto, y a qué horas come?

Bradbury deja en claro el requisito esencial: “Para alimentar a su Musa, pues, es preciso que usted siempre haya tenido hambre de vida, desde niño. De lo contrario es un poco tarde para empezar. Claro que mejor tarde que nunca. ¿Aún se siente dispuesto?” Y a continuación viene su recomendación

Trabajar bien y constantemente es mantener en condición óptima lo que se ha aprendido y se sabe. Experiencia. Labor. Son las dos caras de la moneda que cuando gira de canto no es ni experiencia ni trabajo sino el momento de la revelación. Por ilusión óptica, la moneda se vuelve redonda, brillante, un arremolinado globo de vida.

Y concluye: “Cuando la Musa habla, yo cierro los ojos y escucho.”