jueves, 28 de diciembre de 2017

Año nuevo


El calendario rige nuestras vidas, organiza nuestros tiempos, separa los días fastos de los nefastos. No han faltado movimientos sociales que, en su afán de transformaciones radicales, impusieran nuevas formas de medir el tiempo. Fue el caso de la Revolución Francesa (1789) aunque -como da cuenta Frédéric Rouvillois- no parece haber sido cosa sencilla.  
(…) aquellos que celebran el Año Nuevo son sospechosos, como lo dice un agente secreto del ministro del Interior en un informe del 31 de diciembre de 1793: "El Antiguo Régimen no ha desaparecido de los corazones. Por todas partes se ve en París a tres cuartos de los ciudadanos prepararse para desear un buen año". Al día siguiente, otro informante, Rolin, confirma en su informe: "A los viejos prejuicios les cuesta desaparecer. Se ha notado que, a pesar de que el año [republicano] ya esté en la semana, muchos ciudadanos no lo consideran aún más que comenzando en este día. Se han realizado visitas casi como de costumbre; hasta en las calles se ha oído a ciudadanos desearse un buen año", lo que es el colmo, y una información que bien merece hacer llegar al ministro. "Hace falta tiempo, concluye Rolin, para olvidar los prejuicios, las costumbres que hemos contraído al nacer".         

Existen fechas a las que atribuimos especial relevancia: cumpleaños; cambios de década; ciertas fechas del calendario nacional, familiar o personal; año nuevo… Y en esas andamos. 
Hay escritores que han dedicado unas líneas a la llegada del año nuevo; José Emilio Pacheco está entre ellos.
El año que entra
El año que entra no toca a la puerta, no saluda, observa con la arrogancia de quien nos tiene en sus manos. Se burla de nuestros intentos de cautivarlo, como pulverizará los buenos propósitos. Disfruta de su poder, lo sabe efímero, conoce las desgracias y las catástrofes que repartirá sin equidad como siempre. 
En su jurisdicción de vida y muerte el año que entra arrasará con todo, sin dejar ni una flor seca para el sentimentalismo del recuerdo. Atropella con soberbia de vencedor la frágil dignidad de quienes lo inventamos y le erigimos un adoratorio.
Por estas fechas es habitual que circule un texto –del que existen diversas traducciones- de Antonio Gramsci fechado el 1º de enero de 1916 y publicado en el periódico Avanti!
Odio el año nuevo
Cada mañana, cuando vuelvo a despertar bajo el manto celeste, siento que para mí es año nuevo. Por eso odio los años nuevos con fecha fija que hacen de la vida y del espíritu humano una empresa comercial con sus insumos, su balance y su presupuesto de gastos e ingresos para el nuevo ejercicio. Se pierde así el sentido de la continuidad de la vida y del espíritu. Se termina por creer que, de verdad, entre un año y el que le sigue hay una solución de continuidad y que empieza una nueva historia, se formulan buenos propósitos y se lamentan los despropósitos, etc., etc. Es un error inherente a las fechas. Dicen que la cronología es la osamenta de la historia y quizás habría que admitirlo. Pero conviene también admitir que en todos los cerebros están incrustadas cuatro o cinco fechas fundamentales que acabaron por ser fiascos históricos. Allí caben los años nuevos. El año nuevo de la historia romana, o el del medioevo, o el de la era moderna. Fechas que se han vuelto tan invasivas y fosilizantes que a veces nos sorprendemos a nosotros mismos pensando que la vida en Italia empezó en el año 752, o que el 1490 o el 1492 sean como montañas que la humanidad atravesó de repente para encontrarse con un Nuevo Mundo o para entrar en una nueva vida. Así, la fecha se convierte en un estorbo, una pantalla que impide ver que la historia sigue desarrollándose a lo largo de una línea fundamental inmutable, sin bruscas detenciones, como cuando en el cine se quema la película y sobreviene un intervalo de luz que encandila. Por eso odio el año nuevo, porque quiero que cada mañana sea para mí año nuevo. Todos los días quiero saldar las cuentas conmigo mismo, y renovarme cada mañana. Ninguna jornada estará programada para el reposo. Seré yo mismo quien decida las paradas cuando me sienta embriagado por la intensidad de la vida y quiera zambullirme en la animalidad para volver con más fuerzas. Ningún momento para la burocracia. Quiero que cada hora de mi vida sea una nueva, aun cuando se entreteja con las anteriores. Ningún día de festejo con frases corrientes, colectivas, compartidas con gente extraña que no me interesa. Porque en su momento festejaron los abuelos y los abuelos de nuestros abuelos, etc., ¿debemos también nosotros sentir la necesidad del festejo? Todo esto me revuelve las tripas.
Con todo y todo. ¡Muy Feliz Año Nuevo!

martes, 19 de diciembre de 2017

El clima especial de las fiestas decembrinas


El último tramo de diciembre se caracteriza por un ambiente muy especial. Los centros comerciales repletos de gente, los empleados de las tiendas lucen adornos propios de la época, gorros de Papá Noel-Santa Claus por doquier, se escuchan los villancicos en reiteración real, hay un incremento en el índice alegría-felicidad, comidas de despedida del año, compra de regalos, llamadas y mensajes para desearnos “¡Felicidades!” (tal vez quede algún ejemplar que mande tarjetas anhelando “¡Próspero Año Nuevo para usted y familia!”).

Pero junto a esa sociedad sobreexcitada convive la tristeza, depresión y nostalgia que para muchos llega puntualmente con estas fechas. ¿A qué se debe? Ya tiene tiempo que Juan Miguel Petit entrevistó al doctor Ricardo Bernardi quien profundizó en esta cuestión (El País –Uruguay- 23/12/2005, con el título muy expresivo de “Fiestas son peligrosas para balances”). En estas fechas puede ser oportuno transcribir algunos pasajes de aquella entrevista.

-¿Cómo se vive afectivamente esta parte del año?

Es una etapa que se cierra. Lo que significa expectativas que se cumplen, otras que no, problemas que no terminan. Es también un año más en la vida. Es un momento de encuentro familiar, con lo cual todos los problemas se reactivan. Porque es el encuentro con la familia real, con todos los claroscuros que tiene, y también es un encuentro con la familia interna, que es la familia de la infancia. Se hacen presentes los duelos, se hace presente que ya no está Fulano. Es una mezcla complicada, por un lado hay alegría sí, hay reunión de gente, pero también es el momento de ciertos balances, duelos y conflictos que en ese contexto se intensifican más. (...)

-¿Qué pautas plantearía para enfrentar estas complicaciones afectivas, relacionales, que se dan en medio de un clima de festejo?

Lo primero es diferenciar un momento de magia y la magia de verdad. A lo que se puede aspirar es a un momento de magia. O sea un momento de paz, de amor, de tranquilidad. Pero si uno quiere ir mucho más allá de ciertos límites, hay derrumbes, se empiezan a generar reacciones en caída para abajo. Es bueno decir: esta es mi familia, esta es mi situación, estos son mis amigos. Estos son con los que quiero estar y ya sé cómo son. Ser también consciente de que yo tampoco soy perfecto y que si me quieren pasar cuentas me las pueden pasar. Si uno quiere disfrutar de lo que no hay, o de las personas que podrían haber sido más perfectas, va a ser muy difícil que sea un momento aceptable. (...)

-¿Qué función cumplen estas fiestas, Navidad, Fin de Año, Reyes?

Está por supuesto el sentido que tienen para las personas religiosas. En un sentido más laico, tienen el sentido especial de recordar, incluso con la denominación de Día de la Familia, un día de los niños, lo que tiene un valor simbólico muy interesante. (…) A veces hay como un desconocimiento de la naturaleza social del ser humano. Así sea el festejo secular del fútbol, eso juega un papel. La sociedad necesita compartir ciertos estados emocionales. Festejar el hecho de estar vivos. En los países cristianos se tiene como eje el nacimiento de un niño, el niño Jesús. Pero incluso en Uruguay con esa peculiaridad donde se cambió la denominación oficial de Navidad por Día de la Familia es claro que celebramos que nacimos, que tenemos familia. En términos psicoanalíticos se habla de que en los grupos humanos hay reacciones universales. Una de ellas es la idea de que va a haber una unión que va a traer algo nuevo y que eso va a simbolizar la esperanza. Esto en términos muy profundos está presente: vamos a reunirnos porque algo va a pasar, algo va a nacer, un nuevo espíritu. Es la idea de que juntos podemos engendrar algo que cambie la realidad.

-Es como un refresco en la marcha.

Es el terreno de la ilusión. Y eso es algo constitutivo del ser humano. (...)

Muchos son los que disfrutan esta temporada de fiestas y otros muchos son los que anhelan que el 2 de enero llegue pronto. Fernando Savater comparte una anécdota propia de estos últimos.

Una vez, cuando la población de Sarajevo vivía acosada por los francotiradores, Emma [Bonnino] me propuso que fuésemos allí el día de Navidad para interponernos pacíficamente entre el fuego de ambos bandos. Comenté prudentemente que no me parecía el mejor modo de festejar fechas tan entrañables y ella me advirtió: “Piensa que la alternativa es pasarlas en familia”…


José Manuel Vilabella recomienda que “la Navidad hay que padecerla con resignación cristiana y espíritu deportivo" a sabiendas de que "sin esos días enloquecidos la familia como institución, como clan, como tribu, habría desaparecido hace décadas".
¡Felices Fiestas!

sábado, 16 de diciembre de 2017

Fuera de lugar


Hay momentos en que uno se siente fuera de sitio. Y esto puede suceder respecto a familia, grupo, estudio o trabajo, ciudad, región, país, mundo… Esa sensación a veces tiene que ver con los demás mientras que en otras circunstancias la cuestión es fundamentalmente con uno mismo. 
Es posible que algo de esto viviera Octavio Paz cuando escribió:
Voy y vuelo, me revuelvo y me revuelco, salgo y entro, me asomo, oigo música, me rasco, medito, me digo, maldigo, cambio de traje, digo adiós al que fui, me demoro en el que seré. Nada me detiene. Tengo prisa, me voy. ¿Adónde? No sé, nada sé -excepto que no estoy en mi sitio.
Desde que abrí los ojos me di cuenta que mi sitio no estaba aquí, donde estoy, sino en donde no estoy ni he estado nunca. En alguna parte hay un lugar vacío y ese vacío se llenará de mí y yo me asentaré en ese hueco que insensiblemente rebosará de mí, pleno de mí hasta volverse fuente o surtidor. Y mi vacío, el vacío de mí que soy ahora, se llenará de sí, pleno de ser hasta los bordes.
Tengo prisa por estar. Corro tras de mí, tras de mi sitio, tras de mi hueco. ¿Quién me ha reservado este sitio? ¿Cómo se llama mi fatalidad? 
Tal vez el poeta está diciendo de otra manera lo que en México el saber popular define con el conocido: “no me hallo”.

martes, 12 de diciembre de 2017

Enrique Tierno Galván: Bando sobre turismo y limpieza


En otras ocasiones ya nos hemos referido a los célebres bandos de Enrique Tierno Galván (http://habladuriacronicasdelocotidiano.blogspot.mx/2016/10/los-bandos-de-enrique-tierno-galvan.html) quien fue Alcalde de la ciudad de Madrid desde 1979 hasta su fallecimiento en 1986. En esta oportunidad transcribiremos una parte del que dedicara al tema de la limpieza y el turismo (“los que viajan por curiosidad y placer, que llaménse ahora turistas”).

El Alcalde Presidente del Excelentísimo Ayuntamiento de Madrid.
Madrileños:
El mucho amor a nuestra lengua no nos debe llevar a aborrecer las novedades que con el tiempo se introdujeron en ella para designar con justeza cosas y comportamientos que no gozaban anteriormente de vocablo singular y adecuado. Así ha ocurrido con los que viajan por curiosidad y placer, que llámense ahora turistas, sin que la consulta de muchas, copiosas y autorizadas fuentes del castizo decir nos haya permitido encontrar palabra en nuestro natural castellano que signifique propia y ajustadamente lo que el nuevo vocablo expresa.
Séanos, pues, lícito decir que el turismo o, lo que es igual, la concurrencia cuidadosamente ordenada de viajeros que, conducidos por la curiosidad y placer, visitan nuestra patria, es hoy provechoso e insustituible caudal de abundantes bienes tanto para el espíritu, en cuanto fomenta la paz y el entendimiento entre los pueblos, como para el material bienestar de todos, ya que acrecienta la moneda que nutre las arcas públicas y beneficia a la vez considerablemente a los sujetos particulares de esta monarquía. (…)
Los que movidos por la curiosidad y el placer nos visitan han de llevarse la idea, la grata recordación, de una ciudad limpia y arreglada, en la que congenian la hospitalidad confiada y la mesura y dignidad en el comportamiento con la alegría y actividad propias de quienes, sin olvidar sus quehaceres, saben hacerlos compatibles con honestas diversiones y amenos entretenimientos. (…)
Atendiendo a todo cuanto en el presente Bando llevamos dicho, la razón y el común sentir aconsejan que el aspecto de nuestra ciudad sea de singular limpieza y adorno (…)

A don Enrique le preocupaba de sobremanera la falta de higiene en la conducta ciudadana que podría tener graves efectos no solo respecto a la salud, la belleza de la ciudad, sino también en la economía.

Ocurre también el caso insólito que en nuestra ciudad una parte considerable de los vecinos tiran papeles y objetos menudos al suelo y el Ayuntamiento paga a otros vecinos para que los recojan. De seguir en incremento esta sorprendente conducta, pudiera ocurrir que la mitad de los vecinos arrojasen papeles y otros objetos a la vía pública y la otra mitad los recogiesen.
Para que a tal situación no se llegue y las calles de esta Villa aparezcan tan limpias como deben, los vecinos cuidarán de no arrojar nada al suelo de tal modo que podamos, en conjunto, ofrecer a nuestros visitantes turistas el grato espectáculo de una ciudad pulcra, acogedora y ordenada. (…)
Madrid, 3 de febrero de 1982

Cabe acotar el cambio que se ha venido presentando en algunos sectores de la población española en relación al turismo; de verlo como deseable e imprescindible para el crecimiento económico a concebirlo como un serio problema que obstaculiza el derecho a una vida silenciosa y en paz.

Algo así como si uno tuviera visita permanente en su casa, puede llegar a cansar…

jueves, 7 de diciembre de 2017

Nacer y renacer


En la vida se nace y también se renace. Así sucede después de una enfermedad grave, luego de sobrevivir a una situación peligrosa que puso en riesgo la vida, al experimentar una pérdida desgarradora, por sufrir un desamor inesperado, al decirse a sí mismo: “¡ya basta!”, cuando se tiene que empezar de nuevo… Ello acontece tanto desde una perspectiva laica como en un entorno religioso, tal como lo reflejan los autores citados a continuación.

Para Pablo d’Ors nacer una sola vez, no es buena cosa. Hay momentos en que la vida nos exige renacer, después de aceptar una quiebra existencial.

Por supuesto que es posible vivir sin nacer dos veces, pero no compensa. Es mejor renacer, y no ya dos veces, sino muchas: todas las que seamos capaces. ¿Cuántas vidas caben en una? Esto es importante porque la magia de los inicios no la tienen los desarrollos. Hay algo único en toda génesis: una fuerza un impulso… (…) Siempre que sufrimos algún embate serio en la vida, estamos llamados a renacer de nuestras cenizas, a reinventarnos.

Por su parte, y retomando a Santa Teresa, Josep Maria Esquirol también se refiere al tema.

La negra noche del alma es una experiencia de verdad; una experiencia que transforma definitivamente a quien la vive, de tal modo que ya nunca será el que era. Un punto de inflexión se ha dibujado en la trayectoria del sí mismo, y las cosas ya no volverán a ser como antes.

En opinión de Harold Kushner hay almas que nacen varias veces lo que supone  asumir cambios radicales en aquello que se creía.

Las almas nacidas dos veces son gente que ha perdido su fe y después la recuperó, pero su nueva fe es muy distinta de la que antes perdieron. (…) Su visión es menos alegre, menos confiada, más realista. (…) Me considero a mí mismo un nacido dos veces, y quizá nacido tres veces. Hay muchos dioses en los que creía y ya no creo, porque resultaron falsos.

Así las cosas –reiterando algunas de sus ideas- los autores citados nos dejan tarea: “¿cuántas vidas caben en una?”... “la magia de los inicios”… “estamos llamados a reinventarnos”… “ya nunca será el que era”… “las cosas ya no volverán a ser como antes”… “almas nacidas dos veces”… “muchos dioses en los que creía y ya no creo”…

martes, 5 de diciembre de 2017

Antecedentes del mirreynato


Es habitual –así como esperable- que los alumnos (adolescentes y jóvenes) reaccionen airadamente contra las limitaciones que imponen los reglamentos escolares en cuanto a restricciones en la forma en que deben vestir o ante la obligatoriedad de portar uniforme dentro de la institución educativa. Cabe acotar que esta normatividad viene de muy lejos, tal como lo deja en claro J. García Mercadal.

Poco se sabe de lo relacionado con las investiduras y trajes que los escolares usaban. (…)
La Constitución XXIV de las primitivas de Salamanca prohibía llevar ropas de seda o pieles preciosas, excepto a los nobles y altos dignatarios, así como también se prohibía a los estudiantes y licenciados tener cabalgaduras, a no ser nobles, dándoseles un plazo para enajenarlas si las tuviesen.

Lo anterior permite sospechar que tampoco es algo nuevo el que la justicia escolar no sea equitativa y García Mercadal abunda en el punto.

El que les estuviese a los estudiantes vedado llevar ropa que no fuese modesta, ni usar para su compostura o adorno tela de precio, tales como de raja, seda, chamelote, burato, media seda y otras, so pena de perderlas y sufrir seis días de reclusión, nada significaba, pues, como denunció en las Cortes de Madrid de 1607  a 1611 D. Juan Coello “unos a título de que son hijos de señores; otros, caballeros hijosdalgo, ricos hombres, y otros que no lo son, por acompañarlos e imitarlos, traen carrozas, coches y literas y vestidos de seda, camas de brocado, colgaduras de brocado y tapices muy ricos, cosas que de suyo inclinan más aparato de vanidad, ocio y otros vicios que a la profesión de las letras, virtud y recogimiento”.

Así las cosas, existen razones suficientes para concluir que la cultura de los junior y los mirreyes cuenta con una larga historia.