En muchos países no está bien visto
mencionar a la muerte, hay que aludir a ella valiéndose de eufemismos y en lo
posible hacer como si no existe. ¿Temor? ¿Superstición? En el caso de México es
diferente y a ello se refiere Octavio Paz: “Para el habitante de Nueva York,
París o Londres, la muerte es la palabra que jamás se pronuncia porque quema
los labios. El mexicano, en cambio, la frecuenta, la burla, la acaricia, duerme
con ella, la festeja, es uno de sus juguetes favoritos y su amor más
permanente.” Y aclara Paz que no se trata de que el mexicano no le tenga miedo.
Cierto, en su actitud hay quizá tanto
miedo como en la de los otros; mas al menos no se esconde ni la esconde; la
contempla cara a cara con impaciencia, desdén o ironía: "si me han de
matar mañana, que me maten de una vez" (...). El mexicano no solamente
postula la intrascendencia del morir, sino la del vivir. Nuestras canciones,
refranes, fiestas y reflexiones populares manifiestan de una manera inequívoca
que la muerte no nos asusta porque "la vida nos ha curado de
espantos".
Así las cosas dudo que haya otro país en
que existan tantas maneras de referirse a la muerte como el caso de México.
Eulalio Ferrer -retomando los estudios de Juan Miguel Lope Blanch- enuncia una
recopilación de estas expresiones.
(…) se encuentran entre otros, los
siguientes sinónimos de la palabra "muerte": parca, calaquita,
pelona, calva, caneca, canica, cabezona, mocha, copetona, segadora, tolinga,
jedionda, apestosa, dientona, la huesuda, la sin dientes, la mera dientona, la
tembeleque, la sonrisas, la tostada, la flaca tilica, la fláutica, la dama de
la guadaña, la danza del alba, doña osamenta, doña huesos, María Guadaña, patas
de catre, patas de alambre, patas de hule, patas de popote, patas de ixtle,
patas de araña, la lengua de hilacha, la pepenadora, la afanadora, la enlutada,
la dama del velo, la impía, la novia fiel, la bien amada, la amada inmóvil, la
cutacha, la siriquisiaca, la pesteada, la hora de la verdad, la hora, la hora
de la hora, la mera hora, la pálida, la blanca, la polveda, la triste, la
catrina, la llorona...Y la chingada, explicada por Octavio Paz en su
conocida obra El laberinto de la soledad. Sin olvidar que, por una
extraña referencia a la farsa inglesa estrenada por Brandon Thomas, en 1892, Charley's
Aunt, en México también se conoce a la muerte como "la tía de las
muchachas". Para muchos escritores mexicanos el mejor sobrenombre de ella
pudiera ser "la fría", en tanto que el español Luis Carandell
prefiera por su lado, llamarla "la cierta".
De una riqueza comunicativa sin igual,
los dichos populares mexicanos concernientes a la muerte han convocado el
interés de no pocos investigadores de la lengua. Algunos de estos dichos
constituyen originales eufemismos mortuorios: "durmió el sueño de la
tierra", "ya se peló", "ya se lo cafetearon",
"colgó los tenis", "estiró la pata", "se
petateó", "se le acabó la gasolina", "le falló la
maquinaria", "quedó fuera de circulación", "entregó el
equipo", "salió con los tenis por delante", "se puso la
pijama de madera", etc. Expresiones en algunos casos muy cercanas a los
eufemismos creados en otros países hispanoamericanos, como "fulano no volverá
a ir en tranvía", "colgar los guantes" y "se olvidó de
respirar" de Chile; "zutano pasó a la indiferencia" de Bolivia;
"crepar" y "cantar para el carnero" de Argentina;
"parar los tarros" de Colombia; "quebrar" y
"raspar" de Venezuela; "cantar flor" de Uruguay;
"tistear" y "volar" de Nicaragua; "patear la
cubeta", "diñarla" y "espicharla" de Guatemala.
La lista puede
completarse con los aportes de Francisco Padrón en relación a la misma cuestión.
El poco respeto que infunde la muerte se
deja ver en las denominaciones de que se dispone popularmente para llamarla. (…)
Para indicar que alguna persona ha
fallecido, existen infinidad de expresiones populares, no pocas de ellas muy
vulgares. Las siguientes equivalen a haber muerto: Estiró la pata, dejó el
pellejo, entregó la pelleja, entregó el equipo, entregó la herramienta, alzó
los tenis, levantó los tenis, volteó los tenis, estiró la chancla, clavó el
pico, se quedó serio, se quedó frío, se quedó tieso, se espichó, dio el
changazo, ripió (de R.I.P.), cerró los ojos, acabó, mordió el polvo, entregó el
alma, se noquió. Otras formas de decir lo mismo: ya estuvo pepe, se lo llevó la
enlutada, se lo llevó candingas, se lo cargó la flaca, se lo cargó la pachona,
se peló con la huesuda, le llegó la raya, se lo fildeó la pelona, se lo llevó
la tía de las muchachas. (…)
Queriendo decir que alguien murió, hay
estas otras maneras de expresarlo: pegó botones, ya ahuecó, ya ahuecó el ala,
peló gallo, se peló de casquete, se peló, mascó el freno, metió reversa, metió
los frenos, salió de pies, se torció, se entiesó, se lo llevó el tren, se fue
pa California, se fue p’al otro barrio, ni adiós dijo, se quedó vano, se lo
llevó la tolinga, se amorteció, o se quedó toditito amortecido.
Para otros, todo esto se puede expresar
indicando que ya cargó con su equipaje, que ya cargó con sus petacas, que ya
levantó el puesto, que se petateó, que levantó su petate, que ya sacudió su
petate, que perdió la zalea, y que estacó la zalea.
Para Rafael Barajas, El Fisgón, la sabiduría de los refranes
populares está en aceptar con resignación –en este momento en que es más
oportuno que nunca el tan usado “ni modo”- la llegada de la muerte.
Decenas de refranes populares mexicanos
insisten en la idea de que debemos resignarnos a morir. Algunos de estos dichos
son reflexiones filosóficas populares cargadas de estoicismo: "Cuando
venga la calavera a buscarme, no voy a achicopalarme".
Una vez más en este 2 de Noviembre, Día
de Muertos, los cementerios están llenos de personas que traen a la vida el
recuerdo de sus seres queridos que se adelantaron en el viaje. Habrá buena comida,
música y tragos. Tal vez por ello Andrés Iduarte señala
(…) me dan más tristeza los limpios y
verdes cementerios de este país [Estados Unidos] que los opulentos y adornados,
y aún que los pobres y agrestes de nuestro México.
(…) cuando veo estos cementerios tan
lindos, tan peinados, tan quietos, pienso que los que allí están son
muertos-muertos: los que nunca vivieron.